miércoles, 10 de agosto de 2011

Homo Interruptus

Maldijo una vez mas su dejadez y el exceso de optimismo de ella. Ambas cualidades en cada uno, al final, los había empujado a ese viaje de 16 horas en bus, por no ocuparse a tiempo y por creer que los vuelos baratos serían baratos hasta el último momento.

En realidad el tiempo podría pasar pronto, si, como todo el poco pasaje que iba en el bus, pudiese dormir en esos asientos generosos, del coche cama. Pero no podía. Aunque el viaje estuviese programado para producirse durante la noche, y así pasar desapercibido a los pasajeros. A los pasajeros que dormían, como su novia, a su lado.

Y lo peor, es que para él, este era el segundo viaje, el de vuelta. Ya había ido hacía una semana. Había viajado sólo, a encontrarse con su novia, en la ciudad natal de ella, pasar unos días y volver juntos a la ciudad en la que ambos residían.

El mismo viaje, el mismo trayecto, la misma duración, algunos mismos pasajeros... y la misma azafata. Sí, azafata. En un bus una azafata. Extraño, pero allí estaba. Y en el viaje de ida, habían conversado bastante, ella no podía dormir, ni él tampoco, aunque por diferentes razones cada uno. Al subir a este bus, volviendo, se habían saludado y conversado un poco cuando la azafata había terminado de hacer las cosas y quedaba a la espera de que alguien necesitase algo. Habían hablado los 3 animadamente. Ahora, su novia dormía y él maldecía la dejadez y el optimismo.

Con el bus en penumbras y en silencio en sus dos pisos casi despoblados, se aburría. La azafata al parecer, también. Pasó caminando por el angosto pasillo hasta donde estaba el chófer que descansaba para darle un botellín de agua. Le gustaba su figura y como la ropa de trabajo la enaltecía. Camisa blanca ceñida, falda ajustada, cabello recogido, tenso, en una gruesa y sedosa cola de caballo rubia.

Cuando regresaba a su último asiento lo vio despierto, le sonrió, y le hizo una seña para que fuese con ella, si lo deseaba. Podrían conversar, hacerse compañía. Y sí, se levantó con cuidado para no despertar a su novia y la siguió.

Sabía bastante de la azafata. En aquel viaje de ida habían conversado mas de 10 horas. Ella también sabía cosas de él. Él sabia que era 3 años mayor que ella, que ella no tenia novio, que vivía con sus padres, que viajaba mucho, que era de pensamiento liberal en cuanto a la sexualidad... y que se le había insinuado. Ella sabía que él viajaba para estar con su novia, que vivían cada uno en su casa, que hacía menos de un año que estaban juntos... y que él había sido infiel en una relación anterior cuando era incipiente.

Se sentaron uno junto al otro en el mismo asiento, y ella apagó las luces de lectura. El final del piso bajo del bus quedo oscuro. Si alguien llamaba a la azafata, se le encendería un led rojo indicando el asiento en el panel de enfrente con el sonido de una campanilla.

-¿No temes quedarte dormida así? -Preguntó él.

-No, estás aquí, no voy a dormirme. ¿Qué tal ha estado el viaje?

-Regular, la verdad.

-¿Por qué?

-Bueno, conocí a su familia, me alojé en su casa. La madre, resultó una adicta a los tranquilizantes, al parecer. Se pasaba el día como flotando entre algodones, hablando tooodooo aaasiii, me ponía nervioso. El padre, un controlador de cuidado, le cuestionaba a ella la ropa que se ponía, llegó a decirle una noche que íbamos a la disco, que parecía una puta, literal ¿eh?

-Joder, ¡qué fuerte!

-Sí, no supe qué hacer, si defenderla o dejarlo pasar, como algo entre padre e hija. Y al final no hice nada. Sólo me sentí mal. Y luego el hermanito de los cojones, un enfermo de los celos con la hermana, que es verdad que hacía mucho que no veía, pero tan enfermo resultó que no se nos separó un momento, a dónde íbamos se nos adhería. Parecía estar compitiendo conmigo por seducir a su hermana... todo muy raro en esa casa.

-¿Es pequeño el cabroncete?

-No tanto, 15 o 16. Un pajero de cuidado.

Ella rió ante esa afirmación.

-Que lástima -acotó-. Lo habrás tenido difícil en ese entorno para poder tener sexo con ella durante tu estadía, ¿verdad?

-Bueno, ese también fue un tema. Casi no teníamos intimidad, yo dormía en una habitación para mi sólo. Ella dormía con el enfermito. Hubieron pocas ocasiones en las que poder tocarla de esa manera.

-Oh, ¿sólo has podido tocarla? ¿No la has penetrado en todo este tiempo?

-Íbamos a una playa cercana, pero que había que ir en bus. Iba siempre a reventar de lleno, pues había poca frecuencia. Pasaba uno cada hora o así. De forma que viajábamos como sardinas en lata. El tercer día, cuando volvíamos, empezó a oscurecer ya que el bus anterior lo habíamos perdido. Estábamos de pie ella delante de mi, yo detrás, el hermanito por ahí cerca, pero distraído hablando con otros amigos del grupo.

-¿Y qué pasó? -Preguntó interesada y entretenida.

-Sentí como apoyó su culo contra mi paquete y comenzó a moverse despacio. Me masajeaba el tema con las nalgas, mirando hacia adelante con cara de no estar pasando nada. Y yo intentando poner esa cara mientras sentía como se me iba poniendo dura.

-¡Uy! ¿Y no los vio nadie?

-No, estaba oscuro ya, la gente estaba cansada dormitando o conversando entre ellos metidos en sus temas. Pero tampoco se podía follar, no pasó nada aparte de esos masajes y de un par de caricias asustadizas a la erección que me había provocado.

-¿Y te quedaste así? Que putada.

-Sí. Otras veces pasó mas o menos lo mismo. Antes de ayer, ya estaba hasta los huevos de todo. Volvíamos sentados esta vez, de noche también, cubiertos por una toalla porque estaba fresco, así que por debajo de la toalla, le acaricié el coño por encima del bañador, abrió las piernas, le metí dos dedos debajo de la tela y le acaricié el clítoris hasta que se corrió muy disimuladamente. Pero así y todo creo que el enfermito, nos miraba. Pero como te digo ya me daba igual.

-Mmm que linda imagen, pero al final ella se pudo correr y tu seguías a dos velas. ¿En la casa no pudiste hacerle nada?

