domingo, 3 de enero de 2010

Iniciación


No sabía que aquella calurosa tarde de aquel verano sería para mí un antes y un después en mi vida. Se desarrollaba como cualquier otra, perdiendo el tiempo como todos lo hacemos con 12 años, en la calle, con los amigos del barrio. Hablando tonterías, riendo por cualquier cosa, gastándonos bromas unos a otros. Eran las vacaciones y algunos ya nos habíamos ido con la familia a veranear, otros estaban entonces de veraneo, otros aún no se habían ido y otros no saldrían de veraneo ese año. Era un barrio bastante heterogéneo así como el grupo donde había chicos y chicas de diferentes edades.

Esa tarde el grupo presentaba prácticamente un tercio de la concurrencia habitual, como dije por las vacaciones y el calor. A medida que avanzó la tarde varios de los que estaban fueron retirándose a refugiarse en sus casas del tórrido clima. Otros preferimos quedarnos ya sea porque lo estábamos pasando bien o porque no teníamos aire acondicionado en casa como para refugiarnos.

Cuando quedamos cinco, uno de mis amigos anunció que se iba a la casa a tomar algo fresco y nos invitó a ir. Ya habíamos estado en su casa infinidad de veces aunque esta vez sería muy diferente. Hoy había traído a su novia, una chica a la que había conocido en su instituto. El tenía 15 años, y ella 17. El resto nos sumamos a la invitación ya que algo fresco no vendría mal.

Yo vivía en la casa de junto, así que no me sentía tan fuera de lugar, conocía a sus padres, que estaban fuera, por lo que de pasada anuncié en la mía que estaría allí. Los otros amigos, vivían mas lejos, por lo que un rato después de estar allí se fueron juntos.

Quedamos sentados en el sofá del salón. El ponía unos discos nuevos que se había comprado, yo leía unos teveos que él coleccionaba y ella se aburría.

Concentrado en los teveos, que eran japoneses y eran geniales, no presté atención al jueguecito de manos que ella había iniciado con su novio, a unos pocos metros.

Cuando noté el silencio que me rodeaba debajo de la música, levanté la vista y los vi. Ella estaba sentada a su lado, inclinada sobre él. Su lengua recorría su cuello, y su mano masajeaba su entrepierna por encima de los gastados vaqueros. Me quedé sorprendido e incómodo un momento. Luego cuando ella sin dejar de lamerlo me miró, reaccioné.

-Eheeee me voy - anuncié.

Ella se detuvo.

-Vale nos vemos mañana dijo él.

-No te vayas -dijo ella al mismo tiempo.

Ambos la miramos asombrados, con la misma expresión.

-Quédate -me invitó-. Déjalo quedarse -lo invitó-. Me gustaría probar hacerlo con público.

El tenía sus dudas y yo también. Ella estaba segura. No le fue difícil sacarle él un sí con esos masajes, ni a mi con ese espectáculo. Sentía una excitación que nunca había sentido.

-Vale -dijimos casi al mismo tiempo con voz ausente.

Lo más cercano al sexo que había estado era haberme bañado con una amiga a los 10, en su casa una noche que me quedé a dormir, en donde nos baño su madre. Fue raro, pero no tuve esa reacción que tuve en ese momento, viéndolos acariciarse. Solo dos años de diferencia y tanta diferencia en la reacción.

-Siéntate en el sofá. Ponte cómodo -me ordenó suavemente.

Eso hice. Me senté cómodo. Ella pareció excitarse más por tenerme ahí mirando. En cuanto a él, no lo sé, sólo se dejaba hacer sin parecer ya notar mi presencia. Ella se quitó la camiseta y el sostén revelándome una espalda pequeña y blanca de piel aparentemente muy suave. Su cabello castaño oscuro contrastaba con la blancura de su espalda. Evidentemente aún no había salido de veraneo.

Los ojos de él se clavaron en sus tetas, las que me estaban vedadas. Imaginé que serían pequeñas y blancas. Ella cuidaba que no se las viera por la posición que adoptaba. El la siguió y se quito su camiseta quedando ambos con el torso desnudo. Ella se elevo sobre él para ofrecerle sus pechos y por lo que escuché a continuación evidentemente los aceptó. Un breve ruido de succión seguido de los suspiros de la chica. Su cabeza bajó y su cara se apoyó en la parte superior de la cabeza de él, sus brazos lo abrazaron, pero se mantuvieron pegados a su cuerpo, para seguir vedándome la vista de sus tetas. El le devolvió el abrazo, recorriendo su blanca espalda con sus manos sucias de adolescente que viene de callejear. La espalda se arqueó y ella echó su cabeza hacia atrás. Me miró un rato mientras él le chupaba unas tetas para mi invisibles.

-¿No te pajeas? - me preguntó.

-N.... nunca me pajeé -confesé.

Ella sonrió tiernamente.

-Yo te voy a enseñar -me dijo.

Me puse muy nervioso, hasta que vi lo que hacía. Se arrodilló frente a su novio y comenzó a bajarle los pantalones cortos de fútbol que vestía. Iba a enseñarme, sí, pero pajeándolo a él para que yo lo vea. La verdad que ver su polla un poco me impresionó, claro, acostumbrado a la mía aún en desarrollo, la de él ya desarrollándose, era un pollón. A decir verdad la suya estaba muy erecta gracias a ella, y la mía estaba semierecta, la verdad por la mezcla de nervios y excitación.

-Bájate los pantalones -me ordenó.

Dudé. Las cosas estaban poniéndose serias. Consideré que era el momento de irme.

-Mejor me voy - dije.

-Si te vas tú, también lo haré yo -dijo mirándolo a él más que a mi. Claro, una vez que me hubiese ido, por mí que hiciera lo que se le antojase. Pero él seguro tendría algo que objetar.

-No! No te vayas, no se vayan! -rogó.

Ella me miró mientras él me seguía rogando. Al final me quedé.

-Bájate los pantalones -repitió ella.

Así lo hice.

-Mmm, que rico. Ahora siéntate y tócatela hasta que se te ponga así de dura.

-Así no se me va a poner, él la tiene mas grande.

-¡Que ricura! -rió tiernamente- no te preocupes por eso, tu hazlo.

Y así lo hice. Me la toqué torpemente imitando sus movimientos sobre la polla de mi amigo. Después de un rato, aquello mas o menos iba queriendo ponerse duro. Noté como me excitaba más cuando ella me miraba a mi hacerlo, que cuando dirigía su atención a la cara de placer de mi amigo. De pronto ella se metió su polla en la boca.

-Eso no puedo -dije. Y ella rio casi a carcajadas con la boca llena. Tuvo que detenerse.

-Lo sé -dijo-. Solo continua acariciándotela como te enseñé.

Y así lo hice, mientras ella le comía la polla. Esto me excitó mas, y mucho mas cuando con la polla en su boca, me miraba a mi.

Mi amigo comenzó a acariciarle el pelo mientras ella continuaba comiéndosela, y ella, sorpresivamente, estiro una mano y me la apoyó en la pierna. Algo en mi interior se adueñó de mis movimientos y casi tan espectador como con lo que ellos hacían, fui de cómo me acerqué para dejar mi polla al alcance de su mano. Ella me la agarró al instante y comenzó lentamente a hacerme una paja. Era mucho mas rica que la que había estado haciéndome yo.

Mi amigo no se había enterado de nada, estaba mirando al techo con los ojos cerrados. Ella aumento el ritmo, yo comencé a mover instintivamente mis caderas y en cuanto lo hice ella se detuvo e hizo como si nada hubiera pasado. Se incorporó, se quitó las bragas dejándose la corta falda de vaquero puesta. Se montó sobre él, introdujo una mano entre ellos, encontró su polla y se movieron un momento acomodándose para facilitar la penetración, que produjo en ambos un gemido de placer al producirse.

Ella empezó a moverse sobre él. Noté enseguida cómo ya no tenía esa autoridad que había tenido sobre nosotros. Ahora ella era presa del placer que esa polla en su interior le brindaba, ahora era vulnerable, ya no daba ordenes. En cambio, pedía que no cada vez que las manos de él, después de que ella se las apartase no con demasiada convicción, regresaban a aferrarse a sus perfectas nalgas levantando la falda y permitiéndome ver la penetración.

Me miró desde su montura, su pelo le cubría los ojos y se los descubría al ritmo que cabalgaba en la polla de mi amigo. Su mirada se había suavizado, se mordía los labios, y por primera vez, le vi las tetas. Eran preciosas, pequeñas como me había imaginado, redondas, con unos pezones rosados que apuntaban hacia arriba, y apuntarían también hacia arriba aunque no estuviesen así de inflados, así de erectos.

-Ah, Ah, Ah, Ah -jadeaba al ritmo de sus saltos, soltando aire al hacer tope en su descenso. El tambien jadeaba pero a un ritmo mas lento. Era evidente que las sensaciones que se provocaban uno al otro tenían diferente frecuencia-. PajéAhte... porfAh -me pidió entre sus jadeos.

Eso hice. Y ella siguió follándose a mi amigo mientras miraba como me pajeaba. Seguimos así no mucho mas tiempo, hasta que mi amigo se corrió. Ella le prestó de nuevo atención, acariciándolo y ronroneando mientras sentía el fluido caliente desbordarse en su interior.

-Voy al servicio -Anunció-. No se vayan.

Se levantó con cuidado cubriéndose el coñito con una mano y la tetas cruzando un brazo sobre ellas. Se alejó al trote.

-¿Me pasas la camiseta? -le pidió. Y él se levantó a llevársela.

-Bueeeeno -dijo al regresar mientras se sentaba.

No dije nada, no sabía que decir. Estaba sentado en el sofá, con mi humilde erección notándose bajo los pantaloncillos.

Ella volvió del servicio. Se sentó y en seguida notó mi bulto. Bajó la cabeza rápidamente, pero no lo suficiente como para que no adivinara las sonrisa que quiso disimular. Se acercó a mi amigo y le susurró algo al oído. El chistó y la miró con cara de decirle "¡estás loca!". Ella se puso seria y volvió a susurrarle algo. El ahora sin chistar la miró con cara de decirle "¿estás hablando en serio?" y ella asintió en silencio.

-Ahora vuelvo -dijo él levantándose.

Yo siempre había sido un niño de contextura grande para mi edad, sacando a todos los compañeros de clase como mínimo un palmo. Así que cuando ella se me acercó aunque me llevase 5 años yo era físicamente mas grande.

Al verla aproximarse con esa expresión de travesura, no tardé en comprender. Cuando me empezó a lamer el cuello y a masajearme la erección por encima de la ropa, lo tuve claro.

Para alguien mas experimentado, como yo mismo ahora, hubiera resultado evidente que la chiquilla no lo era demasiado. Estaba repitiendo sobre mí lo que había hecho a mi amigo minutos antes. Su escasa experiencia daba lo justo para aquello.

Sin preámbulos me bajo los pantalones y me comenzó a comerme la polla. Aquella sensación de calidez, humedad y suavidad que me transmitió el interior de su boca, fue detonante para que sintiese una excitación que nunca antes había experimentado. Cuando comenzó con los movimientos ascendentes y descendentes creí que me estallaría el pecho. Mi corazón golpeaba mi caja torácica desde el interior completamente desbocado. Sentía sus latidos en mis oídos. Mi respiración aumentó como cuando corría como loco en los recreos, pero aquí no me había movido.

Ella ronroneaba con mi polla en su boca y yo jadeaba como en una maratón. Muy torpemente quise quitarle su camiseta. Quería sentir esas tetas en mis manos. Obviamente la posición que ella tenía impedía que su camiseta saliese, mas allá de que yo la tironease, como lo estaba haciendo.

-Espera, chiquitín -me dijo, mientras se incorporaba y se la quitaba. No se había vuelto a poner el sostén-. ¿Era esto lo que querías? -preguntó mientras repetía el movimiento de incorporarse sobre mí y acercarme sus tetas a la cara.

-Sí -dije en algo que pareció un resuello. Y me lancé de cabeza a esos pezones ingrávidos.

