miércoles, 10 de agosto de 2011

Homo Interruptus

Maldijo una vez mas su dejadez y el exceso de optimismo de ella. Ambas cualidades en cada uno, al final, los había empujado a ese viaje de 16 horas en bus, por no ocuparse a tiempo y por creer que los vuelos baratos serían baratos hasta el último momento.

En realidad el tiempo podría pasar pronto, si, como todo el poco pasaje que iba en el bus, pudiese dormir en esos asientos generosos, del coche cama. Pero no podía. Aunque el viaje estuviese programado para producirse durante la noche, y así pasar desapercibido a los pasajeros. A los pasajeros que dormían, como su novia, a su lado.

Y lo peor, es que para él, este era el segundo viaje, el de vuelta. Ya había ido hacía una semana. Había viajado sólo, a encontrarse con su novia, en la ciudad natal de ella, pasar unos días y volver juntos a la ciudad en la que ambos residían.

El mismo viaje, el mismo trayecto, la misma duración, algunos mismos pasajeros... y la misma azafata. Sí, azafata. En un bus una azafata. Extraño, pero allí estaba. Y en el viaje de ida, habían conversado bastante, ella no podía dormir, ni él tampoco, aunque por diferentes razones cada uno. Al subir a este bus, volviendo, se habían saludado y conversado un poco cuando la azafata había terminado de hacer las cosas y quedaba a la espera de que alguien necesitase algo. Habían hablado los 3 animadamente. Ahora, su novia dormía y él maldecía la dejadez y el optimismo.

Con el bus en penumbras y en silencio en sus dos pisos casi despoblados, se aburría. La azafata al parecer, también. Pasó caminando por el angosto pasillo hasta donde estaba el chófer que descansaba para darle un botellín de agua. Le gustaba su figura y como la ropa de trabajo la enaltecía. Camisa blanca ceñida, falda ajustada, cabello recogido, tenso, en una gruesa y sedosa cola de caballo rubia.

Cuando regresaba a su último asiento lo vio despierto, le sonrió, y le hizo una seña para que fuese con ella, si lo deseaba. Podrían conversar, hacerse compañía. Y sí, se levantó con cuidado para no despertar a su novia y la siguió.

Sabía bastante de la azafata. En aquel viaje de ida habían conversado mas de 10 horas. Ella también sabía cosas de él. Él sabia que era 3 años mayor que ella, que ella no tenia novio, que vivía con sus padres, que viajaba mucho, que era de pensamiento liberal en cuanto a la sexualidad... y que se le había insinuado. Ella sabía que él viajaba para estar con su novia, que vivían cada uno en su casa, que hacía menos de un año que estaban juntos... y que él había sido infiel en una relación anterior cuando era incipiente.

Se sentaron uno junto al otro en el mismo asiento, y ella apagó las luces de lectura. El final del piso bajo del bus quedo oscuro. Si alguien llamaba a la azafata, se le encendería un led rojo indicando el asiento en el panel de enfrente con el sonido de una campanilla.

-¿No temes quedarte dormida así? -Preguntó él.

-No, estás aquí, no voy a dormirme. ¿Qué tal ha estado el viaje?

-Regular, la verdad.

-¿Por qué?

-Bueno, conocí a su familia, me alojé en su casa. La madre, resultó una adicta a los tranquilizantes, al parecer. Se pasaba el día como flotando entre algodones, hablando tooodooo aaasiii, me ponía nervioso. El padre, un controlador de cuidado, le cuestionaba a ella la ropa que se ponía, llegó a decirle una noche que íbamos a la disco, que parecía una puta, literal ¿eh?

-Joder, ¡qué fuerte!

-Sí, no supe qué hacer, si defenderla o dejarlo pasar, como algo entre padre e hija. Y al final no hice nada. Sólo me sentí mal. Y luego el hermanito de los cojones, un enfermo de los celos con la hermana, que es verdad que hacía mucho que no veía, pero tan enfermo resultó que no se nos separó un momento, a dónde íbamos se nos adhería. Parecía estar compitiendo conmigo por seducir a su hermana... todo muy raro en esa casa.

-¿Es pequeño el cabroncete?

-No tanto, 15 o 16. Un pajero de cuidado.

Ella rió ante esa afirmación.

-Que lástima -acotó-. Lo habrás tenido difícil en ese entorno para poder tener sexo con ella durante tu estadía, ¿verdad?

