viernes, 15 de julio de 2011

Hielo y Fuego

Vacaciones de verano ya iniciadas, pero aún así tenía que asistir a una última clase del cuatrimestre de su primer año de universidad. Revisión de examen final, para los que no lo habían superado.

En general podía decir que le había ido bien, excepto, claro está, en este curso. Es que aquí no podía evitar distraerse. Su docente, era una mujer joven, aun sin ser madura, de unos juveniles 30 años. Hermosa, sensual, morena y atlética. Podría bien haber sido profesora de aerobic o spinning. Imaginaba verla en unos shorts de lycra ceñidos y un top que revelase el volumen de sus pechos, sosteniéndolos firmemente a pesar del ejercicio.

Pero no. Era docente de esta cátedra universitaria, por lo que no llevaba ese short ni ese top. Llevaba en cambio una fina falda de verano, con tablas, un poco mas abajo de sus rodillas y una camisa, eso sí, ceñida a su figura.

Esa figura se había ido revelando de a poco, a medida que el invierno quedaba atrás y la primavera iba llegando y elevando las marcas en los termómetros.

Recordaba claramente la tarde en la que estando al frente de la clase, en medio de una explicación teórica, se había quitado la rebeca y quedado con una camiseta clara. Recordaba como el movimiento de llevar los brazos hacia atrás para quitársela, había proyectado sus pechos hacia adelante y hacia arriba.

Cómo prestar atención a la teoría, con esas prácticas. Cómo no distraerse. Llevaba distrayéndose así cuatro meses. Cuatro meses que llevaba fantaseando con ella siendo su fantasía mas recurrente.

Y allí estaba ahora, en la revisión de exámenes finales, por no haber prestado atención a lo que debía habérsela prestado. Y ahí estaban sus compañeros que tampoco habían atendido. Y la docente que los estaba llamando por orden alfabético, uno por uno al frente para revisar el examen en voz baja. Y él seguiría esperando... se llamaba Zamora.

Mientras esperaba, recordaba su última fantasía intima. Una fantasía de la que ella era la protagonista. La imaginaba desnuda, claro. Y la acariciaba suavemente, recorriendo su piel con las puntas de sus dedos, tocándola apenas, viendo la protuberancia creciente de sus pezones rosados, perfectos... y de su clítoris... rosado... perfecto. Y como siempre, sus ensoñaciones eróticas, le provocaban reacciones físicas.

Aburrido, siguió pensando en como la tocaba, como la acariciaba, como ella respondía a sus caricias. Y tanto debía esperar su turno, que perdió la noción del tiempo, abstraído en sus pensamientos. Llegó incluso a garabatear sus cuerpos desnudos representando esas imágenes.

Así, ella tuvo que llamarlo dos veces para que reaccionase, apartando esas imágenes de forma inmediata de su mente... pero las consecuencias físicas de haberlas tenido en mente tanto tiempo, no iban a desvanecerse tan fácilmente.

Viendo que era el último, se puso en pié y utilizando los recursos a su alcance, se aproximó a ella recorriendo ese largo pasillo entre los bancos vacíos. Dejó su mochila colgar delante de él, ocultando la erección, haciendo como que acomodaba sus libros y apuntes, encorvado hacia adelante y demorando su llegada.

Una vez allí intentó sentarse junto a ella sin que se notase el abultamiento en su entrepierna. Pero no lo consiguió, y ella observó de reojo su erección, como una venganza a como él había mirado sus pechos y su culo durante todo el cuatrimestre. Pero lo que consideró que era suficiente como retribución, notó que llamaba su atención y volvía a mirar cuando lo consideraba seguro.

Así comenzó la revisión del examen, y él requería dos explicaciones del mismo tema, preguntaba cosas que debería saber de sobra y reflexionaba sobre lo que ella le explicaba para dejar pasar el tiempo y lograr que su erección se relajase. Pero ella interpretó que él estaba haciendo lo posible para estirar esa entrevista a solas en aquella aula vacía.

Pero su erección no cedía. Y ya no sabía como prolongar su estadía en aquella silla, salvo con más preguntas sobre el examen, incluso acompañándolas con imprecisos gráficos, por lo que sacó su libreta y en una hoja en blanco hizo unos trazos, un corte de la tierra, el manto, magma, un volcán, con algún error conceptual introducido a propósito.

Como buena docente, procedió a corregir sus errores, lo que le daría tiempo y lo haría pensar en otra cosa. Pero en medio de la explicación, ella se detuvo de pronto, él la miró intrigado y vio como ella lo miraba entre sorprendida y divertida. Pensó en bajar la vista a verificar si su erección resultaba muy evidente, pero lo que vio en el camino fue que ella había dado con los garabatos sexuales al pasar las páginas.

