domingo, 3 de enero de 2010

Ocultos a la vista


La reunión en la oficina se había demorado demasiado. Las videoconferencias con Tokio son por sí mismas tardías por la diferencia horaria, pero además esta vez se había alargado por la discusión de los términos uso sobre los cuales no había consenso con el cliente.

Los hombres con sus camisas arrugadas y corbatas flojas dejaban ver lo dura de la jornada. Las mujeres en cambio se las veía mas enteras. Y a ella en particular, se la veía deliciosa. Al menos eso pensaba él. La deseaba, pero nunca sería capaz de decírselo. Miriam estaba a punto de casarse, él conocía a su prometido y era un buen tío. Aún así no podía evitar enviar constantemente muy sutiles señales no verbales de ese deseo.

Si algo bueno había salido de la extensa y agotadora reunión es que ellos habían sido los últimos en salir. Y ahora salían del edificio de oficinas, a una calle desierta y bien iluminada.

-Vaya movida con los japoneses -Comentó él.

-Terrible, en un momento pensé que íbamos a terminar pidiendo el desayuno.

-Jaja sí... -Miró a ambos lados de desierta calle -Parece que se han llevado todos los taxis.

-Eso parece -Dijo ella.

-Voy a llamar a un radio taxi -Él sacó su móvil y se apartó unos pasos, luego de un momento se acercó. -Dicen que ahora mismo están todos ocupados. Podemos esperar 20 a 30 minutos o ir hasta la avenida, 10 calles desde aquí, que hay una parada, y puede que alguno pase por ahí antes.

-Uhmm... dame un momento que hago un llamado. -Dijo ella y se alejó unos pasos.

El siguió mirando hacia la esquina más próxima.

-Vale, vayamos a la parada de taxis.

-Venga.

Se dirigieron hacia allí. Unas calles más abajo, notaron como la iluminación perdía calidad a medida que se habían alejado de la zona de oficinas. Hasta que llegasen a la avenida, deberían ir por calles secundarias que no tenían evidentemente el mismo presupuesto del ayuntamiento para adecuarlas al transito nocturno de peatones.

El percibió como ella se sentía algo incómoda, atemorizada quizá, cuando se aproximó a él de una forma imperceptible para cualquiera que no la deseara como la deseaba él. Pero él sí se dio cuenta.

Unas calles más abajo, torcieron a la derecha y recorrieron unos pasos cuando los sobresaltó una voz que venía desde atrás. Giraron sobresaltados y a unos 20 metros vieron a 4 hombres caminando en su dirección.

-Ey! Hola! -Dijo uno de ellos, aunque no pudieron determinar cual.

Ellos no respondieron, él la aferró del brazo y la obligó a ponerse en marcha. A lo poco de reanudar la marcha, apretaron el paso. Mientras caminaban apresurados, iban echando miradas hacia atrás por encima de sus hombros. Aquellas personas seguían caminando detrás de ellos, a unos 30 metros. Pero ahí estaban. Él hizo una serie de giros en esquinas de forma aleatoria y comprobaron que sin duda los estaban siguiendo.

-Nos están siguiendo -Dijo ella y a él le pareció calmada. Manejo de crisis quizá... los ejecutivos suelen tener esa habilidad para mantener el tipo en momentos de cáos.

-Sí. ¿Qué calzado llevas?

-¿Cómo?

-¿Llevas tacones?

-No, unos zapatos sin tacos.

-¿Podrías correr con ellos?

-¿Correr? ¿Cómo que correr?

-No quiero averiguar porqué nos están siguiendo. Y dado que de momento mantenemos la ventaja de casi medio bloque de distancia, mejor intentarlo ahora, que cuando ellos decidan hacerlo y nos quiten mas de la mitad de esa ventaja. ¿Qué opinas?

-Bien pensado... y sí, puedo correr.

-La avenida está a nuestra izquierda, a unas 8 calles aproximadamente, pero no se si podremos mantener la distancia en una carrera de mas de 500 metros con gente que va en zapatillas.

-¿Y qué propones, escondernos? -Preguntó ella.

-Propongo que corramos como locos y me parece bien sí, escondernos si vemos la oportunidad.

Ella inspiró hondo un par de veces, mientras se cruzaba la cinta de la cartera que antes colgaba de su hombro.

-Cuando tú digas -Dijo ella.

-Ahora.

Arrancaron de pronto a correr como dos desquiciados, en un esprint frenético. Detrás, el grupo tardó en reaccionar y empezar a correr tras ellos. Puede que el alcohol y la marihuana tuviesen algo que ver.

Así con la sorpresa y la reacción tardía, obtuvieron aun más ventaja. Al girar en la siguiente calle, se encontraron con una calle aún más oscura. A mitad de calle, dieron con un pasillo que se metía hacia adentro en una callejuela sin salida. Entraron en contra de lo que sugiere el sentido común y fueron envueltos por mayor oscuridad. Unos contenedores y cajas de cartón se amontonaban a un lado, y en un intento por volverse invisibles se ocultaron entre los contenedores y bajo cartones, sentados uno junto al otro.

Entre acallados jadeos el pudo finalmente hablar.