-Bueno, ese también fue un tema. Casi no teníamos intimidad, yo dormía en una habitación para mi sólo. Ella dormía con el enfermito. Hubieron pocas ocasiones en las que poder tocarla de esa manera.

-Oh, ¿sólo has podido tocarla? ¿No la has penetrado en todo este tiempo?

-Íbamos a una playa cercana, pero que había que ir en bus. Iba siempre a reventar de lleno, pues había poca frecuencia. Pasaba uno cada hora o así. De forma que viajábamos como sardinas en lata. El tercer día, cuando volvíamos, empezó a oscurecer ya que el bus anterior lo habíamos perdido. Estábamos de pie ella delante de mi, yo detrás, el hermanito por ahí cerca, pero distraído hablando con otros amigos del grupo.

-¿Y qué pasó? -Preguntó interesada y entretenida.

-Sentí como apoyó su culo contra mi paquete y comenzó a moverse despacio. Me masajeaba el tema con las nalgas, mirando hacia adelante con cara de no estar pasando nada. Y yo intentando poner esa cara mientras sentía como se me iba poniendo dura.

-¡Uy! ¿Y no los vio nadie?

-No, estaba oscuro ya, la gente estaba cansada dormitando o conversando entre ellos metidos en sus temas. Pero tampoco se podía follar, no pasó nada aparte de esos masajes y de un par de caricias asustadizas a la erección que me había provocado.

-¿Y te quedaste así? Que putada.

-Sí. Otras veces pasó mas o menos lo mismo. Antes de ayer, ya estaba hasta los huevos de todo. Volvíamos sentados esta vez, de noche también, cubiertos por una toalla porque estaba fresco, así que por debajo de la toalla, le acaricié el coño por encima del bañador, abrió las piernas, le metí dos dedos debajo de la tela y le acaricié el clítoris hasta que se corrió muy disimuladamente. Pero así y todo creo que el enfermito, nos miraba. Pero como te digo ya me daba igual.

-Mmm que linda imagen, pero al final ella se pudo correr y tu seguías a dos velas. ¿En la casa no pudiste hacerle nada?

-Sí, pero fue frustrante como el bus. Una mañana llevaron al enfermito a anotarse en el colegio, y nos quedamos solos. Yo estaba durmiendo. Habían salido muy temprano. Ella me despertó con una mamada, cuando abrí los ojos alterado y excitado, la tenía ahí comiéndomela. Mira como estaría yo de mentalizado que lo primero que dije fue preguntar por su familia en lugar de arrancarle el camison bajo el que estaba desnuda y follarmela entera.

-Y ahí entonces sí te corriste.

-No, me la puso como una moto, y me la hizo chupársela a ella, ya que en teoría teníamos tiempo, pero cuando se la comía escuchamos llegar el auto, y la muy puta, en lugar de cortarlo, me agarró de pronto de la nuca, y empezó a moverse contra mi boca, follándomela un momento hasta correrse ahí, con movimientos bruscos. Recuerdo como se le sacudían las tetas mientras se corría con la boca abierta los ojos muy cerrados, como gritando, pero muda.

-¡Que cabrona! Ya tuvo 2 corridas y tu ninguna.

-Ya te digo.

-¿Y nada más?

-Hubo otra vez en la que le pidió prestada una habitación a una amiga que vive junto a la casa de sus padres. La habitación estaba sobre el garage de su casa, por lo que tenía mucha intimidad. En su casa hicimos todo el paripé de irnos a la disco, pasábamos a buscar a esta amiga y seguíamos. Pero en realidad nos íbamos a quedar ahí. Mientras esperábamos detrás de la casa, estuvimos besándonos, metiéndonos mano hasta que me desabotonó el vaquero y me empezó a dar una mamada.

-Así que cuando subieron a la habitación estabas muy entonado.

-Estaba muy entonado, pero no pudimos subir, porque la madre pastillera nos vio en el jardín de la vecina.

-¡¿Vio como la hija te daba una mamada?!

-No, no. La había hecho deternerse porque iba sino a correrme ahí mismo, y prefería hacerlo más cómodamente, por la promesa de esa habitación, pero al vernos la madre ahí tuvimos que ir a la disco.

-¡Que putada!

-Sí. Luego en los reservados de la disco, nos metimos mano de nuevo, y ella tuvo otro orgasmo cuando la penetraba...

-¡Bien!

-... con 3 dedos.

-¡Joder!

-Sí -confirmó él-.

-Al menos habrás tenido orgasmos tu sólo, ¿no?

-No.

