domingo, 3 de enero de 2010

Depende de tí


El mensaje de voz en su móvil estaba cargado de ansiedad. "Necesito que vengas... que vengas YA!", decía. En su cabeza se representaban una serie de situaciones desafortunadas que daban origen al mensaje que su padre, maestro y mentor le había enviado. Esa forma de pensar, ese pensamiento científico que la hacía considerar primero la peor opción de las posibles.

El departamento de la universidad que su padre tenía a su cargo había sido su jardín de infantes, su sitio de ocio, su refugio en situaciones sentimentalmente adversas, su inspiración, y sería ella quién continuaría allí cuando su padre decidiera darle descanso a esa mente febril rebozante de ideas radicales, no siempre de amplia aceptación por la comunidad científica, esa que debería ser progresista y abrirse a nuevas ideas, pero que en general es conservadora y amante del status quo. Será que los máximos exponentes de dicha comunidad, en general, dejaron de ser científicos, para ser empresarios o políticos.

Poco le importaba a ella lo que pensara el resto de colegas de su padre, y suyos, ya que ella tenía los mismos títulos que él. Habían alcanzado el máximo nivel reconocido en la física. Titulación académica, masters, postgrados, seminarios, enseñanza, trabajo de experimentación, desarrollo de teorías, etc. Aunque ella se consideraba varios escalones por debajo de su padre, ya que sabía que por muchos títulos que se lograsen, había un componente que uno aportaba, que estaba dentro de nosotros y que su padre tenía, pero del que ella carecía. Esa chispa que diferencia a los genios del resto de la gente.

Mientras recorría los solemnes pasillos de la universidad, se cruzaba con alumnos y profesores y la mayoría la saludaban. No era de extrañar, había crecido en ese lugar.

La puerta del laboratorio de física unificada tenía la puerta cerrada, con llave. Usó la suya para entrar y volvió a poner llave tras ella. Costumbre adquirida por ella y su padre luego de que un colega publicase un articulo llamativamente parecido a una investigación terminada que su padre había dejado sobre su escritorio y que había desaparecido un tiempo antes de la aparición de artículo.

Lo encontró, como siempre, rodeado de penunmbras, en una isla de luz sobre su mesa de trabajo, luz que mayoritariamente provenía de las pantallas de ordenador, muchas, que tenía frente a él.

La escuchó entrar, y sin apartar la vista de los números que aparecían en sus simulaciones, le dijo:

-Hay una solución, y acabo de dar con ella.

No entendió del todo la magnitud de esa afirmación.

-¡¿Lo hiciste?! ¡Eso es genial! El trabajo de toda tu vida, padre, tu sueño. Esto te dará el nobel de física.

-No lo entiendes, hija, hay SOLO una solución, y no mas.

Guardó silencio sin entender, tal como afirmaba su padre.

-¿Qué quieres decir?

El se puso en pie y caminó hacia ella.

-Quiero decir, que existe una solución que unifica las teorías físicas. La teoría de la relatividad general y la teoría cuántica, bajo un mismo marco teórico. Pero solo una, y que al aplicarla, ya deja de existir. ¿Entiendes?

-Entiendo lo que dices, pero no cómo puede ser así.

-Yo tampoco comprendí que era lo que indicaban los sistemas de ecuaciones, ni los modelos matemáticos, pero todo se derrumbaba al aplicarlos en una simulación. Todo era correcto una vez, luego dejaba de serlo.

-¿Puede hacerce el viaje?

-Una vez.

-¿Es posible regresar?

-Sí, todo funciona a la perfección, hasta el final. Luego toda la teoría llevará a una singularidad.

-Quiero hacerlo.

-Lo sé hija, pero debemos ahora tener en cuenta el hecho, antes desconocido, de que el viaje podrá hacerse una única vez en la historia del universo. Tenemos el billete para hacerlo, pero ahora además, tenemos una responsabilidad casi infinita. Siempre fantaseamos tu y yo, hija, con conseguir volver al pasado, y el primer lugar que visitaríamos era el día y la hora del accidente, recuperar a tu madre, que tan injustamente dejó este mundo. Pero si pensamos en que solo podremos hacer eso una vez, algo que nunca imaginamos, es necesario considerar si ese viaje, a ese lugar, a ese momento, con ese fin, justifica el uso de la única posibilidad de hacerlo.

-Es nuestro derecho, tú lo conseguiste, tu diste con esa puerta de usar y tirar, nosotros nos merecemos darle el uso que querramos, que necesitemos, recuperar a mamá.

Se sentía de pronto abatida, la ilusión inicial de haber logrado dar con la forma de viajar al pasado e interactuar con los sucesos que marcaron el futuro, de forma de poder mejorarlo, dio paso a la negación de la realidad que planteaba su padre en sus siempre criteriosas palabras. ¿Tenía que sacrificar a su madre, en pos del bien común? ¿Debía ese viaje ser algo puesto a debate? ¿Debía mantenerse en secreto? De hacerse público el mecanismo físico-matemático que lo hacía posible, ¿no sería utilizado por el primero en conseguir aplicarlo en la realidad para sus propios intereses? ¿Era algo que pudiese ponerse en manos de cualquier persona, de un gobierno determinado, de alguna empresa, de un grupo etnico, de un grupo religioso, de una organizacion terrorista? en manos de cualquiera, tendría potencialmente consecuencias desastrozas... para unos u otros.

Además de decidir quién debía darle un uso, había una decisión aún más difícil, y era qué uso darle. Decidir a qué fecha viajar, con quién interactuar, qué tipo de interacción, y para cambiar qué aspecto del presente. Ella lo tenía claro, eso creía al menos antes de saber de la singularidad escondida tras la teoría unificada, esa que impediría volver a hacerlo. Ella viajaría al 14 de marzo de 1996 a las 15:23, al cruce de las calles Concordia y Velázquez, a hacerle señas al conductor que miraba el paisaje en lugar del semáforo que se ponía rojo para él y evitar que su coche impactase de lleno en la puerta del acompañante del coche de la familia, matando a su madre en el acto, para volver al presente y encontrarse a su madre, 14 años más vieja que la última vez que la había visto, y darle un abrazo fuerte que se prolongaría mucho rato, mezclado con risas, llanto, besos y lágrimas. Pero la ética y la moral ponían en duda su convicción.

¿Y tú?, sí tú, ahí en tu ordenador... Tienes la posibilidad de emprender ese viaje, ese único viaje de ida y vuelta a un pasado común para todos nosotros, y tienes la posibilidad de elegir, cuándo y a dónde ir, la posibilidad de elegir a quién encontrar y qué hacer, para modificar lo sucedido y mejorar desde tu punto de vista este presente...

Dime, ¿qué harías?

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