-Vale... vale... no... hagamos... ruido.

Ella no contestó aun intentando recuperar el aliento. Al rato lo recuperó. Siempre hablando entre susurros mínimos.

-Tengo miedo.

-No temas, aquí no pueden encontrarnos. -Pero no estaba tan seguro como sonaba -Aunque el olor puede que nos haga salir de aquí sin importar que estén por aquí.

-Ufff! Sí, pero déjame intentar solucionarlo -Usó sus manos entre la total oscuridad del escondite tanteando su cartera rebuscando entre las demasiadas cosas que allí guardaba-. Aquí está -Y atomizó dos veces su perfume en el espacio que los rodeaba -. ¿Mejor?

-Mmm sí, mucho. Siempre me gustó mucho este perfume. Tu perfume. Como se combina con tu piel -Y a tientas busco hasta dar con su mano y subió hasta el hombro. Acercó su rostro e inspiró. Delicioso.

-Lucas...

-Shh... no hagas ruido, que pueden encontrarnos... -Dijo y ahora acercó su rostro a su cuello y volvió a inspirar. En la oscuridad total sus otros sentidos se profundizaban, se concentraban.

El creyó percibir que ella giraba su cabeza ampliando la zona del cuello de la que él inspiraba. Sin ceder a sus inhibiciones, llevo una mano al hombro que nacía al final de ese cuello, y deslizó el bretel de su vestido hacia abajo.

-No hagas ruido -susurró a su oído -, bajé tu bretel porque no quiero que la tela se interponga entre tu piel y mis besos...

Ella no contestó, haciendo caso de su sugerencia. El acercó su boca a donde intuía que estaba ese hombro sensual, de piel suave, cálida... y lo encontró. Confirmó que la piel de ese hombro era como la había imaginado. Luego de besar la base de su cuello, y haber bajado por su hombro... Siguió su brazo, acariciándolo con su mano hasta dar con la tela fláccida del bretel, caído sobre su antebrazo. Suavemente libró ese brazo del indiferente abrazo del vestido.

-No hagas ruido, quito el bretel porque quiero besarte hasta tus manos, sin interrupciones en las sensaciones que me da besarte la piel...

Ella volvió a atender su pedido y no hizo ruido alguno.

Sus labios recorrían ese brazo, privado por completo del sentido de la vista. Mientras la otra mano encontraba el otro hombro y lo despojaba del vestido como había pasado con el anterior.

Manos que seguían los contornos de su escultural cuerpo la fueron desnudando en la total oscuridad, despacio, sin prisas, en silencio, como en un mundo apartado del mundo. Como en un sueño en el que solo existían sensaciones, y no había nada mas. Ella se dejó desnudar, se dejó besar, se dejó acariciar, se dejó lamer, se dejó guiar su mano hacia la caliente forma erecta que palpitaba en su mano como si estuviese viva.

Ambos experimentaron sensaciones diferentes a lo largo de aquel encuentro oculto a la vista de sus perseguidores y oculto también a su propia vista.

El estaba siendo activo, y ella era pasiva. El la acariciaba, la besaba, la lamía. Ella sentía sus caricias, sus besos, su lengua.

En sus mentes un sentido de la vista funcionaba a partir de lo que aportaban sus otros sentidos.

El había estado dibujando en su mente el cuerpo desnudo de Miriam, pintándolo con sus labios, con sus manos. Lo cual le provocaba placer, placer al pintarlo, placer al ver como se dibujaba.

Ella, en cambio, veía esas relampagueantes imágenes oscuras. De pronto veía uno de sus pezones acariciado por una húmeda lengua, de pronto veía su entrepierna tomada por una mano firme que la masajeaba. El placer era mucho más intenso. La privación de la vista, el riesgo de la situación, lo prohibido de entregase a otro hombre a punto de casarse.

El la recostó sobre una cama de cartones, siguió las líneas de sus nalgas, sintiendo su firmeza y las separó.

Ella tuvo una explosión de placer cuando vio su ano lamido fervientemente por una lengua ávida de penetrarselo. La explosión se repitió y vio a esa lengua entrando, venciendo la poca resistencia que su caliente ano le ofrecía.

El subió sus manos a lo largo de la línea de sus muslos, elevando unas piernas invisibles pero con peso, y tacto, tomándolas por debajo de las rodillas y llevandolas hacia donde ella tenia sus pechos, esos firmes y grandes pechos, a los que imaginaba inocentemente blancos, con unos preciosos pezones rosados, de los que solo sabía que tan duros estaban y que suavemente ásperos resultan al tacto de su lengua.

Ella vio sus labios exteriores tomados por dedos expertos, separados sutilmente. Vió sus labios interiores cuando el fresco aire los alcanzó al quedar expuestos con su humedad. La explosion acompaño la imagen que se formaba en su cabeza cuando esa lengua deliciosa acarició de forma circular el agujero de su coño, sin penetrarselo. Esa lengua le recorrió ese borde dando infinitas vueltas generando más y más placer en cada circulo descrito.

