viernes, 13 de agosto de 2010

Tu Precio - Sensuales Eufemismos


Siempre algo nuevo, siempre desafíos diferentes que hacen aún más interesante alcanzar ese premio que ya es mío por derecho, pero que voluntariamente cedo para intentar recuperar, una y otra vez.

Tu imaginación no tiene límites, mujer de amplios recursos, de vacíos tabúes. Soy una víctima gustosa de tu creativa tiranía. Nuestra relación jamás fue calma. Desde el principio dejaste tus condiciones claras, no hubo letra pequeña. Arriesgué y me entregué, y confirmé que quien no arriesga no gana.

Has puesto a prueba mi resistencia, mi tenacidad, mi voluntad de conquistar una y otra vez ese objeto que eres tú. Y el placer que generosa me proporcionas cuando lo consigo, entregándome tu cuerpo a mis mas oscuros deseos.

Tienes siempre un precio y siempre estoy dispuesto a pagarlo.

Aquella noche en la que me hiciste salir vestido de mujer y pasearnos por el centro de la ciudad y al volver en la cama tu tuviste actitud de hombre.

Cuando usaste cera caliente sobre mi cuerpo sin que tuviese yo que emitir sonido mientras lo hacías y luego la quitaste toda, derritiendola con el calor que brotaba de entre tus piernas.

La vez que para tenerte una semana sin desafíos tuve que hacerte el amor 15 veces la misma noche y luego no tuvimos energías ni para tomar una ducha.

Cuando me obligaste a mirar como le hacías el amor a aquella hermosa joven del exclusivo servicio de acompañantes, sin tener una erección para poder participar y luego filmarnos mientras tuvimos aquel trío mezcla de kamasutra y clase de yoga.

Aquel trío con el hombre bisexual, por quien tuve que dejarme dar una felación mientras te penetraba, para luego terminar en vuestras bocas y que luego tuve que hacerte el amor tan duro, tan fuerte, dándote placer y dolor a la vez, para reafirmarme que seguía siendo tu macho.

Cuando tuve que retratar tu cuerpo desnudo y que el retrato fuera de tu agrado y luego pintamos nuestros cuerpos al óleo mientras uno tenía debajo al otro.

La noche en la que me hiciste tener cibersexo con una desconocida mientras nos observabas y luego le regalamos una sesión de sexo en vivo mientras ella se masturbaba y nos ordenaba qué hacernos hasta que no pudo evitar terminar gritando con sus manos reemplazándonos.

Todas estas experiencias merecen un espacio, pero esto que me has impuesto, lo necesita.

Relatarte lo que haré cuando consiga cumplir este mandato, mediante sensuales eufemismos. Y eso haré.

Porque esta nueva condena, dará paso a la libertad de mi lascivia, una vez cumplida. Seré el amo de quién poco antes fue mi jueza y carcelera. Dominaré tu voluntad con hilos de perversión. Serás mi marioneta bailando el ritmo que mis manos te impongan.

Recorreré la cascada de tu pelo, susurrando en mi camino sucios conjuros que te llegan y cautivan, provocando reacciones sísmicas en la geografía de tu cuerpo.

La luz de tus ojos se nublará en cuanto la embriaguez del placer que proporciono haga que me miren entreabiertos.

Tu voluntad, antes férrea, indeclinable para hacerme cumplir condena, ahora es masilla que moldeo a mi antojo.

Tu rostro mira el cielo de tu cuarto, como dedicando una plegaria que escucho y atiendo con mis labios recorriendo el pilar suave de tu cuello.

Nuestras bocas se encuentran y unen en una conversación muda de palabras, moviéndose en una mímica de tenues gemidos ahogados mientras nuestras lenguas se visitan e invitan a recorrer sus aposentos, pero torpemente, topándose una y otra vez consigo mismas.

Mis manos buscan regiones cercanas y estratégicas en esta batalla que libramos y que he ganado desde el principio. Encuentran firmeza de los montes en tu pecho. Coronados por rosados y duros altares de piedra a los que llevo la ofrenda de mis dientes. La tensión superficial provocada por las ofrendas arquean los muelles de tu espalda que proyecta implacables tus montes a mi boca.

El coro de ángeles que escapa de tu boca, dedica armoniosos gemidos celebrando mis ofrendas.

Continúo el recorrido rodeándote entera, guiado por una brújula lasciva que me indica el camino, pero no el mas corto ni el mas rápido. Me lleva despacio, por lugares que no están en linea recta con mi destino y me obligan a tomar desvíos y a volver sobre mis pasos.

La hondonada de tus nalgas esconden en sus profundidades la entrada a otro tipo de placer, más animal, más perverso, más visceral. Desciendo las laderas deslizándome en mi lengua, hasta el valle donde encuentro esa entrada, y la recorro áspera al principio, pero laxa y húmeda tras pocas vueltas. La dejo atrás sabiendo que hoy será donde culmine mi viaje, con promesas de atenciones y placeres.

Alcanzo la infinidad de tus piernas, esculpidas columnas de sensual belleza. Las acaricio como un admirador ensimismado ante la obra de arte de su artista fetiche. Rindiendo pleitesía a esos objetos de culto, que si no fuese una herejía, ya tendrían su propia religión pagana. Las beso considerándome indigno, postrándome ante ellas, rogando a ese dios pagano que obre el milagro de su apertura, de su separación. El milagro de dividir las aguas, de liberar ese caudal de deseo que se contiene dentro tuyo.

Y el milagro se produce, se abren, se separan. Me siento alcanzado por el poder que se escondía tras ellas. Ese calor sobrenatural que me abrasa despiadado. Y que tiene origen en ese deliciosos irresistible capullo arrugado. Lo despierto entre caricias delicadas , susurros cercanos y pequeños besos. No pasa mucho tiempo hasta que lo veo desplegar sus rosados y húmedos pétalos.

No pasa mucho tiempo hasta que envío mi lengua a tus profundidades.

Tu cuerpo cobra vida, como poseído por mi lengua, que te maneja desde tu interior. Eres esa marioneta controlada por hilos de perversión.

Como enamorada de estas palabras, le haces el amor a mis labios. Pero no te permito terminar porque decidido me retiro. Pero un momento, como el cambio de turnos de los obreros. Sale uno y entra otro. El amo.

Entra. Sin pre aviso, sin cuidado, como dueño por su casa. Clavo mi bandera, reclamo tu territorio para mi Corona. Lo reclamo muchas veces. Y muchas veces capitulas.

Conquistador.

Señor de tu cuerpo, recorro mis dominios, a lomos de mi purasangre. Te cabalgo salvaje. Te dejas cabalgar.

Y retorno vencedor al valle de tus nalgas a dejar en esa cueva enterrado mi tesoro. Cavo en ti, con mi taladro percutor, profundizando el hoyo donde depositarlo. Te percuto y percuto. Hasta que la percusión da paso a el espasmódico procedimiento de depositarte mi tesoro. Son siete las partes que lo componen. Siete animales bombeos de lava ardiente.

Más allá de las montañas, escuche el eco de tu orgasmo.

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