-Sí, pero fue frustrante como el bus. Una mañana llevaron al enfermito a anotarse en el colegio, y nos quedamos solos. Yo estaba durmiendo. Habían salido muy temprano. Ella me despertó con una mamada, cuando abrí los ojos alterado y excitado, la tenía ahí comiéndomela. Mira como estaría yo de mentalizado que lo primero que dije fue preguntar por su familia en lugar de arrancarle el camison bajo el que estaba desnuda y follarmela entera.

-Y ahí entonces sí te corriste.

-No, me la puso como una moto, y me la hizo chupársela a ella, ya que en teoría teníamos tiempo, pero cuando se la comía escuchamos llegar el auto, y la muy puta, en lugar de cortarlo, me agarró de pronto de la nuca, y empezó a moverse contra mi boca, follándomela un momento hasta correrse ahí, con movimientos bruscos. Recuerdo como se le sacudían las tetas mientras se corría con la boca abierta los ojos muy cerrados, como gritando, pero muda.

-¡Que cabrona! Ya tuvo 2 corridas y tu ninguna.

-Ya te digo.

-¿Y nada más?

-Hubo otra vez en la que le pidió prestada una habitación a una amiga que vive junto a la casa de sus padres. La habitación estaba sobre el garage de su casa, por lo que tenía mucha intimidad. En su casa hicimos todo el paripé de irnos a la disco, pasábamos a buscar a esta amiga y seguíamos. Pero en realidad nos íbamos a quedar ahí. Mientras esperábamos detrás de la casa, estuvimos besándonos, metiéndonos mano hasta que me desabotonó el vaquero y me empezó a dar una mamada.

-Así que cuando subieron a la habitación estabas muy entonado.

-Estaba muy entonado, pero no pudimos subir, porque la madre pastillera nos vio en el jardín de la vecina.

-¡¿Vio como la hija te daba una mamada?!

-No, no. La había hecho deternerse porque iba sino a correrme ahí mismo, y prefería hacerlo más cómodamente, por la promesa de esa habitación, pero al vernos la madre ahí tuvimos que ir a la disco.

-¡Que putada!

-Sí. Luego en los reservados de la disco, nos metimos mano de nuevo, y ella tuvo otro orgasmo cuando la penetraba...

-¡Bien!

-... con 3 dedos.

-¡Joder!

-Sí -confirmó él-.

-Al menos habrás tenido orgasmos tu sólo, ¿no?

-No.

-¿Cómo que no? ¿Por qué no?

-Por que la esperanza es lo ultimo que se pierde. La tenía ahí como tu dices, y quería descargar todo mi deseo acumulado dentro de ella, no en mi mano. Pero al final no pude hacerlo.

-Pero con lo fácil que es tener sexo y que te hayas pasado todos esos días con tu novia de esa manera, sin poder hacerlo. Ahora mismo podríamos tener sexo tu y yo aquí sin mayores inconvenientes.

-Calla, calla.

-Sería muy fácil -dijo apoyando la mano sobre la pierna de él que tenia junto a la suya -. Podría besarte, los labios, la lengua, el cuello. Esta mano -dijo y aplicó una suave y cálida presión en la pierna-, buscaría tu paquete, sin problemas en encontrarlo, porque imagino que ya esta despierto, como lo esta mi tema... después de esta conversación -se acercó y suspiró sobre los labios separados de él, que respiró ese dulce y sensual aliento-.

-Sí, esta despierto...

-Lo sé. Luego te dejaría desabotonarme la camisa, y mover mi sujetador a un lado, para exponer mis pechos parcialmente, para desnudar mis pezones, ya muy duros.

-Eso estaría bien... -dijo como ausente-.

-Me los besarías, con suavidad. Me los lamerías despacio. Me acarciarías mis pechos con cuidado, presionando en la justa medida para ponerme muy excitada, incluso más que ahora -y cumplió con la primer parte del plan, besándolo como había prometido.

El no pudo más que devolverle el beso. Embriagado de hormonas que lo recorrían interiormente causando revueltas allí donde llegaban, provocando destrozos y saqueos, instaurando el cáos y la anarquía en su sistema, derribando las barreras sociales, culturales, sus valores y principios. Días y días de una promesa que su novia no se había preocupado en cumplir, mas allá que para sí misma, habían causado la rebelión. Bueno, tuvo que haber una incitadora.

Ella ya no hablaba, solo ronroneaba entre susurros mientras lo acariciaba, recorriendo el cuello de él con sus labios, con su lengua. Y él jadeando por el masaje de esa mano pequeña pero experta sobre su erección bajo el vaquero.

-Sólo procura -dijo ella-, no hacer ruido...

-No... silencio... sí -balbuceó incoherente y ebrio de placer acumulado-.

Su lengua recorrió el cuello de él por completo, lamiendo orejas, yugulares, nuez... mientras continuaba ronroneando. Su mano empezó a desabotonar su vaquero, y luego se introdujo dentro del boxer de tela, tocando por primera vez la piel de su erección, tan tensa, tan vibrante, tan caliente.

Ambos susurraron un gemido.

Su otra mano, tomó una de las de él, grande y potente, y la llevo a los botones de su camiseta. Y como él conocía el guión, se la desabotonó, movió el sujetador y desnudó sus pechos, pero mucho más que parcialmente. Así con sus pechos desnudos ella se retiró de su cuello y le dejó espacio para que sea él ahora quien bese, quien lama, quien chupe.

Ella tenía la mano en su erección, y ya había echado para atrás la piel de su cabeza, y se la acariciaba sabiendo que allí las sensaciones para él serían muy intensas, y con la otra jugaba con el pelo de él mientras tenia su cabeza apoyada en sus tetas mientras él se las devoraba como un caníbal dócil.

Sintió como una mano de él ya libre, buscaba la intensa humedad entre sus piernas, por lo que adelantó la cadera y abrió las piernas entregándose a sus manos.

-Déjame ocuparme de ti -dijo ella luego de que ya tuviese sus pezones como rocas volcánicas, y sus labios como los de un boxeador apaleado.

El se recostó hacia atrás en el amplio asiento cama, y ella se inclinó sobre su cabeza enorme y roja. Con la punta de su lengua arrastró una gran gota transparente y densa de líquido preseminal, que continuó adherida a ambos extremos como una cristalina telaraña en una mañana de rocío. Y luego se ocupó de recogerla y beberla.

El estaba en el cielo, gozando de una forma cómo hacía mucho que no gozaba. En ese momento de embriaguez era incapaz de analizar por qué. Si por la acumulación de toda aquella tensión sexual y orgasmos inconclusos, o por la situación de hacerlo en ese bus, con gente, poca eso sí, pero gente al fin tan cerca, por estar su novia unos asientos mas adelante... o todo eso junto.