Se los succioné un rato, lamiéndoselos cada tanto, no sin que me dijera que lo hiciese mas suavemente.

Entonces, se levanto y se puso de pie a mi lado. Su mano derecha se apoyó en mi hombro. La izquierda bajó al su muslo y recogió un poco la falda. Su pierna derecha se mantuvo firme adonde estaba. La izquierda se elevo y retrocedió un poco, pasando por encima de mis piernas. Su mano izquierda se apoyó sobre mi otro hombro. La pierna izquierda aterrizó junto a mi otro lado. Y ella me miraba desde un poco mas arriba sonriendo, otra vez, con expresión traviesa.

Se sentó sobre mí, montándome. Mi polla quedó atrapada entre mi abdomen y su coño. La piel de mi polla, sintió el calor que irradiaba la piel de su coño. Sentí también su humedad. La mano derecha descendió entre nosotros en busca de mi polla. La encontró, la tomó, y la manipuló con cierta práctica lo que no le quitaba cierta torpeza a sus propios movimientos. Sentimos que estábamos en el lugar preciso, en la postura adecuada, ella por su experiencia y yo solo por instinto.

Sentí, ahora en la delicada piel de la cabeza de mi polla, la dulzura de esos pliegues que se abrían a mi paso. El calor, intenso, palpitante, incomparable al de la boca. Esa humedad un tanto pegajosa que tenía, y que facilitaba el avance.

Esa sensación no fue nada, comparada con la sensación de haberla penetrado por completo. Sentía toda mi polla rodeada de una agradable calidez, de una fresca humedad, de un delicado y suave interior.

Esa sensación también quedó opacada, cuando ella comenzó a mover lentamente su cadera sobre mi, generando frote entre mi polla y su clítoris. Su respiración, su expresión de entrega, como ahora parecía que era mía en cuerpo y alma, como esa mujer hasta hoy desconocida, la que me había dado órdenes ahora se entregaba. Ahora era yo quien le brindaba un placer que la hacía vulnerable.

-Muévete -ordené.

-Ahhh, Ahhh, Ahhh, sí... Ahhh -le gustó que le diera una orden.

Entonces el placer me alcanzó cuando comenzó a moverse de forma adecuada. Ya no estaba en condiciones de dar ordenes. Estaba inundado de nuevas sensaciones, que colapsaron mi capacidad de asimilarlos, causándome una sobrecarga sensitiva. Y todo nacía en mi polla.

Me aferré a sus nalgas, y ahora no pedía que la soltase. Hundí mi rostro entre sus tetas. Ella hundió el suyo en mi pelo, desde arriba. Yo sentía sus jadeos tibios en mi cabeza, y ella los míos en sus pezones.

En mi mente sentía que de mi polla nacía una corriente de placer que me la invadía y que desde allí salía amplificada a cada rincón de mi cuerpo.

Ella se movía cada vez mas aprisa, yo movía mis caderas debajo de ella. Jadeábamos al unísono. Cada vez mas rápido, mas alto.

De pronto sentí como mi cuerpo realizaba movimientos para mi hasta entonces desconocidos y como esa corriente de placer que me inundaba los sentidos ahora daba la vuelta y se desbordaba hacia afuera, dentro de ella, en violentos bombeos.

Gritamos juntos, cuando nos corrimos uno en el otro.

Me relajé dentro de ella y ella sobre mi. Respirando aun agitados. Un momento después ella se retiraba, volviéndose a cubrir el coño y las tetas como antes en su camino apresurado al servicio, ahora recogiendo rápidamente su ropa con la mano con la que tapaba precariamente sus pezones.

Yo también me vestí. Pasaron unos minutos y ninguno de los dos aparecía por allí. Así que silenciosamente me fuí a mi casa.

A mi amigo lo vi al día siguiente, y la relación ya no era tan natural, como antes de que su novia nos follase. El lo dejó con ella al poco tiempo. Y nunca volvi a verla.

Bueno, salvo en mi imaginación cuando la recordaba y me pajeaba como ella me había enseñado.

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