-¿Cómo que no? ¿Por qué no?

-Por que la esperanza es lo ultimo que se pierde. La tenía ahí como tu dices, y quería descargar todo mi deseo acumulado dentro de ella, no en mi mano. Pero al final no pude hacerlo.

-Pero con lo fácil que es tener sexo y que te hayas pasado todos esos días con tu novia de esa manera, sin poder hacerlo. Ahora mismo podríamos tener sexo tu y yo aquí sin mayores inconvenientes.

-Calla, calla.

-Sería muy fácil -dijo apoyando la mano sobre la pierna de él que tenia junto a la suya -. Podría besarte, los labios, la lengua, el cuello. Esta mano -dijo y aplicó una suave y cálida presión en la pierna-, buscaría tu paquete, sin problemas en encontrarlo, porque imagino que ya esta despierto, como lo esta mi tema... después de esta conversación -se acercó y suspiró sobre los labios separados de él, que respiró ese dulce y sensual aliento-.

-Sí, esta despierto...

-Lo sé. Luego te dejaría desabotonarme la camisa, y mover mi sujetador a un lado, para exponer mis pechos parcialmente, para desnudar mis pezones, ya muy duros.

-Eso estaría bien... -dijo como ausente-.

-Me los besarías, con suavidad. Me los lamerías despacio. Me acarciarías mis pechos con cuidado, presionando en la justa medida para ponerme muy excitada, incluso más que ahora -y cumplió con la primer parte del plan, besándolo como había prometido.

El no pudo más que devolverle el beso. Embriagado de hormonas que lo recorrían interiormente causando revueltas allí donde llegaban, provocando destrozos y saqueos, instaurando el cáos y la anarquía en su sistema, derribando las barreras sociales, culturales, sus valores y principios. Días y días de una promesa que su novia no se había preocupado en cumplir, mas allá que para sí misma, habían causado la rebelión. Bueno, tuvo que haber una incitadora.

Ella ya no hablaba, solo ronroneaba entre susurros mientras lo acariciaba, recorriendo el cuello de él con sus labios, con su lengua. Y él jadeando por el masaje de esa mano pequeña pero experta sobre su erección bajo el vaquero.

-Sólo procura -dijo ella-, no hacer ruido...

-No... silencio... sí -balbuceó incoherente y ebrio de placer acumulado-.

Su lengua recorrió el cuello de él por completo, lamiendo orejas, yugulares, nuez... mientras continuaba ronroneando. Su mano empezó a desabotonar su vaquero, y luego se introdujo dentro del boxer de tela, tocando por primera vez la piel de su erección, tan tensa, tan vibrante, tan caliente.

Ambos susurraron un gemido.

Su otra mano, tomó una de las de él, grande y potente, y la llevo a los botones de su camiseta. Y como él conocía el guión, se la desabotonó, movió el sujetador y desnudó sus pechos, pero mucho más que parcialmente. Así con sus pechos desnudos ella se retiró de su cuello y le dejó espacio para que sea él ahora quien bese, quien lama, quien chupe.

Ella tenía la mano en su erección, y ya había echado para atrás la piel de su cabeza, y se la acariciaba sabiendo que allí las sensaciones para él serían muy intensas, y con la otra jugaba con el pelo de él mientras tenia su cabeza apoyada en sus tetas mientras él se las devoraba como un caníbal dócil.

Sintió como una mano de él ya libre, buscaba la intensa humedad entre sus piernas, por lo que adelantó la cadera y abrió las piernas entregándose a sus manos.

-Déjame ocuparme de ti -dijo ella luego de que ya tuviese sus pezones como rocas volcánicas, y sus labios como los de un boxeador apaleado.

El se recostó hacia atrás en el amplio asiento cama, y ella se inclinó sobre su cabeza enorme y roja. Con la punta de su lengua arrastró una gran gota transparente y densa de líquido preseminal, que continuó adherida a ambos extremos como una cristalina telaraña en una mañana de rocío. Y luego se ocupó de recogerla y beberla.

El estaba en el cielo, gozando de una forma cómo hacía mucho que no gozaba. En ese momento de embriaguez era incapaz de analizar por qué. Si por la acumulación de toda aquella tensión sexual y orgasmos inconclusos, o por la situación de hacerlo en ese bus, con gente, poca eso sí, pero gente al fin tan cerca, por estar su novia unos asientos mas adelante... o todo eso junto.

Pero ese paraíso se vio alterado con el led rojo y la campanita que de pronto empezó a sonar.

-¡¿Qué?! ¡No! -se quejó él.

-Mierda -se resignó ella en voz baja mientras se acomodaba el sujetador y se abotonaba la camisa-. Ya vengo bebé... lo siento.

El quedó sentado como si ella continuase sobre él, con su erección expuesta. La sentía latir, la veía palpitar al ritmo de esos latidos. Sentía la humedad de la saliva de ella que se la cubría toda y aumentaba la sensación del aire acondicionado sobre su piel mojada.

Un momento, quizá demasiado extenso, después ella volvió apresurada de cumplir con su tarea.

-Bebé sigues igual de duro que cuando me fui... venga -Pasó por encima de él, sentandose contra la ventana, apoyó la espalda contra el agradablemente frio cristal, subió una pierna al asiento, la otra la llevó contra el respaldo del asiento delantero y así su falda se replegó a su cintura. Con una mano desnudó sus pechos, y con la otra expuso sus labios moviendo su braga a un costado.

El se zambulló de cabeza entre las piernas de ella. Y comenzó a saborear su flujo, cálido y eléctrico mientras sus manos se clavaban en sus tetas desnudas.

-Ay bebé... sí... así, cómeme toda... es tuya bebé... yo te compenso... méteme la lengua... bébeme, ah sí... así... ¿te gusta? ¿te gusta?

-msí... -respondió con la boca llena de pliegues rosados-.

-Ahora -dijo ella-. Dámela -y le entregó un preservativo.

El se retiró apresurado a colocárselo mientras ella se mantuvo en su posición, respirando entre jadeos y ronroneos.

Pero el infierno regresó en forma de luz de led roja y sonido de una campanilla.

-¡No! -dijo ella cabreada-. Mierda, mierda... ¡Mierda! -mientras se volvía a acomodar las prendas y pasaba encima de él y de su erección cubierta en látex naranja. -Joder... joder -seguía quejándose mientras se alejaba por el pasillo.

El sentiá ya que todos esos días de promesas sexuales incumplidas y estas cada vez más frustrantes interrupciones estaban haciendo mella. Sentía su profunda excitación, esa que lo había llevado a estar ahi, y que se transformaba en dolor físico. Sus huevos latían dolorosamente. Se retorcían dentro de él, necesitaba tener un orgasmo ya no por principios, era una necesidad fisiológica impostergable.

Notó la creciente iluminación en el horizonte... en poco tiempo sería un amanecer, y el interior del bus se llenaría de claridad, y la gente empezaría a despertar, su novia podría despertar.

Luego de mucho tiempo ella regresó, y él seguía como cuando ella se había ido. Volvía a disculparse en susurros mientras de nuevo pasaba por encima de él, dándole la espalda. Cuando la tuvo encima, la detuvo, y la invitó a descender sobre tu erección, y ella aceptó.

Se sostuvo en los respaldos del asiento delantero con una mano, las piernas abiertas y él debajo entre ellas. La otra mano movió su braga a un lado, permitiendo la entrada intensa de esa cabeza inflamada.

El echó la cabeza hacia atrás, y libero un suspiro profundo, casi gutural. Tomándola de la cintura la hizo sentarse sobre él de un tirón y la penetró de lleno. Ella ahogó un grito en su brazo. El empezó a moverse, a sacudirse debajo, dentro. Y ella sentía como las venas de ese miembro se hinchaban, como se engrosaba, como crecía aun más, cuando el proceso del orgasmo se iniciaba en él.

Pero el destino no se apiadaba, y sonaron 2 luces en el panel. Y vio movimiento, el chófer que descansaba se había despertado e iba hacia el servicio, y podría verlos. No tuvo mas opción que liberarse de la penetración justo en ese momento. Salió deprisa de encima de él, porque si él se hubiese percatado de que se retiraba, sin duda la hubiese querido retener hasta tener su orgasmo.

-Lo siento, lo siento, lo siento... -repetía una y otra vez, mientras se acomodaba la ropa a toda prisa-. Lo siento... lo siento... lo siento -repetía con su voz, con su mirada, con su lenguaje corporal mientras se alejaba. Era sincera-.