Pero ese paraíso se vio alterado con el led rojo y la campanita que de pronto empezó a sonar.

-¡¿Qué?! ¡No! -se quejó él.

-Mierda -se resignó ella en voz baja mientras se acomodaba el sujetador y se abotonaba la camisa-. Ya vengo bebé... lo siento.

El quedó sentado como si ella continuase sobre él, con su erección expuesta. La sentía latir, la veía palpitar al ritmo de esos latidos. Sentía la humedad de la saliva de ella que se la cubría toda y aumentaba la sensación del aire acondicionado sobre su piel mojada.

Un momento, quizá demasiado extenso, después ella volvió apresurada de cumplir con su tarea.

-Bebé sigues igual de duro que cuando me fui... venga -Pasó por encima de él, sentandose contra la ventana, apoyó la espalda contra el agradablemente frio cristal, subió una pierna al asiento, la otra la llevó contra el respaldo del asiento delantero y así su falda se replegó a su cintura. Con una mano desnudó sus pechos, y con la otra expuso sus labios moviendo su braga a un costado.

El se zambulló de cabeza entre las piernas de ella. Y comenzó a saborear su flujo, cálido y eléctrico mientras sus manos se clavaban en sus tetas desnudas.

-Ay bebé... sí... así, cómeme toda... es tuya bebé... yo te compenso... méteme la lengua... bébeme, ah sí... así... ¿te gusta? ¿te gusta?

-msí... -respondió con la boca llena de pliegues rosados-.

-Ahora -dijo ella-. Dámela -y le entregó un preservativo.

El se retiró apresurado a colocárselo mientras ella se mantuvo en su posición, respirando entre jadeos y ronroneos.

Pero el infierno regresó en forma de luz de led roja y sonido de una campanilla.

-¡No! -dijo ella cabreada-. Mierda, mierda... ¡Mierda! -mientras se volvía a acomodar las prendas y pasaba encima de él y de su erección cubierta en látex naranja. -Joder... joder -seguía quejándose mientras se alejaba por el pasillo.

El sentiá ya que todos esos días de promesas sexuales incumplidas y estas cada vez más frustrantes interrupciones estaban haciendo mella. Sentía su profunda excitación, esa que lo había llevado a estar ahi, y que se transformaba en dolor físico. Sus huevos latían dolorosamente. Se retorcían dentro de él, necesitaba tener un orgasmo ya no por principios, era una necesidad fisiológica impostergable.

Notó la creciente iluminación en el horizonte... en poco tiempo sería un amanecer, y el interior del bus se llenaría de claridad, y la gente empezaría a despertar, su novia podría despertar.

Luego de mucho tiempo ella regresó, y él seguía como cuando ella se había ido. Volvía a disculparse en susurros mientras de nuevo pasaba por encima de él, dándole la espalda. Cuando la tuvo encima, la detuvo, y la invitó a descender sobre tu erección, y ella aceptó.

Se sostuvo en los respaldos del asiento delantero con una mano, las piernas abiertas y él debajo entre ellas. La otra mano movió su braga a un lado, permitiendo la entrada intensa de esa cabeza inflamada.

El echó la cabeza hacia atrás, y libero un suspiro profundo, casi gutural. Tomándola de la cintura la hizo sentarse sobre él de un tirón y la penetró de lleno. Ella ahogó un grito en su brazo. El empezó a moverse, a sacudirse debajo, dentro. Y ella sentía como las venas de ese miembro se hinchaban, como se engrosaba, como crecía aun más, cuando el proceso del orgasmo se iniciaba en él.

Pero el destino no se apiadaba, y sonaron 2 luces en el panel. Y vio movimiento, el chófer que descansaba se había despertado e iba hacia el servicio, y podría verlos. No tuvo mas opción que liberarse de la penetración justo en ese momento. Salió deprisa de encima de él, porque si él se hubiese percatado de que se retiraba, sin duda la hubiese querido retener hasta tener su orgasmo.

-Lo siento, lo siento, lo siento... -repetía una y otra vez, mientras se acomodaba la ropa a toda prisa-. Lo siento... lo siento... lo siento -repetía con su voz, con su mirada, con su lenguaje corporal mientras se alejaba. Era sincera-.

El no podía creer lo que estaba pasando. Sus huevos le dolían como si les hubiesen dado un puntapié, como si estuviesen inflamados por el golpe y les hubiesen dado otro puntapié mas. Latían sordamente. Se movían dentro, sus entrañas estaban en llamas, el dolor y las molestias se iniciaban en sus huevos y se introducían en su vientre por conductos desconocidos. Su instinto le decía que necesitaba un orgasmo, necesitaba eyacular. Todo su ser era una suma de células que en su ADN tenían escrito que éste era un momento para el orgasmo. Para eso se habían preparado, y estaban listas, pero todo parecía confabularse para interrumpírselo. Y estas interrupciones también afectaron a las células cerebrales. Su estado mental estaba alterado. En este momento era mas un animal que una persona. Respondía a los mandatos almacenados en sus genes, no ya a los mandatos artificiales de la sociedad. Dentro de él crecía el cavernícola que había sido su ancestro más lejano y que le había dejado su memoria genética.

Ese abuelo lejano, no habría permitido que lo dejasen llegar a esto. Ese homínido cubierto de pelo, que no conocía la ropa, hubiese penetrado a su hembra en cada una de las ocasiones que él tuvo pero en las que no pudo hacerlo. Para el hombre de las cavernas, de forma reconocible, pero de instintos desconocidos, no hubiesen habido impedimentos para montarla. No le hubieran preocupado los familiares, no hubiese necesitado momentos oportunos, no se hubiese ocultado de la vista de nadie. Y él sin saberlo, estaba cediendo a la llamada de ese instinto, mediante el dolor físico que sentía y mediante las hormonas que lo alteraban. Las restricciones sociales y culturales perdían fuerza frente a este empuje animal.

Ya sería de día muy pronto. La azafata no volvería antes del amanecer, ya no podría penetrarla y derramarse en ella, y si bien el instinto crecía, no era suficiente como para tomarla de pie en el pasillo a la vista de los pasajeros. Tanto no, pero quizá casi tanto.

Confuso, pero seguro a la vez de lo que deseaba y necesitaba se dirigió a su asiento. Ahí en la oscuridad su novia seguía durmiendo. Vestía un pantalón chandal gris, zapatillas y una camiseta de algodón ajustada que marcaba el contorno de sus enormes pechos. Esos pechos extremadamente blancos de pezones ni grandes ni pequeños, tan rosados.