El recibía el olor y el sabor de ese sexo invisible. Recibía el calor y la suavidad de ese sexo que no estaba ahí. Pero aunque no estuviese ahí no dejaría de penetrarlo con su lengua. Poniéndola dura la introdujo y su mente fue invadida por el sabor eléctrico del sabor de la excitación de una mujer.

Ella  vio los contornos de su agujero y el interior de su coño, al sentir la explosión de esa penetración lingual, y como esa lengua, aunque corta en su penetración, le alcanzaba todas sus paredes y aportaba deliciosas sensaciones de estar siendo penetrada.

El bebió esos jugos cálidos que manaban de una vertiente que no veía, pero que su lengua recibía. Retiró la lengua y bajó una mano e introdujo el dedo indice allí donde había estado su lengua.

Ella vio sus muslos interiores a medida que sentía como sus fluidos y su saliva se derramaban de su interior sobre ellos, descendiendo lentamente. Y vio de pronto el interior de su coño, cuando un dedo se introdujo en ella y comenzó a frotar su interior.

El dobló ese dedo hacia arriba buscando esa zona rugosa del interior de ese coño que lo retenía, ese punto G, a la vez que acercó el dedo pulgar y comenzó a estimular ese clítoris hinchado y caliente que palpitaba bajo su tacto.

Ella vio los ásperos cartones en su espalda cuando se arqueo por la explosión de placer que la tomó por sorpresa, al ver su punto G y su clítoris flotando en su mente en medio de una nada oscura, flotando ahí como habían estado flotando todas las imágenes que se habían presentado a partir de las sensaciones que le provocaban. Su boca se abrió anónima, y dejó escapar un jadeo sordo, sus ojos se abrieron mucho sin que captaran nada en esa completa y excitante oscuridad.

El recorrió con la lengua el camino desde el clítoris hasta sus pezones, atravesando un espasmódico vientre víctima de las sensaciones. Su lengua alcanzó esas piedrecillas calientes y las sorbió como si pudieran darle de beber. Las mordió y lamió.

Ella volvió a ver sus pezones en su mente... pero esta vez en segundo plano, bastante más atrás, ya que en primer plano de su nuevo sentido de la vista, veía su punto G y su clítoris, que seguían allí pero no por ninguna perspectiva, sino por como él se los estaba masajeando.

El recorrió con su cuerpo, el cuerpo de ella, montándose encima, frotándose, desde los pies hasta los labios como un soldado avanzando cuerpo a tierra en una zona de peligro, solo que este soldado, besaba, lamia, mordía, y acariciaba el terreno por el que avanzaba que era el cuerpo entregado de Miriam.

Ella vio el cuerpo que la acariciaba por completo. Y vio el suyo siendo acariciado. Su cuerpo se veía un tanto desvirtuado, por esa perspectiva nueva que daba la intensidad de información que le enviaba a su mente sus zonas erógenas mas sensibles. Así ese cuerpo tenía un gran coño, un clítoris enorme, unos labios muy hinchados, unos muslos interiores gruesos, unos enormes pechos, con unos pezones casi tan enormes y el resto se representaba más o menos de forma correcta.

El empezó a visualizar de una forma parecida a la que ella veía todo su cuerpo a partir de los estímulos que recibía. El en cambio solo veía una gran polla. Era lo único que veía en su visión. No había otra parte de su cuerpo, ademas de esa única y gran polla flotando en ese universo interior.

Sus visiones se modificaron una vez más. Para ella más que para él. Estando encima, el sintió en la cabeza gruesa, inflada de su polla, la humedad de sus labios abiertos, dispuestos a ser penetrados. Y lo que vio al penetrarla violenta pero cuidadosamente, fue esa misma polla, pero ahora, gigantesca. Una polla a escala planetaria. Ella, dejó de ver ese cuerpo desvirtuado que veía y la explosión de placer al ser penetrada así, fuerte, de un empujón, hizo que por un segundo que duró esa explosión, viese todo su interior siendo recorrido por esa potente polla dura y gruesa. Luego, cuando la explosión se disipó, solo quedó ahí su clítoris. Tan grande como la polla planetaria. Fue el único momento en el que compartieron una visión similar.

Su polla no dejaba de crecer en esa visión, no dejaba de acelerarse en su viaje cósmico. Más y más rápido, más y más lejos, más y más profundo.

Su clítoris en cambio ganaba luminosidad. Brillaba cada vez más. Irradiaba placer en forma de luz, y estaba tan brillante en esa oscuridad que podía compararselo al Sol, solo que no lastimaba verlo directamente.

La polla universal alcanzó la velocidad de la luz en ese cosmos interior y explotó en un big bang derramándose en todas direcciones.

El clítoris brillo hasta hacer retroceder la oscuridad por completo y se incendió bajo el combustible que se derramaba sobre ella como un diluvio universal.

Los dos gritaron mudos sus orgasmos en un cálido boca a boca, respirando el aliento del otro.

Sus nuevos ojos se cerraron y volvió la oscuridad.

Sus viejos ojos, cuando salieron ya de su escondite, luego de haber estado casi 2 horas allí dentro recibieron la luz del amanecer recibiendo el testigo y retomando sus funciones habituales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario