domingo, 3 de enero de 2010

Su piel un lienzo


La lluvia formaba una densa cortina que dificultaba ver más allá de unos pocos metros. El viento vulneraba la protección de los paraguas haciendo que las formidables gotas cayeran en un pronunciado ángulo que no había forma de cubrir del todo.

Ese otoño había sido particularmente lluvioso. Y hoy además, hacía mucho frío. Sin duda la profesora apreciaría que con este clima, haya hecho el sacrificio de ir a clase. Al menos sonó sorprendida al atender el telefonillo.

-¿Si?

-Yo, María -dijo parapetada tras el paraguas muy inclinado, apoyándose medio en la puerta medio en la pared.

-Ah! María... sube.

Sonó la apertura de la pesada puerta, a la que empujó y abrió. Entró al edificio cerrando el paraguas, sacudiéndolo para quitarle el agua de encima. Se batió el rizado cabello para devolverle algo de forma. Todo mientras iba hacia el ascensor.

-Hola María, pasa -dijo la profesora abriendo la puerta y haciéndose a un lado. Se dieron un beso en las mejillas-. ¡Cómo llueve eh! Pensé que hoy ya no vendría nadie.

-Ah, ¿no ha venido nadie?

-No, de momento eres la primera.

-Vaya...

-No te preocupes, algo haremos, no vas a irte sin tomar la clase luego de haber venido hasta aquí con este tiempo. Lo que sí, te pediría que no veamos parte del programa, ya que como ves, será necesario repetir la clase la próxima vez.

-Bueno, sí, como tu digas.

-No te preocupes, buscaré algo interesante.

María sonrió mientras pasaba al interior del departamento de Julia, la profesora. Si bien Julia vivía allí, tenía una habitación en la que había montado un estudio de pintura, el que hoy estaría muy vacío, con la ausencia de sus otros 6 compañeros y compañeras.

Se acomodó en su sitio, delante de su atril. Tenía ante sí un lienzo a medio empezar. Había tenido la esperanza de que hoy estuviese el modelo. Pintar a aquel hombre desnudo, la excitaba. En la última clase, había llegado a la parte en la que tenía que representar su miembro. Esto la había obligado a mirarlo en detalle, a apreciar su forma, su color, tu tamaño, la suavidad que aparentaba su piel, su apenas bello púbico, el gran volumen de sus testículos que colgaban sobre su fuerte pero relajado muslo en esa postura semi recostado, aparentando tener un peso interesante. Un peso excitante. Se imaginaba sopesando el conjunto entre sus pequeñas manos, manoseándolo suavemente, acariciándolo sintiendo esa suavidad que adivinaba de solo mirarlo. Sentir como ese adormecido miembro palpitaba entre sus dedos, como se iba engrosando, alargando, calentando. Y se imaginaba sus manos recorriendolo cuan largo era, masajeando esos testículos llenos, provocandole al modelo la agitación, y la entrega a sus caricias. No se atrevía mientras lo apreciaba posando a pensar más allá liberando su imaginación febril, porque temía que la agitación que imaginaba provocándole, se notase en ella.

Pero esto no la detuvo la noche anterior, mientras estaba sola en la cama. En la oscuridad de su habitación, desnuda recién salida de la ducha, bajo su pesada ropa de cama, se permitió cruzar la puerta que había cerrado como límite durante su clase. Tras esa puerta, su imaginación encontró una colección de imágenes que casi enseguida le agitó la respiración como había supuesto que le pasaría.

Tras esa puerta, estaba la clase de pintura y en la clase, estaba el modelo. Desnudo. Posando. Invitándola a acercarse con la mirada. Ella, con el pincel en la mano, se acercó como lo haría un artista, para apreciar los detalles del objeto a retratar. Allí estaba, el hermoso objeto de su deseo.

En la cama, la mano derecha se deslizó y aplicó sensuales caricias a su pezón izquierdo. La mano izquierda se detuvo entre su ombligo y su entrepierna, sintiendo el calor que allí aumentaba.

Su mano libre, la que no sostenía el pincel, se acercó y acarició los muslos alrededor de ese miembro. Le gustaba su tamaño, su color, su forma, su tersura. Incluso así adormecido la excitaba. Las caricias aumentaron cuando soltando el pincel se entregó a su deseo y empezó a acariaciarlo, masajearlo, apreciando la forma en que crecía entre sus dedos. Bajó su rostro a la entrepierna del modelo, y beso la punta de ese miembro semi erecto. La introdujo en su boca, lo que aceleró su crecimiento provocándole la ereccion total en pocos segundos.