Se ubicó junto a ella, de pié, y procedió a acomodarla, aun dormida, con cuidado pero con decisión y firmeza. Así, tomó una pierna por debajo de la rodilla, se la levantó un poco como para pasar y quedar de pie entre ellas. Se bajó los pantalones y el boxer, quedando con su enorme erección palpitante preparada. Se inclinó aún de pie y tomó la cintura elastizada del pantalón cuidando tomar también la de la braga. Con ambas manos, tiró deslizando la ropa y la dejó desnuda de la cintura para abajo, en un movimiento continuo que además levantó y separó esas piernas blancas dejando el chandal arrugado sobre las pantorrillas, y las rodillas a la altura de sus tetas.

Y abajo, en el medio, ese coñito suave que conocía pero que no había podido tener aun en este viaje. Ese coñito cerrado y seco. Y ella que se despertaba de pronto sin comprender muy bien que pasaba.

Se encontró en su asiento, semidesnuda, en una posición en la cual no podía moverse, con las piernas elevadas y separadas y viendo como el lamia sus dedos antes de llevarlos a acariciarle los labios vaginales para prepararlos. El preservativo ayudaría con su lubricación.

-¡¿Pero que estás haciendo?! -preguntó en un susurro que era un grito contenido para no alertar a los demás pasajeros-. ¡¿Estás loco?!

Lo estaba, claro. Enloquecido. Poseído por su imposible parte animal. No respondió, sino que siguió preparándola para penetrarla. Sus dedos fueron un par de veces mas a su boca y de ahí a los pliegues mas húmedos.

Se inclinó sobre ella, y con el cuerpo arrastró el chandal que estaba entre las rodillas, lo que hizo que las piernas de ella se elevaran más y se abrieran. Con una mano se apoyó en el respaldo del asiento y con la otra aferró su erección y la ubicó entre las piernas de su novia. Empujó y la penetró con firmeza.

-¡No! ¡No! ¡Ah... así no! Ah... cabrón... ah... ah...

El sólo gruñía inclinado sobre ella, moviéndose dentro, penetrándola con fuerza. No la miraba a los ojos, su mirada se posaba sobre las tetas grandes que con la mano libre desnudaba a tirones. Ella lo miraba a los ojos fijamente. Con la boca entreabierta, sacudida en el lugar por las embestidas con las que él la penetraba.

-Ah... Ah... Ah... Ah... cabrón... Ah... Ah... no quería... Ah... Ah... cabrón... -le decía entre sacudidas y susurros jadeantes, en esa posición incómoda, prisionera entre el asiento y el cuerpo de él que la violaba, con su consentimiento parcial.

Y el no demoró mucho más en llegar. Su orgasmo nació de un lugar muy profundo, de donde nunca antes lo había sentido salir. Bien dentro de sus entrañas. Y ese orgasmo fue acompañado por la necesidad de eyacular bien dentro de ella. Empujó su erección provocando una penetración muy profunda, a lo que ella tuyo que ahogar un grito contra su brazo, como la azafata antes. Y ahí, bien dentro de ella, liberó su orgasmo, caliente, denso, intenso, cargado y contenido dentro del preservativo.

Luego se relajó, retiró su pene semierecto y se dejo caer en el asiento de al lado, procediendo a vestirse. Ella aún con la posición en la que él la había penetrado, se pasaba un pañuelo de papel, limpiándose su humedad antes de ponerse la ropa.

El no habló, se dedicó a sentir el alivio. Todo su organismo, se acomodaba. Sus huevos descendían, relajados. Sus entrañas antes en llamas, ahora no sentían nada. Su ancestro lo liberaba de sus mandatos animales, volviendo a recuperar sus prejuicios sociales y culturales, mirando alrededor, por si alguien hubiese notado algo. Aun no había amanecido nadie parecía alertado por ningún sonido extraño.

Su novia pasó por encima de él, sin hablar y se dirigió al servicio. El relajado ya del todo, maldijo las 8 horas que aun quedaban de recorrido y no poder dormir en los medios de transporte...

-... Despierta, hemos llegado.


viernes, 15 de julio de 2011

Hielo y Fuego

Vacaciones de verano ya iniciadas, pero aún así tenía que asistir a una última clase del cuatrimestre de su primer año de universidad. Revisión de examen final, para los que no lo habían superado.

En general podía decir que le había ido bien, excepto, claro está, en este curso. Es que aquí no podía evitar distraerse. Su docente, era una mujer joven, aun sin ser madura, de unos juveniles 30 años. Hermosa, sensual, morena y atlética. Podría bien haber sido profesora de aerobic o spinning. Imaginaba verla en unos shorts de lycra ceñidos y un top que revelase el volumen de sus pechos, sosteniéndolos firmemente a pesar del ejercicio.

Pero no. Era docente de esta cátedra universitaria, por lo que no llevaba ese short ni ese top. Llevaba en cambio una fina falda de verano, con tablas, un poco mas abajo de sus rodillas y una camisa, eso sí, ceñida a su figura.

Esa figura se había ido revelando de a poco, a medida que el invierno quedaba atrás y la primavera iba llegando y elevando las marcas en los termómetros.

Recordaba claramente la tarde en la que estando al frente de la clase, en medio de una explicación teórica, se había quitado la rebeca y quedado con una camiseta clara. Recordaba como el movimiento de llevar los brazos hacia atrás para quitársela, había proyectado sus pechos hacia adelante y hacia arriba.

Cómo prestar atención a la teoría, con esas prácticas. Cómo no distraerse. Llevaba distrayéndose así cuatro meses. Cuatro meses que llevaba fantaseando con ella siendo su fantasía mas recurrente.

Y allí estaba ahora, en la revisión de exámenes finales, por no haber prestado atención a lo que debía habérsela prestado. Y ahí estaban sus compañeros que tampoco habían atendido. Y la docente que los estaba llamando por orden alfabético, uno por uno al frente para revisar el examen en voz baja. Y él seguiría esperando... se llamaba Zamora.

Mientras esperaba, recordaba su última fantasía intima. Una fantasía de la que ella era la protagonista. La imaginaba desnuda, claro. Y la acariciaba suavemente, recorriendo su piel con las puntas de sus dedos, tocándola apenas, viendo la protuberancia creciente de sus pezones rosados, perfectos... y de su clítoris... rosado... perfecto. Y como siempre, sus ensoñaciones eróticas, le provocaban reacciones físicas.

Aburrido, siguió pensando en como la tocaba, como la acariciaba, como ella respondía a sus caricias. Y tanto debía esperar su turno, que perdió la noción del tiempo, abstraído en sus pensamientos. Llegó incluso a garabatear sus cuerpos desnudos representando esas imágenes.

Así, ella tuvo que llamarlo dos veces para que reaccionase, apartando esas imágenes de forma inmediata de su mente... pero las consecuencias físicas de haberlas tenido en mente tanto tiempo, no iban a desvanecerse tan fácilmente.

Viendo que era el último, se puso en pié y utilizando los recursos a su alcance, se aproximó a ella recorriendo ese largo pasillo entre los bancos vacíos. Dejó su mochila colgar delante de él, ocultando la erección, haciendo como que acomodaba sus libros y apuntes, encorvado hacia adelante y demorando su llegada.

Una vez allí intentó sentarse junto a ella sin que se notase el abultamiento en su entrepierna. Pero no lo consiguió, y ella observó de reojo su erección, como una venganza a como él había mirado sus pechos y su culo durante todo el cuatrimestre. Pero lo que consideró que era suficiente como retribución, notó que llamaba su atención y volvía a mirar cuando lo consideraba seguro.

Así comenzó la revisión del examen, y él requería dos explicaciones del mismo tema, preguntaba cosas que debería saber de sobra y reflexionaba sobre lo que ella le explicaba para dejar pasar el tiempo y lograr que su erección se relajase. Pero ella interpretó que él estaba haciendo lo posible para estirar esa entrevista a solas en aquella aula vacía.

Pero su erección no cedía. Y ya no sabía como prolongar su estadía en aquella silla, salvo con más preguntas sobre el examen, incluso acompañándolas con imprecisos gráficos, por lo que sacó su libreta y en una hoja en blanco hizo unos trazos, un corte de la tierra, el manto, magma, un volcán, con algún error conceptual introducido a propósito.

Como buena docente, procedió a corregir sus errores, lo que le daría tiempo y lo haría pensar en otra cosa. Pero en medio de la explicación, ella se detuvo de pronto, él la miró intrigado y vio como ella lo miraba entre sorprendida y divertida. Pensó en bajar la vista a verificar si su erección resultaba muy evidente, pero lo que vio en el camino fue que ella había dado con los garabatos sexuales al pasar las páginas.

Ella estaba sorprendida por la desfachatez de su alumno. Sabía que se sentía atraído, como otros a los que había visto la misma mirada, desnudándola en clase, pero ninguno había llegado tan lejos insinuándose así.

-Los gráficos de la corteza estaban mal, pero estos... están bastante conseguidos- dijo divertida.

Sintió vértigo al verse descubierto así ante ella. Revelada su sucia perversión. Pero esto, como muchas otras cosas, es solo cuestión de perspectiva. Lo que para el resultaba vergonzoso, insultante y completamente fuera de lugar, para ella resultaba... sexualmente divertido.

-Pero -continuó-, mis pezones son mas pequeños... -hizo un nuevo dibujo- Así, ves?

Incrédulo, no tuvo reacción.

-Y la parte del dibujo que te toca -dijo yendo aun mas lejos-, por lo que veo, no la has exagerado.

La adrenalina recorría su organismo, mientras ella se levantó de su silla y fue hacia la puerta del aula. Inmóvil en su silla, recuperando la erección que hacía un momento había empezado a ceder, quedó con la vista perdida en el escritorio delante suyo, en el vaso de agua helada, y en el cubito de hielo que flotaba solitario.

-Qué pensativo -le comentó mientras volvía-.

-Eh? Sí... No... No sé.

-¿Qué pasa chiquitín? ¿Te arrepientes de insinuarte? Me ha gustado tu arrojo, me has sorprendido, y... y eso -concluyó.

Antes de volver a su silla, se apoyó en la mesa y su camisa estrecha, reveló el relieve de sus pezones erectos... y sí, eran mas pequeños de lo que el imaginaba y dibujaba.

-Bueno... no queda nadie por aquí -dijo-. Este es mi ultima clase. Entregaré las revisiones y ya no vuelvo a esta universidad. Tengo una beca de investigación, me voy al sur. Tuve que trabajar mucho para conseguirla -se sentó a su lado-. Llevo 2 años con eso, y al final han premiado mi tesis. Pero todo tiene un precio -se inclinó hacia adelante, apoyando un codo en el borde del escritorio y la mano que colgaba de ese apoyo, reposó en el muslo, muy cerca de la erección-. Tanta dedicación al proyecto, hizo que haya descuidado otros aspectos de mi vida, sobretodo el sexual -y la mano ejerció una suave y dulce presión en ese muslo tenso.

El la miraba entre sorprendido y excitado. Aún inmóvil.

-¿Y a ti? -continuó-¿tampoco te ha ido bien con las chicas este año? No hay muchas en la clase, la verdad. Y esta carrera absorbe mucho ¿no? No deja tiempo a las relaciones sociales, y si vienes de otra ciudad, no tienes muchos colegas con los que salir, y conocer chicas con las que intimar... llevarlas a tu piso... besarlas, tocarlas, desnudarlas... ¿no? -su mano ya masajeaba el muslo interior y la erección se movía bajo el pantalón.

-No... no tuve casi sexo este año... -dijo él-. Bueno salvo del sexo en soledad -confesó.

-Sí, el tipo de sexo que tengo hace 2 años -confesó ella-. Me has pensado mucho este año, ¿verdad? -su mano subió acariciándole el interior del muslo, hasta apoyar el canto contra su entrepierna erecta-. ¿Dije ya que no queda nadie aquí? ¿Dije ya que no me gusta tomar la iniciativa tanto tiempo? ¿Y que me gusta que se preocupen por mi placer?

-En mis fantasías masturbatorias, toda la iniciativa es mía. Estoy atento a tus expresiones, para saber qué cosas te gustan, y sientes como si te conociera, como si hubiésemos estado juntos mucho tiempo y conociera todas tus preferencias.

-Interesante... ¿cual es la que más te excita, y en la que más me excitas?

-Bueno, hay una en la que en medio de la fantasía, se nos une una chica...

-No -lo interrumpió-, prueba otra cosa.

Ya era hora de hacer algo, o de decidir no hacer nada. Pero la verdad es que prefería hacer algo. Así que se puso en pié, y ella lo miró desde abajo un tanto sorprendida, sin saber exactamente lo que fuese a hacer a continuación.

-Ven -dijo él.

Esto ya era mejor, cedería la iniciativa, que no le gustaba tener. Se puso en pie y quedó frente a él. Le llevaba casi 10 años. Pero físicamente él era mas grande. Y de tan cerca, tenía que mirar un poco hacia arriba para el contacto visual.

