domingo, 3 de enero de 2010
Universos en colisión
El placer la invadió entera de forma tan sorpresiva como sin motivo aparente.
Caminaba por un prado verde sobre hierba húmeda de rocío. El atardecer parecía sacado de una pintura paisajista. Todo tan idílico, sí, pero no como para que ese placer visceral de pronto la quemase de aquella forma.
Miró alrededor desconcertada viendo la verde pradera extenderse hacia el horizonte en todas direcciones. Nadie había, salvo ella en esa soledad. El sol por encima brillaba intenso pero sin quemar. No había viento, ni calor, ni frío. Unicamente aquel placer.
No había razón para sentirse así. Miró su cuerpo vestido con aquel vestido largo, blanco... y tan transparente notó. Se sorprendió que no llevara ropa interior, y que la transparencia de la tela y los pliegues del vestido dejasen ver las sombras de sus pezones, ahora tan erectos, y de su entrepierna, ahora en llamas por el placer aquel que crecía incomprensible.
Sus pies descalzos sobre la hierba húmeda ofrecían un agradable contraste de temperaturas, frente al calor que invadía sus entrañas y que aceleraba su respiración.
A su mente vinieron imágenes de todo aquello que alguna vez le había provocado tales sensaciones. Y no eran más que rostros de hombres... hombres y una mujer. Por su memoria desfilaron los momentos compartidos con aquellos amantes del pasado que la hicieron sentir alguna vez de aquella forma, que le provocaron alguna vez aquel placer tan intenso que resultaría casi celestial, si no fuese porque tenía tanto de sexual. Quizá hubiese algún vínculo entre esos dos conceptos que se ha perdido víctima del oscurantismo eclesiástico muchísimo tiempo atrás. Pero perdió interés en estas cuestiones filosóficas, frente a lo concreto que era ese placer.
Junto a ella, en su prado, pasó caminando distraídamente uno de sus amantes a los que había recordado. De pronto la notó en el prado junto a él. "Ah, hola." le dijo con una calmada sorpresa. "No, no eres tú", le dijo. El se alejó caminando con la misma indiferencia amable con la que había aparecido.
Luego apareció otro, y luego otro y otro más... y todos de una forma u otra expresaban su sorpresa y agrado de verla allí. Y ella a todos los iba descartando sin cuidado.
Dejaron de aparecer al poco tiempo, no había demasiados amantes en su historia.
Aunque se dedicaba a recordar e intentar asociar esta sensacion tan plancentera a alguien y algún momento en su memoria, no incluía en esta búsqueda a su primer contacto con el sexo. Había sido algo más traumático que placentero, un trance por el que había que pasar inexorablemente. Incluso aparecían momentos anteriores a la pérdida de su virginidad, momentos de caricias, roces, besos en zonas prohibidas... Pero no su iniciación.
Luego sí, aparecían los recuerdos que incluso no recordaba hasta entonces, en donde había sentido un placer similar al que ahora invadía su mente ademas de su cuerpo.
Sus manos recorrieron su propia piel y se notó desnuda e incapáz de evitar acariciarse. Pensó que quizá ella era la causante de ese placer, pero enseguida desechó la idea, ya que no era un placer autoinducido... era mucho más intenso, más parecido, más cercano al que sentía con él.
Pero aunque había logrado asociar el placer, ese hombre no había aparecido por ahí entre los que sí se había encontrado paseando por su prado.
...
El estaba muy muy lejos de ahí. En su propio universo.
Despierto en mitad de la noche, volcado sobre la otra mitad de la cama, entre las piernas de su amante. Aunque no lo decía, él sabía que su amante estaba sintiendo un gran placer en ese momento, ya que su cuerpo con sus contorsiones inconsientes hablaba por ella.
El no se imaginaba en otro universo había alguien pensando en él en ese preciso momento.
...
Ella en medio de su pradera lo recordó de una forma tan intensa que sintió la humedad acumulándose a la vez que su temperatura se elevaba.
Algo le presionaba el pecho y la hacia respirar con dificultad, cada vez más deprisa. Su mente fue invadida por las sensaciones. Algo pasaba con la fuente de su placer, sea cual fuere. Se habia intesificado y la estaba embriagando, haciendole perder la concentración, perdiendo de vista la pradera, el cielo, el sol, las nubes, todo su paisaje de tonos pastel.
En su deliciosa confusión se sintío aún mas confusa cuando supo que su universo no era en donde él estaba, aunque algún nexo compartían que los mantenía en una unión que podía extenderse en el tiempo y el espacio...
Supo tambien que su universo se desmoronaba, los colores se apagaban, el horizonte desaparecía a medida que sus universos, el de ella y el de él, entraban en una trayectoria de colisión.
Su cuerpo se contorsionaba en movimientos suaves pero incontrolables y los universos se acercaban.
...
En su acto de amor, él, en su universo, supo de alguna forma, que esa colisión se produciría de un momento a otro, aunque no lo hubiese expresado en estas palabras de haberlo expresado.
Lo sentia en sus labios que estaban entre las piernas de su amante.
...
Ella sintió el placer profundizarse, que la arrancaba de allí, que la empujaba en su universo, que lo aceleraba y lo haría chocar...
Y se produjo la colisión, brutal, visceral, profunda, intensa, deliciosa...
Ella llegó al orgasmo cuando abría sus ojos traída a este universo desde el suyo propio, traída de los sueños a esta vigilia... justo para ver el rostro de él entre sus piernas, besandola ahí de forma furiosa y suave.
La colisión de los universos se produjo entre sus gritos.
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