Bajo las mantas los pezones estaban duros, ella movía su cuerpo y el peso de las mantas la rozaban y estimulaban, por lo que sus manos podían concentrarse en el calor y la humedad que sus pliegues escondían.

El modelo había alterado la pose, abriendo sus piernas mientras ella ya tenía toda la erección en su boca, moviéndose arriba y abajo, estimulandolo, masajeando tus testículos con una mano y acariciandole el ano con la otra.

En su mente el modelo no tardó en alcanzar su orgasmo detrás de sus labios.

Bajo las mantas, ella juntó sus piernas, aprisionando sus labios ardientes entre la suave presión de sus muslos interiores, introduciendo su dedo preciso... llegó a su orgasmo en silencio, sintiendo la tensión de sus músculos y como luego la alcanzaba un estado de intensa relajación... y no tardó mucho en dormirse.

Y ahora, allí en la casa de Julia, el modelo no había aparecido. Había tenido la esperanza de que nadie mas de sus compañeros asistiría, pero que el modelo sí lo haría. Se había cumplido la mitad de sus espectativas.

Julia apareció en el aula con un grueso y al parecer pesado libro. Sin apartar la vista de sus páginas dijo:

-He encontrado algo que creo interesante para que veamos María, a ver que te parece.

Le acercó el libro. María se movió en su taburete para asomarse al libro sintiendo la humedad que tenía entre sus piernas, de sólo haber recordado su noche anterior.

Vio unas fotos de mucha calidad en las que aparecían mujeres desnudas, pero con todo el cuerpo pintado. Las pinturas eran de lo más diversas. Habían las que parecían que iban vestidas, habiéndoseles pintado un traje, un vestido, un conjunto de fútbol, etc. Otras en las que se habían imitado caras, utilizando sus pechos como ojos, y de ahí el resto de la cara sobre su cuerpo. Había también las que estaban de pie contra una pared en las que aparecía un tapiz y la pintura de su cuerpo imitaba el patrón haciéndolas casi invisibles en algunos casos. En estas últimas se detuvo.

-Vaya, que bello esto así -dijo María, señalando una mujer sobre un tapiz blanco, con enredaderas verdes, con hojas y flores rojas. La mujer mantenía el patrón sobre su cuerpo. La iluminación de su volumen, con algún sombreado sobre la curva de sus pechos y sus ojos era lo único que permitía adivinar que estaba ahí.

-Si muy bello. Te propongo un ejercicio María -dijo Julia, sacando un pedazo de tela de unos treinta centímetros cuadrados. La tela tenía un patrón -. Utiliza mi mano como modelo, la apoyo así sobre la tela -dijo apoyando su mano abierta en el medio de la tela- y tu pintas el patrón imitando los colores y las formas... ¿que te parece?

-Bueno no sé si seré capaz, pero vale.

-Tu tranquila, es un experimento. Eso sí, utilizaremos estas pinturas que son aptas para aplicarse sobre la piel.

Un rato después de haber hecho la mezcla de colores para imitar el tapiz, estaba ya dibujando la mano de Julia. La posición de la modelo y la de la artista, hacía que sus rostros estuviesen bastante cerca.

-Lástima que no vino Marcos -dijo Julia de pronto, sorprendiéndola.

Se miraron un momento y luego rompieron en carcajadas.

-Bueno -dijo María-, si hubiese venido, yo te hubiese arruinado el plan.

-Quizá lo hubieses modificado.

María sonrió tímida. Su dedo acariciaba la mano de Julia, corrigiendo desviaciones del pincel. En su mente recordaba lo que había detras de la puerta aquella noche, pero ahora se abrió otra. Tras esta nueva puerta, no estaba a solas con el modelo, estaba Julia. Julia, mirándola como masajeaba a Marcos, como lo besaba entre la piernas, como metía su gran erección en su boca. Julia desnuda.

La humedad volvió.

-Déjame pintarte el cuerpo -Se escuchó diciéndole.

Julia la miró sonriendo.

-No, no estás aún preparada para una tarea así.

-Píntame a mi, entonces.

Julia la miró a los ojos.

-Desnúdate -le pidió.

Mientras María se desvestía lentamente en ese ambiente cálido y seco, afuera la lluvia y el frío que había sentido no la alcanzaban. Este contraste hacía del aula un lugar aun más acogedor. El sonido de la lluvia sobre algún tejado de chapas aumentaba la sensación de acogimiento. Julia a su vez, mejoraba la mezcla de colores que María había hecho.

-Déjame probar como da el color contra tu piel -dijo. Le pasó un suave y blando pincel sobre la curva de sus deliciosos pechos-. Falta un poco de base -afirmó mientras con un trapo húmedo limpió los trazos.

María estaba evidentemente excitada, y no se molestaba en disimularlo. Julia lo disimulaba mejor.

Luego de encontrar el color adecuado, comenzó a pintar su cuello. María sentía las pinceladas suaves y anchas por su piel. El color era un blanco viejo, y la iba a cubrir del cuello a los tobillos. Las pinceladas se hicieron sensuales al alcanzar sus pezones erectos.

-Te importa si me desnudo yo, María.

-No.

Así Julia desnuda, pintaba el cuerpo desnudo de María. Y cuando ya casi terminaba de cubrirla del blanco, se escuchó la puerta de entrada abrirse.

María se asustó intentando cubrirse pero sin encontrar nada con lo que hacerlo.

-Tranquila María, es Marcos.

Peor. El modelo de sus juegos nocturnos llegaba. Iba a encontrarla así. ¿Qué iba a pensar de ellas? Julia por el contrario no se mostraba preocupada en absoluto. Es más, Marcos tenía la llave de su piso. María lo vio claro... tenían una relación.

Marcos se asomó al aula, y se sorprendío al verlas así.

-Vaya... la clase mas interesante y yo llego tarde.

-Ya ves -dijo Julia-. Aunque más vale tarde que nunca. Desnúdate.

Y eso hizo. María apreció el miembro que tanto la había estimulado. Lo vio acercarse a ella, y lo sintió apoyarse sobre su piel pintada cuando Marcos le dio un beso en la mejilla al saludarla.

A Julia la besó profundamente y con mucha lengua. Ella respondió al beso, que se lo dieron entre ellos, pero en contacto con María, Marcos con una mano en su cintura y Julia con una mano en su hombro. Esto hizo de María soltase un casi imperceptible jadeo al sentirse arrebatada por la excitación.

-Mira lo que has hecho, Marcos -dijo Julia señalando su pene semierecto. Estaba manchado de blanco, por haberselo apoyado a María al saludarla. Tomó el trapo húmedo y procedió a limpiarselo.

Antes de que lo alcanzara, María dijo:

-Yo.

Julia y Marcos se miraron divertidos, y Julia cedió el trapo a María que lo tomó decidida. Se arrodilló frente a Marcos, y tomó su semierecto miembro con la mano izquierda, y notó el peso que había adivinado. Aun semierecto era enorme para su mano. Semierecto como estaba lo que sobraba de su agarre, tenía una no muy pronunciada curva, venciendo a la gravedad con su excitación creciente. Acercó el trapo y lo pasó suavemente sobre ese pene que la hipnotizaba. Al frotarlo con delicadeza, fue limpiando la pintura, y esos frotes produjeron que la piel alrededor de la cabeza se recogiese exponiéndola grande y enrojecida. Vio como una cristalina gota de líquido preseminal asomaba apenas por el agujerito de la punta y tuvo que hacer un esfuerzo sobre humano para no meterse todo ese pene en la boca. Al terminar, se puso de nuevo en pie.

-Vaya -dijo Marcos-. Que bien me lo has dejado.

María sonrió con una timidez desubicada a esas alturas. Julia estaba excitada por lo que había visto y aun más excitada por esa inocencia que tenía María y a la vez ese deseo que era evidente la consumía por dentro. Deseo al que sin duda sucumbiría a lo largo de esa tarde.

-Hoy María es la modelo, así que Marcos hoy tu eres pintor. Toma -y le ofreció un pincel-.

-Ser modelo es divertido, la verdad -dijo este-. Me gusta María cuando me pintas. Tus ojos arden mientras me miras y lo intentas disimular. La verdad debo hacer un esfuerzo para no excitarme viéndote así. Sabiendo que ardes.

-Anoche me masturbé pensando en ti -soltó. Estaba sin duda con problemas para controlarse. Hacía las cosas cediendo al deseo, pero a la vez lo que hacía la conflictuaba. El conflicto no impediría que cediera al deseo, solo hacía que Julia se excitase aun más al percibirlo.

-Que casualidad María, yo hice lo mismo una vez, me masturbé pensando en ti.

-Y yo también -dijo Julia.

María no daba crédito a lo que oía.

-Bueno -dijo Julia-. En realidad nos masturbamos el uno al otro, y mientras lo hacíamos, pensábamos en ti. Es que nos provoca verte pintar a Marcos. Se te ve tan anhelante de tenerlo. De que te tenga. Y a la vez tan contenida, tan inocente. Es una mezcla muy sensual.

Los tres guardaron silencio. Los pinceles empezaron ahora a recorrerla, pero ya no buscaban la perfección de la obra. Ya no. Los pinceles eran ahora juguetes eróticos en un juego aun mas erótico. Marcos pintaba sus pechos. Bordeaba sus pezones a punto de estallar, la marca de la bikini había desaparecido, solo se veían las formas todas pintadas de aquel blanco. Las cerdas del pincel untadas en la pintura tan sedosa, acariciando sus pezones era una sensación estupenda.

Julia en cambio pintaba su cuello, pero ya sin el pincel, untaba sus dedos en la mezcla y la acariciaba. La frotaba con masajes firmes. Dio la vuelta ubicándose detrás de ella. Masajeaba su cuello por detrás. Sus manos embadurnadas se deslizaban sin resistencia sobre la piel. María levantó el rostro, estirando el cuello, entregandoselo a Julia y sus caricias. Llevó sus manos hacia atrás y se aferró a la cintura de Julia, que se adelantó y pegó a su espalda. Los grandes pechos de Julia, esponjosos se apretaron contra su espalda, contrastando con la dureza de los pezones que sentía en los omóplatos.

Las manos de Julia bajaron a sus pechos, y se los aferraron, levantándolos y proyectando sus pezones hacia adelante. Marcos los estimuló más con el pincel. Jugando un rato con ellos, alcanzando estos la inflamación incluso de la areola.

Julia llevó a María al lugar donde Marcos solía recostarse. María se recostó allí, boca abajo para que la pintasen por detrás. Julia la tomó por la parte trasera de sus muslos y separó sus piernas extendidas. María se apoyaba en sus codos y la miraba por encima del hombro. Marcos comenzó a pintar su espalda. Julia sus piernas. Ambos se encontraron en sus nalgas.

Julia se las separó y Marcos la pintó. El pincel pintó el valle entre esas nalgas, llegando al ano rosado de María, acariciándoselo con las cerdas sedosas.

-Ah... sí -dijo María entre suspiros.

-¿Te gusta Mari? -Preguntó Julia sosteniendole las nalgas separadas para que Marcos le acariciase el ano con el pincel untado en pintura.

-Sí... me encanta...

Julia introdujo una mano entre el colchón sobre el que María estaba y su cuerpo ejerciendo una presión leve hacia arriba, indicándole así que levantase el culo, lo que María hizo. Movió su cadera para exponer sus labios inflamados, húmedos, cálidos a sus pintores. Estiró sus brazos hacia adelante y apoyó su mejilla en el colchón. Sus rizos dorados ocultaban parcialmente su rostro, dejando ver únicamente sus labios sensuales, que se mordía y lamía intermitentemente.

Marcos continuó pintandole el ano que ya tenía muy relajado, mientras Julia con sus manos untadas, comenzó a pintarle los labios, introduciendo una mano entre sus piernas, con sus dedos juntos acariciándoselos hacia abajo y luego hacia arriba, sacando esa mano e introduciendo la otra en un movimiento continuo.

María jadeada ya ruidosamente victima cómplice de aquellos estímulos deliciosos. Su cadera se movía ondulante intensificando las sensaciones. Sus manos se aferraban a las telas que cubrían en colchón. Su rostro se ocultaba entre sus brazos extendidos para volver a salir y mirarlos por detrás con ojos entrecerrados y la boca abierta.

Ya toda de blanco habían concluido la obra. Julia entonces tomó el trapo húmedo, y mientras Marcos abría esas nalgas blanquecinas, Julia la limpiaba en medio, desde la espalda hasta encima del clítoris, enrojecido, grande. María seguía gozando con lo que le hacían.

Con esa zona despintada, Julia hundió su rostro entre sus piernas, e inspiró profundamente los olores de María. Luego se puso a jugar con su lengua en esos labios grandes y calientes. Marcos bajó a lamer lo que antes había pintado. En su postura, recostado junto a María, su pene erecto quedaba al alcance de la modelo.

María se acomodó y con una mano tomó ese pene que tanto deseaba. Era muy grande, muy grueso. Su agarre representaba un cuarto de la longitud de ese miembro. Adelantó la cara para comerle la punta. Gozó al tenerla dentro, pero más gozó por como Marcos gimió de placer aun manteniendo su lengua acariciandole el ano. Empezó a masturbarlo con la punta de su pene en la boca. Su mano tenía mucho recorrido libre para estimularlo así. Y evidentemente a Marcos le gustaba. Tanto que por un momento perdió la delicadeza con la que la había tratado hasta el momento y preso de sus bajos instintos la penetró por el ano con un dedo ensalivado. María lanzó un quejido con su boca llena, pero no se lo impidió. Ese dedo entraba y salia rítmicamente. Y a María le dolía un poco pero le gustaba mucho.

Julia estaba acaricandola con su lengua. Con ella, acariciaba sus labios, por fuera, por dentro, se los separaba, se los unía. Sus dedos separaban la carnosa sensualidad de sus muslos internos para abrirse paso y esto a María la enloquecía. Las caricias de Julia pasaron a ser una penetración cuando introdujo su lengua en su interior. Su lengua entraba y salía y María iba a explotar.

Comezó a jadear mas alto, mas rápido, a mover su cadera, elevó el rostro, gimió, se puso tensa, se venía. Gritó y gritó cuando el orgasmo mas intenso que había tenido le vino y la invadió. Gritó y gritó cuando ellos viendo que se corría aumentaron la intensidad de sus respectivas penetraciones.

Marcos le avisó entre jadeos que el también se venía y al escucharlo y al sentir como en su boca ese pene crecía aún más, abrió mas la boca y se metió mas ese pene, para beberse su excitación derramada sobre su lengua...tan caliente, tan densa.

Ambos alcanzaron el orgasmo juntos. Jadearon al unísono por un rato y luego se relajaron.

María estaba en las nubes. Aun sentía las palpitaciones entre las piernas. Podría repetirlo. Varias veces. Pero Marcos evidentemente estaba satisfecho, tanto que se recostó en el colchón y se quedó algo adormecido. A saber cuanto había hecho el amor con Julia la noche anterior.

-¿Me prestas la ducha Juli?

-Claro, tienes tohallas en el armario.

María se alejó del estudio dejándolos a solas. Sin duda Julia le pediría a Marcos que se ocupase de ella ya que no había tenido un orgasmo como ellos. Entó al baño y abrió el agua. Cuando la notó a la temperatura justa, se metió bajo la lluvia cálida. En un momento se había enjuagado la pintura y se estaba lavando el pelo, cuando escucho que Julia entraba al baño, y a la ducha con ella.

-Hola -le dijo.

-Hola Julia.

-¿Vas a ocuparte de mi ahora? Yo me ocupé de ti, antes.

Se sorprendió. Había pensado que Marcos se ocuparía. Pero Julia la había elegido a ella, y esto la excitaba.

-Sí, claro.

-Mmm -ronroneó-. Esta es mi putita. Julia desnuda apoyó su espalda contra la pared de la ducha, con sus piernas separadas y la cadera proyectada hacia adelante-. Cómemela como te la he comido a ti.

María obediente se arrodilló entre las piernas abiertas de Julia, adelantó el rostro y acomodó su boca entera en la unión de las piernas, cubriéndole los labios y el clítoris por completo. Así, succionó, lamió y besó esos labios como se besan los otros.

Julia miraba el techo, y sus manos se hundieron en los rizos insinuados de María, tomando su cabeza y atrayendosela contra su cuerpo. A la vez movía su cadera frotándose contra su boca. Gemia, jadeaba, y le hablaba sucio.

-Así, sí... Uy putita... Ay! como te gusta comérmela... Ahh... Sí cómemela toda... Toda...

Y María se excitaba con esto, tanto que bajo sus manos a su entrepierna, con una abría sus labios y con la otra se metía 3 dedos en su interior, moviéndolos a buen ritmo. Y Julia se excitaba aún mas al sentir los jadeos de María dentro.

-Ahhh sí... Ahhh así... No pares... No pares... Ay! Te lo doy... Te lo doy en tu boquita... Ay! Toma! Ay! Toma! Tomalo! Ahhh! Ahhh! Aaaahhh!

Julia aferraba la cabeza de María y se frotaba en su boca violentamente, follándosela, corriéndose en su boca.

María se corría tambien, en gemidos apagados contra los pliegues de Julia.

Ya relajadas, se escuchaba solo el agua corriendo por sus cuerpos. María mantenía su boca ahí, dándole aun suaves masajes con su lengua. Julia la miraba con una gran sonrisa mientras le acariciaba el pelo mojado y soltando algun suspiro aislado por esos masajes postorgasmicos.

Julia salio de la ducha, dándole un profundo beso de lengua. María terminó de ducharse.

Ya vestidos en el salón, María juntaba sus cosas y se despedía.

-¿Ves porque esta clase debía ser fuera del programa? -bromeó Julia. Marcos no estaba, quizá dormía aun en el colchón-. ¿Te imaginas esta clase con el resto de compañeros?

Ambas rieron mientras se despedían.

Mientras bajaba por el ascensor, María sonreía. Una clase con todos sus compañeros, como esta. Ya tenía material para desnudarse esta noche bajo sus sabanas.

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