domingo, 3 de enero de 2010

Yo era su capricho.


No era necesariamente una de mis fantasías. La hermana de mi mujer no entraba entre mis deseos insatisfechos. Pero lenta y progresivamente hizo todo lo necesario para ganarse un lugar.

Nunca la había mirado con ojos de "hombre", ya que al principio la consideraba una familiar. Algo que, en la mayoría de los casos, bloquea la imaginación en cuanto al sexo.

Siempre tuvimos una buena relación, lo pasabamos bien cuando coincidíamos, pero siempre rodeados de gente, su marido, mi mujer, sus padres, amigos, etc.

Se ve que mientras yo tenía mi lascivia nula hacia ella, a ella no le pasaba lo mismo. Con el tiempo empecé a notar cómo siempre encontraba el momento para entrar en contacto conmigo, una mano en mi mano, o en mi pierna, etc.

Con la excusa de los ordenadores, los que en general se me dan bien, encontró la forma de estar más en contacto conmigo, sin que haya tanta gente alrededor. Al principio aparecía por casa (vivía a pocas calles) para que le permita utilizar mi ordenador (le había ya sacado una cuenta de MSN y enseñado a utilizarlo para hacer conferencias con sus amigas).

Siempre me pedía que me quede junto a ella para "asistirla" en caso de que algo no le funcionara. Y como el estudio donde esta el ordenador está algo apartado del resto de los ambientes, estabamos casi solos.

Así fue que descuidadamente, empezó a poner su mano derecha sobre mi pierna izquierda. Luego llegó a que esa mano se ubicase entre mis piernas, aferrándose a la parte alta de mi muslo interior, pero sin alcanzar a tocar mi pene, por muy poco, por sobre el jean.

Estas actitudes hicieron que cuando tuviese sexo en soledad, ella ocupase alguna fantasía con las que me estimulaba.

El día en que tuvimos un orgasmo juntos, yo estaba solo en casa, cuando ella sabiendo que lo estaría apareció por ahí. Traía una falda por encima de las rodillas, unos zapatos con tiras alrededor de las pantorrillas, una camiseta estrecha, muy ajustada a su torso que realzaba sus enormes pechos en un escote revelador. Yo de entrecasa, con un pantalón de jogging o chandal, y una camiseta. Llevaba un boxer como ropa interior.

Se sentó junto a mí y me pidió que no me fuese. Su mano ocupó el lugar habitual, y por primera vez desde que me la metiera entre mis piernas, me preguntó si eso me molestaba. Le dije todo lo contrario. Su presión aumento un poco.

Noté con asombro mientras ella miraba la pantalla, que no traía sostén, ya que sus pezones se marcaban bajo la tela fina de la camiseta. Estaba excitándose.

Mis fantasías vividas en momentos de soledad, vinieron a mi mente, y mi pene empezó a latir a medida que crecía. Sabía que con lo que llevaba puesto, no tardaría en ser evidente como sus pezones erectos.

En eso, como si de la providencia se tratase, entró un llamado de un amigo. La conversación se demoró. Pensé que eso me ayudaría a pasar el momento. Ella, se recostó en el sillón del estudio, y se quedó adormecida o se hizo la dormida.

Cuando terminé de hablar, ya más relajado y creyéndome a salvo, la miro y veo que estaba dormida... y que mientras dormía o hacía que dormía, se le había recogido la falda sobre las piernas, y desde mi posición, con sus piernas semiabiertas, vi que no llevaba ropa interior. Ahí estaba su vagina, su coño, completamente depilado, con su piel suave, con sus labios inflados, enrojecidos, humedos... La miré y su cara estaba girada hacia la derecha, sus ojos cerrados, su boca apenas abierta, sus tetas con los pezones aún endurecidos...

Mi pene se puso duro, gordo, grande en un segundo. Mi mano entró bajo mi ropa interior y comencé a masajearlo profundamente. Cada vez más estaba embriagado por las imagenes de mis momentos fantaseados con ella, y las imagenes ante mí, de mi cuñada entregada esperándome.

Me acerque al sillón lentamente y mi mano libre se posó en la misma región en la que ella solía ponerme la suya. Su cuerpo se tensó por un brevísimo momento y luego se relajó, sus piernas se terminaron de separar y yo recogí su falda... ahí estaba, desnuda, con las piernas abiertas.

Mi mano se aferró a su coño suavemente, se lo acaricié mojándome los dedos, acaricié sus labios, se los separé, se los estiré, los recorrí arriba y abajo... en mi mente explotaba el placer prohibido. Le estaba metiendo mano a mi cuñada.

Esto terminó de derribar cualquier posible tabú que me hubiese impuesto hacia ella, el instinto estaba libre y me llevaría hasta el final.

Ella, mientras yo me masajeaba la polla y su coño, ronroneaba como una gata, pero sin dejar de representar su falso estado de sueño. Se movía un poco, se mordía el labio inferior un poco, gemía un poco, se lamía la boca un poco... pero no se despertaba.

Dejé mi polla y le metí la otra mano bajo la camiseta y alcancé sus tetas, sus pezones eran como piedritas calientes. Duros, ásperos, tibios... Más gemiditos, ronroneos, movimientos, pero dormida.

Me arrodillé entre sus piernas y me dispuse a comerle el coño, y cuando se lo besé como se besa una boca con pasión, no pudo seguir pretendiendo estar dormida. Sus manos se enredaron en mi pelo, me atrajo la cabeza a su coño y movió sus caderas frotándomelo en la boca mientras se lo mamaba. Su rostro envuelto en una expresión de profundo placer, sus ojos entrecerrados, su boca en una O eterna.

La penetré con mi lengua, le mordí los labios, la lamí como a un helado, le sostuve el clitoris entre mis dientes mientras mi lengua lo frotaba... pero no quise que se corriese aún. Levante sus piernas y se las separé para pasar a lamerle el ano. Enloqueció. Sus manos se clavaban al sillón, su espalda se arqueó. Sabiendo qué haría a continuación, antes me levanté y le ofrecí mi polla totalmente erecta para que me la mamase, lo cual no tardó en hacer.

Sus manos me la tomaron como si su vida dependiese de ello y su boca se abrió para metersela. Comenzó a moverse delante y atrás, a rozar mi cabeza con su lengua mientras la tenía dentro, sus manos a frotarme el tronco y el nacimiento de los huevos... definitivamente, mamaba muchísimo mejor que su hermana.

Tampoco quise correrme yo... había un ano que me esperaba... no sabía si alguna vez se lo hubiesen penetrado, pero no me hubiera sorprendido. Se la veía ducha en cuestiones sexuales. Así que me puse como antes, y le lamí el ano un par de veces mas.

No tenía preservativos, ni ella llegado el caso sacó uno de su cartera. Así que consideré hacerla correr con mamadas y luego yo igual ya que no estaba seguro de follarla sin condón.

Pero como una locura aún mayor, seguí adelante.

Me arrodillé apoyándole la cabeza inflamada de mi polla en su ano mojado, color rosa. Me miró con sorpresa pero no hizo ademán de que no quisiera que continuase por ahí... así que comencé a empujar despacio pero firme y continuamente... sus ojos se cerraron fuerte con expresión mezcla de dolor y placer cuando mi cabeza entró en ella y su ano volvió a cerrarse tras ésta. Seguí empujando un poco más mientras escuchaba sus gemidos y los mios.

Estaba ya bombeando mi polla en su culo, mientras le acariciaba el coño, con sus piernas una en cada hombro y una mano manoseándole las tetas. La que no le manoseaba, se movía al ritmo en el que le bombeaba polla.

Ya no había vuelta atrás... me la estaba follando, sin condón, con las ropas medio puestas en el sillón de mi estudio. No había razón para no disfrutar de la situación a pleno, salvo el hecho que mi mujer pudiese volver antes de lo previsto.

Así que luego de unos minutos de darle por el culo, habiendo llegado a apoyarle los huevos en las nalgas, saqué la polla. Tenía pensado provocarnos la corrida ya que no iba a penetrarla por el coño luego de metersela por el culo, cuando veo que rebuscando en su cartera sacó un condón. Lo tomo al vuelo y me lo calzo.

La puse de costado, con las piernas recogidas en posición fetal, le levante la nalga y ahí estaba el ano que había sido mio y el coño que lo sería en segundos.

Me arrimé y la penetré despacio. Su rostro y sonidos casi me hacen correr. Empecé a moverme mientras la follaba cada vez más fuerte, en su postura me miraba por encima del hombro y gozaba.

Seguí penetrándola firmemente, levanté una de sus piernas para ponersela de nuevo en mi hombro. Luego la puse en posición de perrito... para montarla como a una yegua al momento de corrernos...

Clavó las manos en en sillón mientras hacía fuerza para que mi polla se le metiera bien adentro hasta sentir en la punta de la cabeza el roce contra el tope de su interior.

Nos quedamos jadeando unos segundos, tras los cuales nos incorporamos, yo me quité el condón, ella me mamó la polla aún cuando quedaban restos de mi corrida. Se relamió los labios mientras se acomodaba la ropa y el pelo. Me puso su mano en mi pecho ya vestido y sonrio bajando la vista.

Salió sin decir una palabra. Es más, no la dijo desde que la desperte, si es que estuvo realmente dormida, con mi mamada.

Tras este hecho, no volvimos a buscar quedarnos a solas. Ni nos lanzamos miraditas cómplices, ni hablamos del tema.

Es como si no hubiese ocurrido.

Lo cual en mi situación es lo mejor.

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