domingo, 3 de enero de 2010
Maldita la sangre
Siglos habían pasado desde que recibió esa maldición a la que consideraba una bendición.
Resultó maldita gracias a un extranjero que había sido amigo de su familia, acaudalada, la más rica de la ciudad. Este hecho había atraído a muchas personas que intentaron acercarse a ellos, conociendo así infidad de personajes de todas las calañas. Pero aquel extranjero había sido único. Enseguida se sintió atraída en cuerpo y alma hacia él de una forma que no había experimentado.
Por aquel entonces la esperanza de vida era mucho más corta que la actual, por lo que las personas maduraban mucho antes. Era habitual que la mujer se casara con 15 años, teniendo hijos a partir de entonces. Ella había sido rebelde desde muy temprana edad y había tenido un padre que la adoraba y que era muy permisivo con ella, incluso al punto de permitirle ir en contra de las costumbres tan arraigadas de su época. Por ejemplo, casarse por amor, cosa poco común en su estrato social donde las bodas se realizaban para beneficio de las familias.
Así, con sus 20 años aún no se había prometido y no le importaba que pudieran ya tildarla de solterona. Esto a la larga la benefició, ya que al resultar maldita, el tiempo para ella se detuvo. Quedando prisionera en un hermoso cuerpo de 20 años para siempre. Y aunque el tiempo no la afectase, aunque fuese inmortal, pocas cosas hubieran podido matarla, su memoria le permitía rememorar todo lo vivido a lo largo de estos siglos como si hubiera sido ayer.
Recordaba la intensidad del deseo hacia el extranjero. Aún siendo un hombre mayor de unos 45 años, se había fijado en ella con sus 20 años, a pesar de ser mayor que su propio padre. Y a ella con su rebeldía a veces incensata y sin sentido, la hacía sentir aún más interesada en él. Así fue que poco despues de haber mantenido la primera conversación con aquel intesante hombre, que parecía haber conocido cada rincón del mundo, se entregó a sus deseos.
El miedo que sintió al conocer la realidad del extranjero fue mortal, el terror atenazó su joven e inexperto corazón, momentos antes de resultar maldita. El profundo terror entonces se mezcló con un placer que nunca más volvió a sentir, pero que desde entonces infinidad de veces había provocado.
Su primer contacto con alguien tras recibir la maldición había sido con su hermana menor. Sin entender lo que le estaba pasando, su nuevo instinto la guió de la mano por un camino de autodescubrimiento. Y la ayudó a seducirla. Y a matarla para alimentarse. Su familia no sospechó que tuviera algo que ver con la sorpresiva muerte de su hermana durante la noche, al encontrarla a ésta la mañana siguiente, pálida en su cama, con una expresión de calma en su rostro. El médico de la ciudad al examinarla no pudo encontrar las marcas de sus dientes. Ella descubrió que dentro tenía un instinto sexual que se había fusionado con su nuevo instinto asesino, y que con el tiempo la mantuvo a salvo de que sus personas cercanas relacionaran la cadena de desgracias que los afectarían de ahora en mas con la actividad de un vampiro.
Así, uno a uno fue alimentándose de su familia. A su hermana la siguió su cuñada, luego su hermano, luego su madre, luego sus pequeños sobrinos, la servidumbre y al final su padre. Con todos y cada uno había tenido relaciones sexuales. A todos y cada uno había seducido envuelta en su sensualidad sobrenatural. Y a todos había matado bebiéndolos hasta la última gota de vida. En todos los casos el médico certificaba la muerte por causas de una misteriosa enfermedad al parecer contagiosa, ya que en ningún caso tras la exploración de los cuerpos se encontró con las marcas de los dientes de la vampiresa. Ya en los ultimos casos, no quiso acercarse por la casa temeroso del contagio. En la cuidad se comentaba que el extranjero que había estado alojado en la casa de la familia, había traido consigo alguna extraña enfermedad de alguno de esos lugares inóspitos por los que había vagabundeado. Esa creencia no era del todo precisa, pero no se alejaba mucho de la realidad.
Al haber asesinado a toda su familia y a la servidumbre ya nadie quería acercarse por allí, ni tener contacto con ella ya que la consideraban contagiosa. No hacía mucho Europa había sido arrasada por la peste. La memoria colectiva estaba muy suceptible a noticias de extrañas enfermedades contagiosas.
Por ello una noche de verano, decidió abandonar su enorme y solitaria mansión en medio de la extensión de tierras de la familia, para no volver nunca más. Supo mucho tiempo después que cuando nadie tuvo noticias de ella, asumieron que había muerto de aquella enfermedad que asoló la familia. Decidieron entonces incendiar la casa quemándola hasta sus cimientos, sin entrar a verificar que ella estuviese muerta dentro, cosa que asumieron. Años después el Conde de aquella región se había apropiado de las tierras de la familia por la falta de pago de los impuestos a la Corona. Así no quedó memoria de su familia ni de su propia existencia.
Pero todo aquello había sido tiempo atrás. El mundo había cambiado mucho desde entonces. Y ella debió cambiar con éste. El cambio la había beneficiado. Hacía que no pasara hambre. La muerte hoy en día era tan habitual como lo fué entonces, como lo había sido siempre. Hoy solo que debía ser más cuidadosa en su proceder. La promiscuidad sexual la beneficiaba. Haber sido maldita a aquella edad y que el tiempo se detuviese en ella, la beneficiana. Su belleza natural la beneficiaba. Su profunda sabiduría adquirida tras cientos de años de existencia la beneficiaba.
Aún así le sucedió lo que pensaba que no le pudiese suceder. Se creía inmune a ello. Pero se equivocaba.
La modernidad le permitía acceder a métodos nuevos para acceder a su alimento. Entre ellos, estaban las redes sociales. Tenía hace unos años su perfil cargado en casi todos las redes sociales, en las más pobladas como MySpace, FaceBook, NetLog, incluso tenía su avatar en SecondLife. En todos se declaraba una vampiresa abiertamente sin que eso la pusiera en la mira de aquellas hordas enfurecidas que en la antigüedad le hubieran dado caza y quemado viva. Sin duda los tiempos habían cambiado.
Así, a través de una de estas redes sociales, la conoció. Natalia. Resultaba tan inocente, tan hermosa, tan deliciosa. Natalia se le acercó solicitándole su amistad en su red social. El perfil que tenía allí, con relatos eróticos no tan ficticios, con fotos de vampiresas obtenidas de la red había resultado un imán, una tela de araña de seducción a la que Natalia no había podido resistirse. No era la primera mujer que se le acercaba... aunque la gran mayoría obviamente resultaban ser hombres. Hombres que no tenían idea de cómo acercarse a una mujer, de cómo resultar tan sólo un poco interesantes u originales. Pero ella no quería más que alimentarse, por lo que como la araña con su tela, ella los atrapaba fingiendo interés en las tonterías que todos decían, al parecer habiéndolas aprendido en el mismo lugar, resultando tan predecibles, como la mosca que se sacude en la tela y solo consigue quedar aún más presa.
Pero Natalia era la inocencia personificada. Y mientras creía que la envolvía con sus redes de seducción, resultaba que se enredaba un poco ella misma. Natalia sentía cierta curiosidad por la seducción femenina. Había tenido alguna vez una experiencia con una amiga de su instituto con la que se habían besado y acariciado por encima de su uniforme. Desde entonces siempre fantaseaba con tener sexo con una mujer. Natalia sería una presa fácil.
Así se agregaron a su MSN y mantuvieron conversaciones durante unas semanas. Luego pasaron a utilizar sus camaras para verse. Ella utilizaba toda su seducción y Natalia sucumbía a ella. Entregándose de forma virtual sonriendo a sus comentarios, excitándose con sus historias.
Las semanas pasaron y ella cada vez más pensaba en Natalia, en encontrarla conectada, en recibir sus comentarios en su perfil, en obtener respuesta a sus mensajes. Y no la defraudaba. Ella sentía que el momento de alimentarse se aproximaba por lo que pronto provocaría el encuentro.
Así luego de un tiempo prudencial durante el cual fue seduciendola, Natalia parecía lista. Desde el principio había respondido a los estímulos que ella le envíaba ya sean escritos, por camara o por microfono. Natalia la deseaba. Y ella deseaba alimentarse.
El encuentro sucedió. Natalia y ella se encontraron en un centro comercial con la excusa de tomar algo juntas y conocerse en persona. Esto era habitual ya que ella no se entregaba tan fácil como para despertar sospechas, sino que luego de compartir un tiempo en línea, pasaba a un encuentro a primera hora de la noche, con la excusa que salía tarde de su trabajo. Y era entonces donde daba el golpe de gracia, utilizando su encanto de vampiro al que los simples mortales no podían resistirse. Natalia no fue la excepción, ya que si ella se lo hubiera pedido, se hubiese entregado allí mismo, en un rincón un poco apartado de la vista.
Tras el primer encuentro, como era habitual, era Natalia la que se obsesionó con el segundo, el cual no tardó en suceder. Ella la invitó a su casa y Natalia accedió de inmediato. No le importó lo apartado de la ubicación de la casa ni lo amplio de los jardines ni lo poco que se veía desde el exterior. Natalia quería entregarse a ella. Y ella la esperaba.
Cuando la recibió llevaba un largo, fino y transparente camisón. Natalia llevaba un vestido que le quedaba muy bien realzando sus atributos físicos, haciéndola lucir extremadamente sensual. Ella le tomó la mano y la invitó a entrar. Antes de cerrar la puerta, como siempre hacía, miraba alrededor en busca de miradas inoportunas.
La abrazó y le dijo palabras amables y la sedujo aún más. Natalia se sentía embriagada de placer en su presencia. Sus inhibiciones habían desaparecido por lo que haría lo que ella le pidiera. Ella la besó. Natalia recibió ese beso abriendo su boca esperando que ella le introdujese su lengua suave, humeda y cálida. Respondió al contacto de su lengua con la suya acariciándola dentro de su boca.
La excitación de Natalia era la más intensa que había experimentado. Era víctima de la mezcla de seducción e hipnósis de la vampiresa. Cuando ella la llevó a su cama, la siguió dócil. Allí ella se desnudó para Natalia quien comprobó la belleza de ese cuerpo milenario, la turgencia de sus pechos, la suave curva de sus caderas, la planicie de su abdómen, el cabello ondulado y negro cayendo sobre sus hombros. Natalia sintió el calor y la humedad entre sus piernas, la súbita dureza de sus pezones.
Desnúdate, le dijo y Natalia no demoró en hacerlo. Así en un momento estuvieron las dos desnudas una frente a la otra.
La vampiresa la tenía por completo bajo su dominio. Se le acercó y se le puso detrás. Su boca bajó a su oido y le susurró palabras exactas, la acarició de forma precisa. Natalia estaba en éxtasis. Su respiración se aceleraba. Su mente rodeada de algodones dejaba su conciencia en manos de la vampiresa.
Antes de alimentarse la vampiresa acostumbraba saciar su otra sed. Su sed sexual. Por lo que hacía que sus amantes se ocupasen de ella y siempre lo hacían deseosos de complacerla y ahora no sería diferente. Fue hacia la cama y se tendió en ella en actitud de entrega a la que Natalia respondió. Acercándose comenzó a acariciarle el cuerpo, estimulando sus zonas erógenas, besándola no solo en la boca, montándola, frotándose, gimiendo y jadeando. Ella sentía el placer que Natalia le daba de forma algo más intensa de lo habitual. Parecía ser que había demorado el momento de alimentarse más de lo normal. Debería haberla devorado algunas semanas antes. Pero si por demorar el momento, el placer que recibía aumentaba de esa forma, a partir de entonces, demoraría el momento.
Cuando ella obtuvo su orgasmo de vampiro cambió su actitud y se apoderó de Natalia, que se entregó entera. La acomodó en la cama y comenzó a tomarla. Caricias, palabras, besos. Sus dientes de un blanco perlado se alargaron dándole a su boca esa forma tan sensual de vampiro, con sus colmillos sutiles asomando y modificando la curva de sus labios. El momento de alimentarse estaba cerca. Natalia sentiría aquel terror que ella misma había sentido siglos atrás. Y luego el placer de ser devorada se uniría al terror, siendo la última experiencia de su vida.
Estaba entre las piernas de Natalia, asomando su lengua entre sus colmillos de depredador. Natialia estaba a punto de estallar de placer. Con su rostro envuelto en la expresión de los instantes previos al orgasmo de su vida, levantó su cabeza y quiso mirarla al tenerlo. Pero el terror reemplazó al placer. No era ella quien la besaba entre sus piernas. La reconoció detras de esa máscara monstruosa. Sus ojos estaban completamente negros, no tenían partes blancas, eran dos bolas negras cristalinas. Su boca era mas grande y sus dientes, esos colmillos eran de lobo. Sus manos aferradas al interior de sus piernas, tenían ahora unas uñas que parecían cuchillas por lo largas y afiladas. Un monstruo sensual estaba lamiéndola entre las piernas... y el terror era lo único que ahora sentía, incapáz de moverse.
La vampiresa entonces, viendo el terror en la expresión de Natalia, procedió a devorarla hundiéndo su rostro entre las piernas de su alimento, succionando sus labios exteriores e interiores y clavando ahí sus colmillos. Los forenses no encontrarían las marcas, como no lo hizo el médico de la familia siglos atrás, ni ningun otro encargado de examinar los restos que ella dejaba tras alimentarse.
Natalia gritó, se arqueó, aferro las sábanas en sus manos, puso los ojos en blanco comenzando a sentir aterrorizada el orgasmo más intenso de su vida, que se prolongaría lo que la vampiresa demorase en alimentarse.
Los ojos negros, a la altura de su monte de venus, cerrados, se abrían de cuando en cuando manteniendola bajo el dominio del depredador. Natalia no podía resistirse a ese placer ni a ese control. Movía su cadera lentamente arriba y abajo en la boca de la vampiresa mientras seguía gimiendo y gritando mientras ese orgasmo se prolongaba.
Lo que habitualmente es la humedad y el calor de la excitación, hoy se le mezclaba con la humedad y calidez de la sangre derramada de la herida de la que ella se alimentaba, aumentando las sensaciones.
Una lágrima se deslizó por la mejilla cada vez más pálida de Natalia, y ella la vió. Su concentración se perdió. Lo que ella creía que había sido la necesidad de alimentarse, a lo que la culpó por la aparente obsesión e interés que sintió casi desde el momento de conocerla se reveló como amor. Estaba matando a la única persona por la que había sentido amor. Con su mente cegada por el sabor de la vibrante sangre de Natalia que fluía del manantial, intentó pensar. Intentó recuperar su verdadero ser por sobre aquel ser monstruoso.
Se apartó de Natalia, de su manantial. Pero Natalia, la miró suplicante, No pares, tómame, dijo aún aferrandose a las sábanas y moviendo su cadera con las piernas abiertas y sangrando.
Ella se debatía entre su instinto arraigado hacía siglos y entre lo que sentía por ella, lo cual era nuevo y confuso. Y Natalia que seguía rogándole que la tomase. Pero no era Natalia en realidad, actuaba víctima de los encantos de la vampiresa.
En su interior la lucha se encarnizó. No quería perderla, quería mantenerla a su lado para toda la eternidad, quería maldecirla, bendecirla para que estuvieran juntas para siempre. No quería añorarla, ni sentir su ausencia en su corazon por siempre. No quería sufrir el resto de la eternidad. No quería enfrentarse a la realidad de su maldición, no quería darse cuenta de que en realidad no era la bendición que siempre había pensado que era.
Sus ojos se posaron en el cuerpo desnudo de Natalia. Sus ojos entrecerrados, su boca entreabierta, sus labios perfectos, su lengua que los recorría, su cuello sensual de mujer, sus brazos delicados, sus manos femeninas aferradas a la sábana, sus pechos que mantenían su forma desafiando a la gravedad aun estando recostada boca arriba, sus pezones erectos, ese abdómen plano y suave, el monte de venus que precedia a su sexo, esas piernas largas con muslos torneados... y la sangre... la sangre que aún manaba del manantial de su entrepierna.
Su ser monstruoso, su instinto asesino, su lado depredador fue víctima de Natalia a la que no pudo resistirse.
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