La rodeó por la cintura con un brazo y llevo su otra mano a la nuca redondeada y poblada de aquellos sensuales bucles morenos. Acercó su rostro y ella respondió igual. Aproximaron sus labios y se besaron acariciando sus lenguas de inmediato. Se recorrían una a la otra, de arriba a bajo, dentro de una boca, y al instante siguiente, de la otra. Durante un prolongado momento, mientras su mano revolvía los bucles con suavidad, con lentitud, acariciando su nuca, su fino y estilizado cuello, y ella echando la cabeza hacia atrás, recibiendo su lengua en su boca. Y a medida que ese beso ganaba intensidad, parecían que se comiesen las bocas, literalmente.

La erección que tanto había querido relajar, ya no lo abandonaría hasta el final. Los pezones erectos de ella, tampoco se relajarían ya.

El beso concluyó de momento, ya que mas adelante volverían a besarse, con la misma intensidad, en diferente postura.

Apartándose unos centímetros de ella, le empezó a desabotonar la camisa ceñida, viendo lo bien que le marcaba la figura y la erección de sus pezones. Y aunque ella había declarado que no gustaba de tomar la iniciativa, no se quedó atrás, respondiendo a los estímulos.

Mientras él desabotonaba el último botón de esa camisa, revelando un sujetador blanco inmaculado con encajes y transparencias, ella por su parte, había llevado sus manos a masajear la erección por encima del pantalón. Y esa posición de los brazos, estirados, hacia abajo y con sus manos unidas sobre ese pene grueso y oculto, hizo que sus pechos se elevasen, marcando su canalillo y aumentando la apariencia de su volumen.

Su masaje se interrumpió cuando tuvo que llevas sus brazos hacia atrás para quitarse la camisa, lo que a él le recordó aquella vez, quitándose la rebeca. Pero esto era mejor. Sus pechos se proyectaron hacia él y el sujetador transparente dejaba apreciar esos pezones rosados. Sin tener control de sus movimientos, vio de pronto sus manos cubriendo suavemente esos pechos grandes y armoniosos y a ella congelándose en esa posición, permitiendole tocárselos.

-Te gustan, ¿no? -le preguntó.

-Sí, mucho -respondió masajeándolos.

-Mmm, que lindo que los tocas.

-Siento tus pezones duros contra mis palmas.

-Siento tu palma contra mis pezones duros.

Terminó de quitarse la camisa, y con los brazos aun a la espalda, los flexionó y se soltó el sujetador, que al no tener tirantes quedo en su lugar sostenido por las manos sobre sus pechos. Pero no por mucho, ya que él lo tomó y dejó sobre la mesa, casi derramando el vaso con agua y el cubito de hielo que siguió flotando ausente.

La hizo girar sobre sí misma y la rodeó con sus brazos. Ella torció la cabeza y movió sus bucles morenos despejando ese cuello estilizado, y el descendió como un vampiro a lamérselo. Mientras, sus manos desabotonaban la falda y esta caía sobre esos zapatos de taco.

Sus manos entonces, subieron y tomaron sus pechos desde abajo, elevándolos sin necesidad. Acariciándolos. Recorriéndolos. Sintiendo su turgencia, su esponjosidad, su suavidad, encontrando de pronto el contraste de sus pezones dulcemente ásperos y duros como si fuesen islas de incoherencia en ese mar calmo de piel blanca.

Ella arqueó su espalda por primera vez, entregando sus pechos a esos masajes y caricias tan certeras. Giró su rostro hacia él y se besaron de nuevo, con intensidad cuando las caricias se habían centrado en sus pezones y los retorcían suavemente entre sus dedos. En el beso profundo ella le jadeo dentro de la boca y él respiró su jadeo.

Liberándose de sus caricias, giró de nuevo quedando frente a él, y procedió a desnudarlo. Su camiseta juvenil, sus vaqueros gastados artificialmente, su boxer demasiado amplio, pero al parecer muy cómodo. Y al final, allí estaba. La erección en plenitud. Latente. Palpitante. Viva.

Se quitó la falda de los pies, y de paso la braguita igualmente inmaculada. Antes de que se arrodille, él pudo ver que iba depilada por completo. Esto quedó opacado cuando sintió la suavidad, calidez y humedad del interior de su boca cubriendo parte de su erección.

Volvió a acariciar sus bucles morenos mientras ella movía su cabeza sutilmente adelante y atrás, y ronroneaba con la boca llena. Las pequeñas y femeninas manos sostuvieron sus testículos, sintiendo tu sensual peso. Luego lo rodearon y aferraron sus nalgas. Y al final subieron y estimularon sus pezones de hombre, pequeños y también tan duros. Pero el luego de un momento interrumpió la felación porque sabía que de continuar, terminaría así.

Ella se puso en pié, expectante. Sin ninguna iniciativa. Cediéndola. Así se dejó guiar a su silla, y sentarse como se lo indicaba, con la silla del revés. Una silla del estilo de oficina, con el asiento y el respaldo acolchados, forrados con tela oscura y un tanto áspera, sin reposa brazos, giratoria y con ruedas en la base.

Así desnuda, apoyó sus manos sobre el respaldo, una pierna junto al asiento y la otra pasándola por encima, montándose sobre el asiento. El, detrás de ella, se arrodilló quedando junto al escritorio. Ella lo miró desde arriba, por encima de su hombro, con sus manos aun sobre el respaldo, la espalda un poco arqueada, las piernas abiertas. Su postura, separaba sus nalgas, dejando ver su ano rosado, y sus labios hinchados y húmedos.

-¿Te gusta el paisaje? -le preguntó mirando hacia adelante para abrir mas sus nalgas profundizando su postura.

-Me encanta el paisaje -respondió, y a continuación miro el vaso de agua sobre el escritorio.

-¡Ay! -exclamó sorprendida, el se había puesto en pie detrás de ella luego de haber tomado el cubito de hielo dejando caer una solitaria gota helada entre sus sensuales omóplatos marcados por la posición de su espalda sobre la silla.

-Huy... -dijo mientras dejaba caer otra gota.

-Ay... sí.

La gota bajo por la curva de su espalda. Helada. Llegó a la cintura bajando la velocidad, hasta detenerse en la cintura, encayando en uno de los hoyuelos perfectos que tenia sobre sus nalgas, donde la esperaba la anterior.

-Más... -pidió ella.