Ella estaba sorprendida por la desfachatez de su alumno. Sabía que se sentía atraído, como otros a los que había visto la misma mirada, desnudándola en clase, pero ninguno había llegado tan lejos insinuándose así.

-Los gráficos de la corteza estaban mal, pero estos... están bastante conseguidos- dijo divertida.

Sintió vértigo al verse descubierto así ante ella. Revelada su sucia perversión. Pero esto, como muchas otras cosas, es solo cuestión de perspectiva. Lo que para el resultaba vergonzoso, insultante y completamente fuera de lugar, para ella resultaba... sexualmente divertido.

-Pero -continuó-, mis pezones son mas pequeños... -hizo un nuevo dibujo- Así, ves?

Incrédulo, no tuvo reacción.

-Y la parte del dibujo que te toca -dijo yendo aun mas lejos-, por lo que veo, no la has exagerado.

La adrenalina recorría su organismo, mientras ella se levantó de su silla y fue hacia la puerta del aula. Inmóvil en su silla, recuperando la erección que hacía un momento había empezado a ceder, quedó con la vista perdida en el escritorio delante suyo, en el vaso de agua helada, y en el cubito de hielo que flotaba solitario.

-Qué pensativo -le comentó mientras volvía-.

-Eh? Sí... No... No sé.

-¿Qué pasa chiquitín? ¿Te arrepientes de insinuarte? Me ha gustado tu arrojo, me has sorprendido, y... y eso -concluyó.

Antes de volver a su silla, se apoyó en la mesa y su camisa estrecha, reveló el relieve de sus pezones erectos... y sí, eran mas pequeños de lo que el imaginaba y dibujaba.

-Bueno... no queda nadie por aquí -dijo-. Este es mi ultima clase. Entregaré las revisiones y ya no vuelvo a esta universidad. Tengo una beca de investigación, me voy al sur. Tuve que trabajar mucho para conseguirla -se sentó a su lado-. Llevo 2 años con eso, y al final han premiado mi tesis. Pero todo tiene un precio -se inclinó hacia adelante, apoyando un codo en el borde del escritorio y la mano que colgaba de ese apoyo, reposó en el muslo, muy cerca de la erección-. Tanta dedicación al proyecto, hizo que haya descuidado otros aspectos de mi vida, sobretodo el sexual -y la mano ejerció una suave y dulce presión en ese muslo tenso.

El la miraba entre sorprendido y excitado. Aún inmóvil.

-¿Y a ti? -continuó-¿tampoco te ha ido bien con las chicas este año? No hay muchas en la clase, la verdad. Y esta carrera absorbe mucho ¿no? No deja tiempo a las relaciones sociales, y si vienes de otra ciudad, no tienes muchos colegas con los que salir, y conocer chicas con las que intimar... llevarlas a tu piso... besarlas, tocarlas, desnudarlas... ¿no? -su mano ya masajeaba el muslo interior y la erección se movía bajo el pantalón.

-No... no tuve casi sexo este año... -dijo él-. Bueno salvo del sexo en soledad -confesó.

-Sí, el tipo de sexo que tengo hace 2 años -confesó ella-. Me has pensado mucho este año, ¿verdad? -su mano subió acariciándole el interior del muslo, hasta apoyar el canto contra su entrepierna erecta-. ¿Dije ya que no queda nadie aquí? ¿Dije ya que no me gusta tomar la iniciativa tanto tiempo? ¿Y que me gusta que se preocupen por mi placer?

-En mis fantasías masturbatorias, toda la iniciativa es mía. Estoy atento a tus expresiones, para saber qué cosas te gustan, y sientes como si te conociera, como si hubiésemos estado juntos mucho tiempo y conociera todas tus preferencias.

-Interesante... ¿cual es la que más te excita, y en la que más me excitas?

-Bueno, hay una en la que en medio de la fantasía, se nos une una chica...

-No -lo interrumpió-, prueba otra cosa.

Ya era hora de hacer algo, o de decidir no hacer nada. Pero la verdad es que prefería hacer algo. Así que se puso en pié, y ella lo miró desde abajo un tanto sorprendida, sin saber exactamente lo que fuese a hacer a continuación.

-Ven -dijo él.

Esto ya era mejor, cedería la iniciativa, que no le gustaba tener. Se puso en pie y quedó frente a él. Le llevaba casi 10 años. Pero físicamente él era mas grande. Y de tan cerca, tenía que mirar un poco hacia arriba para el contacto visual.

La rodeó por la cintura con un brazo y llevo su otra mano a la nuca redondeada y poblada de aquellos sensuales bucles morenos. Acercó su rostro y ella respondió igual. Aproximaron sus labios y se besaron acariciando sus lenguas de inmediato. Se recorrían una a la otra, de arriba a bajo, dentro de una boca, y al instante siguiente, de la otra. Durante un prolongado momento, mientras su mano revolvía los bucles con suavidad, con lentitud, acariciando su nuca, su fino y estilizado cuello, y ella echando la cabeza hacia atrás, recibiendo su lengua en su boca. Y a medida que ese beso ganaba intensidad, parecían que se comiesen las bocas, literalmente.

La erección que tanto había querido relajar, ya no lo abandonaría hasta el final. Los pezones erectos de ella, tampoco se relajarían ya.

El beso concluyó de momento, ya que mas adelante volverían a besarse, con la misma intensidad, en diferente postura.

Apartándose unos centímetros de ella, le empezó a desabotonar la camisa ceñida, viendo lo bien que le marcaba la figura y la erección de sus pezones. Y aunque ella había declarado que no gustaba de tomar la iniciativa, no se quedó atrás, respondiendo a los estímulos.

Mientras él desabotonaba el último botón de esa camisa, revelando un sujetador blanco inmaculado con encajes y transparencias, ella por su parte, había llevado sus manos a masajear la erección por encima del pantalón. Y esa posición de los brazos, estirados, hacia abajo y con sus manos unidas sobre ese pene grueso y oculto, hizo que sus pechos se elevasen, marcando su canalillo y aumentando la apariencia de su volumen.

Su masaje se interrumpió cuando tuvo que llevas sus brazos hacia atrás para quitarse la camisa, lo que a él le recordó aquella vez, quitándose la rebeca. Pero esto era mejor. Sus pechos se proyectaron hacia él y el sujetador transparente dejaba apreciar esos pezones rosados. Sin tener control de sus movimientos, vio de pronto sus manos cubriendo suavemente esos pechos grandes y armoniosos y a ella congelándose en esa posición, permitiendole tocárselos.

-Te gustan, ¿no? -le preguntó.

-Sí, mucho -respondió masajeándolos.

-Mmm, que lindo que los tocas.

-Siento tus pezones duros contra mis palmas.

-Siento tu palma contra mis pezones duros.

Terminó de quitarse la camisa, y con los brazos aun a la espalda, los flexionó y se soltó el sujetador, que al no tener tirantes quedo en su lugar sostenido por las manos sobre sus pechos. Pero no por mucho, ya que él lo tomó y dejó sobre la mesa, casi derramando el vaso con agua y el cubito de hielo que siguió flotando ausente.

La hizo girar sobre sí misma y la rodeó con sus brazos. Ella torció la cabeza y movió sus bucles morenos despejando ese cuello estilizado, y el descendió como un vampiro a lamérselo. Mientras, sus manos desabotonaban la falda y esta caía sobre esos zapatos de taco.

Sus manos entonces, subieron y tomaron sus pechos desde abajo, elevándolos sin necesidad. Acariciándolos. Recorriéndolos. Sintiendo su turgencia, su esponjosidad, su suavidad, encontrando de pronto el contraste de sus pezones dulcemente ásperos y duros como si fuesen islas de incoherencia en ese mar calmo de piel blanca.

Ella arqueó su espalda por primera vez, entregando sus pechos a esos masajes y caricias tan certeras. Giró su rostro hacia él y se besaron de nuevo, con intensidad cuando las caricias se habían centrado en sus pezones y los retorcían suavemente entre sus dedos. En el beso profundo ella le jadeo dentro de la boca y él respiró su jadeo.

Liberándose de sus caricias, giró de nuevo quedando frente a él, y procedió a desnudarlo. Su camiseta juvenil, sus vaqueros gastados artificialmente, su boxer demasiado amplio, pero al parecer muy cómodo. Y al final, allí estaba. La erección en plenitud. Latente. Palpitante. Viva.

Se quitó la falda de los pies, y de paso la braguita igualmente inmaculada. Antes de que se arrodille, él pudo ver que iba depilada por completo. Esto quedó opacado cuando sintió la suavidad, calidez y humedad del interior de su boca cubriendo parte de su erección.

Volvió a acariciar sus bucles morenos mientras ella movía su cabeza sutilmente adelante y atrás, y ronroneaba con la boca llena. Las pequeñas y femeninas manos sostuvieron sus testículos, sintiendo tu sensual peso. Luego lo rodearon y aferraron sus nalgas. Y al final subieron y estimularon sus pezones de hombre, pequeños y también tan duros. Pero el luego de un momento interrumpió la felación porque sabía que de continuar, terminaría así.

Ella se puso en pié, expectante. Sin ninguna iniciativa. Cediéndola. Así se dejó guiar a su silla, y sentarse como se lo indicaba, con la silla del revés. Una silla del estilo de oficina, con el asiento y el respaldo acolchados, forrados con tela oscura y un tanto áspera, sin reposa brazos, giratoria y con ruedas en la base.

Así desnuda, apoyó sus manos sobre el respaldo, una pierna junto al asiento y la otra pasándola por encima, montándose sobre el asiento. El, detrás de ella, se arrodilló quedando junto al escritorio. Ella lo miró desde arriba, por encima de su hombro, con sus manos aun sobre el respaldo, la espalda un poco arqueada, las piernas abiertas. Su postura, separaba sus nalgas, dejando ver su ano rosado, y sus labios hinchados y húmedos.

-¿Te gusta el paisaje? -le preguntó mirando hacia adelante para abrir mas sus nalgas profundizando su postura.

-Me encanta el paisaje -respondió, y a continuación miro el vaso de agua sobre el escritorio.

-¡Ay! -exclamó sorprendida, el se había puesto en pie detrás de ella luego de haber tomado el cubito de hielo dejando caer una solitaria gota helada entre sus sensuales omóplatos marcados por la posición de su espalda sobre la silla.

-Huy... -dijo mientras dejaba caer otra gota.

-Ay... sí.

La gota bajo por la curva de su espalda. Helada. Llegó a la cintura bajando la velocidad, hasta detenerse en la cintura, encayando en uno de los hoyuelos perfectos que tenia sobre sus nalgas, donde la esperaba la anterior.

-Más... -pidió ella.

Otra gota inició su recorrido, arrastrada por la gravedad, siguiendo el tobogán que formaban los músculos que recorrían su espalda. Pero esta gota, escapó al embalse de los hoyuelos, y huyó ocultándose entre sus nalgas... acariciando en su huida su ano rosado, y los labios inflamados que sintieron su paso, deteniéndose y quedando suspendida de la punta de su clítoris, vibrando nerviosa.

-Ay... -le gustó.

Más gotas siguieron a la ultima, burlando los hoyuelos, acariciando su ano y sus labios, congregándose en la punta de su clítoris, hasta que caían por su propio peso.

Hasta que el solitario hielo desapareció entre sus dedos, dejándolos helados y mojados. Acercó su rostro al de ella, que lo giró para encontrarse, y volvieron a besarse acarciándose las lenguas... y volvió a respirar los jadeos de ella, cuando esa mano de dedos heladas se posó por detrás sobre los labios en llamas. La mano helada cubrió su sexo, como ocultándolo a la vista de otros. Y ahí posada, aplicó masajes quietos, ondulantes, variando la presión que aplicaba a lo largo de aquellos labios tan calientes.

Volvió a arrodillarse detrás de ella, y acercó su boca a su valle entre las nalgas, recorriendo el camino de las gotas, con su lengua. Encontrando los mismos obstáculos. El primero, su ano rosado. Lo lamió, lentamente. Mientra ella en respuesta volvía a arquear la espalda para exponer más su valle, apretando el respaldo acolchado y jadeando allá arriba mirando al suelo con los ojos cerrados. Y mirando el techo cuando la punta endurecida de su lengua punteó la entrada de su culo.

El segundo obstáculo lo esperaba ansioso. Latía. Ardía.

Su lengua se detuvo en la comisura de aquellos labios transversales. Acarició su unión. Descendió recorriéndolos. Separando sus pliegues húmedos. Topando con el clítoris, empujándolo.

-Ahhh... sí.

Su lengua volvió sobre sus pasos, encontrando la entrada a su interior. La penetró.

-AHHH!

Su boca besó aquellos labios transversales como antes había besado los otros. Literalmente comiéndole el sexo. Y ella movía su cadera, frotando sus labios contra los de él. Sintiendo aquella lengua inquieta dentro suyo. Sintiendo como bajaba un caudal de excitación liquida y como él lo bebía.

Las manos de él aferraron esas nalgas, y las abrieron, tensando la piel del valle. Abriendo sus entradas. Profundizando la penetración. Ella empujó contra su boca y movió su cadera. Una de sus manos abandonó el respaldo acolchado y lo tomó por la nuca clavándoselo contra su entrepierna, moviéndose, jadeando, gritando cuando la invadió su orgasmo, tan profundo, tan intenso.

-Ay... ay... sí. Mmm... ahora tu.

El se incorporó aun con el sabor del orgasmo en la boca, subiendo por su espalda, hasta tener la boca junto a su oído.

-Te la voy a meter por el culo -susurró.

Ella giró su rostro y lo miró con ojos y boca muy abiertos. Pero no se movió. En cambio se aferro mejor al respaldo, volvió a la posición que abría su valle, y ahí estaba su ano rosado.

-Sé amable... -dijo apoyando su mejilla sobre el respaldo y mirándolo desde allí.

Encima de ella, el tomó tu gruesa erección y la guió penetrándola de una vez, por completo.

-¡Ah! -exclamó una vez más sorprendida, ahora al sentir cómo ese pene grueso y duro entraba en ella habiéndole separado los labios, habiendo acariciado su clítoris en su impetuoso avance.

Con su pene bien adentro de su sexo, quedo quieto, haciéndoselo latir dentro, muy dentro.

-Eso no es mi culito... -susurró sin mirarlo, entregándose a esa penetración distinta a la esperada.

-Lo sé. Quiero lubricarme bien antes.

-Ahhh... lubrícate todo lo que quieras.

Así lo hizo. Se lubricó, todo lo que quiso. Mucho. Sintiendo como su grosor estiraba esa cavidad un tanto estrecha. Y como, si la penetraba bien, la punta de su pene hacia tope en su interior. Esto la ponía muy caliente... mucho, tanto que le dio su segundo orgasmo, mas suave, mas prolongado... mas suspirado.

Así, retiro su pene de su interior húmedo, comprobando que había cubierto de su delicioso y cristalino lubricante. Y lo llevó a apoyarse contra su ano... empujando, viendo como cedía a su empuje, dispuesto, relajado, dejándose penetrar.

Mientras ella lo miraba con la boca muy abierta por encima del hombro, desde abajo, él seguía enviando su erección dentro de su culo, despacio, con cuidado, pero decidido a llegar hasta el final.

Y lo consiguió. Sus testículos quedaron apresados entre ellos. Y allí comenzó a moverse en recorridos cortos, no hacía falta mas, la estrechez y aspereza que sentía y lo estimulaba era más que suficiente.

Se acercó a ese oído

-Estoy por terminar... -susurró.

-Yo quiero.

Cumpliendo su deseo, la rodeó con un brazo, le aplicó masajes alrededor de su extenuado pero erecto clítoris. Mientras acrecentaba la intensidad de su penetración.

-¡Ay!... ¡ay!... ¡ah!... ¡ay!... -mezclaban sus gemidos y jadeos.

No estuvo claro quien empujó a quien al abismo del orgasmo desde el acantilado de la estimulación profunda... pero quien haya sido, fue arrastrado en la caída.

Ella gritando sin contenerse... el jadeando sobre ella, empujando bien adentro su penetración y eyaculando en su interior. Lo hizo en seis intensos bombeos densos y cálidos.

Cansados, se relajaron un momento... mientras ahora sí la erección cedía.

Mientras se incorporaban, y se vestían no hablaron. Solo sonreían cuando sus miradas se cruzaban buscando sus ropas.

Desalineados pasaron a recoger sus materiales, alcanzándoselas el uno al otro cuando una pertenencia equivocada era tomada por error, por las prisas.

Ella finalizó antes, se acercó a él torpemente y le dio un beso rápido en la mejilla.

-Has aprobado -dijo, aunque el examen no se había revisado en realidad.

Y mientras se abotonaba el vaquero la vio salir del aula a paso presuroso y mirando a ambos lados del pasillo, desapareciendo, siendo esta la ultima vez que la vio.


Tres meses después.

Tras unas relajantes vacaciones de verano, estaba en la universidad nuevamente. Se apuntaba al segundo curso de la carrera. Delante de él, en la ventanilla, un gordo de gafas consultaba la pantalla de un ordenador.

-Zamora... Zamora... ah! Zamora.

-Eso -dijo él-, Zamora -mientras preparaba los formularios que había rellenado y tu tarjeta universitaria.

-Zamora... no te puedes apuntar. No tienes aprobado el examen final del curso. No has pasado por revisión con el docente? Y no te has presentado a los exámenes recuperatorios de verano!





1 comentario:

  1. mi mente se traslado a esos momentos de placer ..es muy intensa la manera de expresarte...

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