Otra gota inició su recorrido, arrastrada por la gravedad, siguiendo el tobogán que formaban los músculos que recorrían su espalda. Pero esta gota, escapó al embalse de los hoyuelos, y huyó ocultándose entre sus nalgas... acariciando en su huida su ano rosado, y los labios inflamados que sintieron su paso, deteniéndose y quedando suspendida de la punta de su clítoris, vibrando nerviosa.

-Ay... -le gustó.

Más gotas siguieron a la ultima, burlando los hoyuelos, acariciando su ano y sus labios, congregándose en la punta de su clítoris, hasta que caían por su propio peso.

Hasta que el solitario hielo desapareció entre sus dedos, dejándolos helados y mojados. Acercó su rostro al de ella, que lo giró para encontrarse, y volvieron a besarse acarciándose las lenguas... y volvió a respirar los jadeos de ella, cuando esa mano de dedos heladas se posó por detrás sobre los labios en llamas. La mano helada cubrió su sexo, como ocultándolo a la vista de otros. Y ahí posada, aplicó masajes quietos, ondulantes, variando la presión que aplicaba a lo largo de aquellos labios tan calientes.

Volvió a arrodillarse detrás de ella, y acercó su boca a su valle entre las nalgas, recorriendo el camino de las gotas, con su lengua. Encontrando los mismos obstáculos. El primero, su ano rosado. Lo lamió, lentamente. Mientra ella en respuesta volvía a arquear la espalda para exponer más su valle, apretando el respaldo acolchado y jadeando allá arriba mirando al suelo con los ojos cerrados. Y mirando el techo cuando la punta endurecida de su lengua punteó la entrada de su culo.

El segundo obstáculo lo esperaba ansioso. Latía. Ardía.

Su lengua se detuvo en la comisura de aquellos labios transversales. Acarició su unión. Descendió recorriéndolos. Separando sus pliegues húmedos. Topando con el clítoris, empujándolo.

-Ahhh... sí.

Su lengua volvió sobre sus pasos, encontrando la entrada a su interior. La penetró.

-AHHH!

Su boca besó aquellos labios transversales como antes había besado los otros. Literalmente comiéndole el sexo. Y ella movía su cadera, frotando sus labios contra los de él. Sintiendo aquella lengua inquieta dentro suyo. Sintiendo como bajaba un caudal de excitación liquida y como él lo bebía.

Las manos de él aferraron esas nalgas, y las abrieron, tensando la piel del valle. Abriendo sus entradas. Profundizando la penetración. Ella empujó contra su boca y movió su cadera. Una de sus manos abandonó el respaldo acolchado y lo tomó por la nuca clavándoselo contra su entrepierna, moviéndose, jadeando, gritando cuando la invadió su orgasmo, tan profundo, tan intenso.

-Ay... ay... sí. Mmm... ahora tu.

El se incorporó aun con el sabor del orgasmo en la boca, subiendo por su espalda, hasta tener la boca junto a su oído.

-Te la voy a meter por el culo -susurró.

Ella giró su rostro y lo miró con ojos y boca muy abiertos. Pero no se movió. En cambio se aferro mejor al respaldo, volvió a la posición que abría su valle, y ahí estaba su ano rosado.

-Sé amable... -dijo apoyando su mejilla sobre el respaldo y mirándolo desde allí.

Encima de ella, el tomó tu gruesa erección y la guió penetrándola de una vez, por completo.

-¡Ah! -exclamó una vez más sorprendida, ahora al sentir cómo ese pene grueso y duro entraba en ella habiéndole separado los labios, habiendo acariciado su clítoris en su impetuoso avance.

Con su pene bien adentro de su sexo, quedo quieto, haciéndoselo latir dentro, muy dentro.

-Eso no es mi culito... -susurró sin mirarlo, entregándose a esa penetración distinta a la esperada.

-Lo sé. Quiero lubricarme bien antes.

-Ahhh... lubrícate todo lo que quieras.

Así lo hizo. Se lubricó, todo lo que quiso. Mucho. Sintiendo como su grosor estiraba esa cavidad un tanto estrecha. Y como, si la penetraba bien, la punta de su pene hacia tope en su interior. Esto la ponía muy caliente... mucho, tanto que le dio su segundo orgasmo, mas suave, mas prolongado... mas suspirado.

Así, retiro su pene de su interior húmedo, comprobando que había cubierto de su delicioso y cristalino lubricante. Y lo llevó a apoyarse contra su ano... empujando, viendo como cedía a su empuje, dispuesto, relajado, dejándose penetrar.

Mientras ella lo miraba con la boca muy abierta por encima del hombro, desde abajo, él seguía enviando su erección dentro de su culo, despacio, con cuidado, pero decidido a llegar hasta el final.

Y lo consiguió. Sus testículos quedaron apresados entre ellos. Y allí comenzó a moverse en recorridos cortos, no hacía falta mas, la estrechez y aspereza que sentía y lo estimulaba era más que suficiente.

Se acercó a ese oído

-Estoy por terminar... -susurró.

-Yo quiero.

Cumpliendo su deseo, la rodeó con un brazo, le aplicó masajes alrededor de su extenuado pero erecto clítoris. Mientras acrecentaba la intensidad de su penetración.

-¡Ay!... ¡ay!... ¡ah!... ¡ay!... -mezclaban sus gemidos y jadeos.

No estuvo claro quien empujó a quien al abismo del orgasmo desde el acantilado de la estimulación profunda... pero quien haya sido, fue arrastrado en la caída.

Ella gritando sin contenerse... el jadeando sobre ella, empujando bien adentro su penetración y eyaculando en su interior. Lo hizo en seis intensos bombeos densos y cálidos.

Cansados, se relajaron un momento... mientras ahora sí la erección cedía.

Mientras se incorporaban, y se vestían no hablaron. Solo sonreían cuando sus miradas se cruzaban buscando sus ropas.

Desalineados pasaron a recoger sus materiales, alcanzándoselas el uno al otro cuando una pertenencia equivocada era tomada por error, por las prisas.

Ella finalizó antes, se acercó a él torpemente y le dio un beso rápido en la mejilla.

-Has aprobado -dijo, aunque el examen no se había revisado en realidad.

Y mientras se abotonaba el vaquero la vio salir del aula a paso presuroso y mirando a ambos lados del pasillo, desapareciendo, siendo esta la ultima vez que la vio.


Tres meses después.

Tras unas relajantes vacaciones de verano, estaba en la universidad nuevamente. Se apuntaba al segundo curso de la carrera. Delante de él, en la ventanilla, un gordo de gafas consultaba la pantalla de un ordenador.

-Zamora... Zamora... ah! Zamora.

-Eso -dijo él-, Zamora -mientras preparaba los formularios que había rellenado y tu tarjeta universitaria.

-Zamora... no te puedes apuntar. No tienes aprobado el examen final del curso. No has pasado por revisión con el docente? Y no te has presentado a los exámenes recuperatorios de verano!





viernes, 17 de junio de 2011

Bajo tus sábanas... Mariposas.



Prólogo, nuestros motivos comparables.

Llegados a este punto, es muy probable que hayas pasado mas de una vez por este sitio. Es muy probable que conozcas mis palabras.

Conoces mis palabras, y apostaría que buscas esas frases que en conjunto te cuentan una historia. Y encuentras en la historia sensaciones agradables.

Percibes sensaciones que te resultan agradables, pero solo por tu entrega. Tu permiso que me das para manipular tu imaginación.

Ese fértil terreno de tu imaginación, que se siembra con imágenes oscuras, sin forma, sin texturas. Instrucciones detalladas de como construirlas, y en el fondo de tus ojos por leerlas las construyes.

Construidas con tu aporte, les das la forma y la textura, el color y el calor. Y de tal forma las construyes que las experimentas en tu interior, como vívidas experiencias, que provocan en tu cuerpo dulces reacciones.

Esas reacciones mientras lees, las conoces. Sabes de lo que te hablo, ahora mismo las recuerdas, las primeras y las ultimas que te he provocado con palabras, instrucciones aplicadas, tu imaginación estimulada que te inunda y te conmueve y tu cuerpo experimenta.

Tu cuerpo que atesora sensaciones provocadas por palabras. Con tu imaginación como traductor que comunica el mensaje desde tu fértil campo de cultivo. Y es probable, tu lo sabes, que tu cuerpo tenga memoria y recuerde mas tarde lo sentido.

Mas tarde, ya en tu cama. Envuelta en silencio, oscuridad, intimidad y sabanas. La memoria que se activa, solicitando nuevamente a tu imaginación la información proporcionada. Tergiversando las imágenes. Ya no pertenecen a mi historia, son tuyas las imágenes y modificas a tu antojo.

Las modificas y embelleces, te haces protagonista o espectadora, invitas a conocidos o extraños y estableces tus reglas. Y en tu mundo intimo, eres la Diosa única, y manejas a sus habitantes como títeres de tus deseos.

El deseo te consume, te enardece, te incendia. Tus imágenes cobran vida, los títeres se rebelan. El control de esa escena te abandona, ya habiendo dejado de ser mía, ahora tampoco es tuya. Te ves inmersa en una realidad onírica.

Una realidad que existe solo bajo tus sabanas. De noche, desnuda, en silencio. Quizás sola, quizás acompañada, pero sola al fin. Nadie sabe entonces que bajo tus sabanas hay una ardiente realidad que te enciende y te transporta.

Te transportas y viajas y en ese viaje sin que lo sepas te acompaño. A tu lado, encendido. Tu imaginación alimentada por mis palabras, mi imaginación alimentada por si misma. Igualmente nos impulsa en paralelo, bajo las sabanas.

Y bajo las sabanas viajamos sin movernos, miramos sin ojos, besamos sin labios, acariciamos sin manos, y amamos sin amante. Una experiencia perfecta, idílica, ideal. Nos hacen lo que nos enloquece que nos hagan y nos permiten hacerles los que nos enloquece hacer.

Epílogo, nuestras imaginaciones contrapuestas.

En mi viaje te contemplo.

La luz tenue de tu habitación entra por una ventana casi cerrada, rayos de luna tiñen de azul oscuro lo que de otra forma sería negro.

En el silencio reinante de la noche profunda, no se escucha nada, salvo, si se presta atención a un suave roce de tu piel bajo tus sabanas.

Tu forma de mujer que se adivina en la cama, se muestra quieta aunque no duerme. Tus ojos cerrados no sueñan. Tu cabeza, abrazada por una mullida y suave almohada, parecería inmóvil para el observador incauto, pero se mueve, brevemente, sutilmente por espasmos. Tu boca entreabierta, exhala tu cálido y dulce aliento silenciado. Tu pelo revuelto, te cubre la frente y el costado derramándose en tu almohada. No veo mas, el resto lo ocultas bajo las sabanas.

En tu viaje te inspiro.

Eres protagonista de una escena, una cualquiera de las varias que pueblan mis relatos. La revives bajo tus parpados cerrados, intensa, vívida. En esa oscuridad hay luz, en esa soledad, compañía.

Eres presa del deseo, recorrida por una gota fría. Eres una inocente víctima de una vampiresa. Estás invitada en una fiesta sin tabúes. Te persiguen por las calles. Eres victimaria de tu primo. Ejecutas la venganza de una infidelidad. Eres violada por tus compañeros. Violas a tu empleado. Eres cruel y condicionas en tu entrega. O eres fantasía masturbatoria. Cualquier cosa puedes ser, a partir de mis relatos.


En nuestro viaje, coincidimos.

Sea lo que seas en tu imaginación en llamas, en la mía hay mariposas bajo tus sabanas.

Son tus manos mariposas que te recorren en silencio, brindándote un complemento sensorial a la escena que imaginas.

Te acarician con su punta la tersura de tu cuello. Recorren su contorno y estimulan tu deseo, recorren tus labios húmedos, besándote la lengua. Bajan por tu pecho oculto y los aferran, rozando tus pezones de incipiente erección. Los aprietan y retuercen con la soltura y la libertad de ser su dueña, conociéndoles los limites.

Se deslizan por tu piel, dejando bello erizado y temblores tras su paso. Alcanzan tus muslos tensos y los separan. Caen entre tus piernas abiertas y se encuentran en su unión. Tu entrepierna las recibe palpitando de antemano.

Tus dedos recorren tus labios engrosados durante el viaje de tus manos a su encuentro. Los abren como deshojando una flor, hasta exponer tu el clítoris incandescente. Tus manos expertas en ti misma te penetran, te acarician, te estimulan, te enloquecen.

En un torbellino de placer te revuelves sobre tu cama y las sabanas te desnudan, quedas boca abajo tus manos bajo tu cuerpo y hundidas entre tus piernas abiertas. Tu culo elevado baila al ritmo de tu cadera mientras te mueves sobre tus dedos.

Tu cara contra la almohada, apaga tus gemidos, mientras tus sabanas se deslizan hacia el suelo, y tras ella todo aquello que di a través de mis palabras. Te dejan en la cama, relajada, conciliando el sueño.

Saberlo cada vez que mis palabras te traigan mariposas bajo tus sabanas, me empuja a darte mas palabras...