El no podía creer lo que estaba pasando. Sus huevos le dolían como si les hubiesen dado un puntapié, como si estuviesen inflamados por el golpe y les hubiesen dado otro puntapié mas. Latían sordamente. Se movían dentro, sus entrañas estaban en llamas, el dolor y las molestias se iniciaban en sus huevos y se introducían en su vientre por conductos desconocidos. Su instinto le decía que necesitaba un orgasmo, necesitaba eyacular. Todo su ser era una suma de células que en su ADN tenían escrito que éste era un momento para el orgasmo. Para eso se habían preparado, y estaban listas, pero todo parecía confabularse para interrumpírselo. Y estas interrupciones también afectaron a las células cerebrales. Su estado mental estaba alterado. En este momento era mas un animal que una persona. Respondía a los mandatos almacenados en sus genes, no ya a los mandatos artificiales de la sociedad. Dentro de él crecía el cavernícola que había sido su ancestro más lejano y que le había dejado su memoria genética.

Ese abuelo lejano, no habría permitido que lo dejasen llegar a esto. Ese homínido cubierto de pelo, que no conocía la ropa, hubiese penetrado a su hembra en cada una de las ocasiones que él tuvo pero en las que no pudo hacerlo. Para el hombre de las cavernas, de forma reconocible, pero de instintos desconocidos, no hubiesen habido impedimentos para montarla. No le hubieran preocupado los familiares, no hubiese necesitado momentos oportunos, no se hubiese ocultado de la vista de nadie. Y él sin saberlo, estaba cediendo a la llamada de ese instinto, mediante el dolor físico que sentía y mediante las hormonas que lo alteraban. Las restricciones sociales y culturales perdían fuerza frente a este empuje animal.

Ya sería de día muy pronto. La azafata no volvería antes del amanecer, ya no podría penetrarla y derramarse en ella, y si bien el instinto crecía, no era suficiente como para tomarla de pie en el pasillo a la vista de los pasajeros. Tanto no, pero quizá casi tanto.

Confuso, pero seguro a la vez de lo que deseaba y necesitaba se dirigió a su asiento. Ahí en la oscuridad su novia seguía durmiendo. Vestía un pantalón chandal gris, zapatillas y una camiseta de algodón ajustada que marcaba el contorno de sus enormes pechos. Esos pechos extremadamente blancos de pezones ni grandes ni pequeños, tan rosados.

Se ubicó junto a ella, de pié, y procedió a acomodarla, aun dormida, con cuidado pero con decisión y firmeza. Así, tomó una pierna por debajo de la rodilla, se la levantó un poco como para pasar y quedar de pie entre ellas. Se bajó los pantalones y el boxer, quedando con su enorme erección palpitante preparada. Se inclinó aún de pie y tomó la cintura elastizada del pantalón cuidando tomar también la de la braga. Con ambas manos, tiró deslizando la ropa y la dejó desnuda de la cintura para abajo, en un movimiento continuo que además levantó y separó esas piernas blancas dejando el chandal arrugado sobre las pantorrillas, y las rodillas a la altura de sus tetas.

Y abajo, en el medio, ese coñito suave que conocía pero que no había podido tener aun en este viaje. Ese coñito cerrado y seco. Y ella que se despertaba de pronto sin comprender muy bien que pasaba.

Se encontró en su asiento, semidesnuda, en una posición en la cual no podía moverse, con las piernas elevadas y separadas y viendo como el lamia sus dedos antes de llevarlos a acariciarle los labios vaginales para prepararlos. El preservativo ayudaría con su lubricación.

-¡¿Pero que estás haciendo?! -preguntó en un susurro que era un grito contenido para no alertar a los demás pasajeros-. ¡¿Estás loco?!

Lo estaba, claro. Enloquecido. Poseído por su imposible parte animal. No respondió, sino que siguió preparándola para penetrarla. Sus dedos fueron un par de veces mas a su boca y de ahí a los pliegues mas húmedos.

Se inclinó sobre ella, y con el cuerpo arrastró el chandal que estaba entre las rodillas, lo que hizo que las piernas de ella se elevaran más y se abrieran. Con una mano se apoyó en el respaldo del asiento y con la otra aferró su erección y la ubicó entre las piernas de su novia. Empujó y la penetró con firmeza.

-¡No! ¡No! ¡Ah... así no! Ah... cabrón... ah... ah...

El sólo gruñía inclinado sobre ella, moviéndose dentro, penetrándola con fuerza. No la miraba a los ojos, su mirada se posaba sobre las tetas grandes que con la mano libre desnudaba a tirones. Ella lo miraba a los ojos fijamente. Con la boca entreabierta, sacudida en el lugar por las embestidas con las que él la penetraba.

-Ah... Ah... Ah... Ah... cabrón... Ah... Ah... no quería... Ah... Ah... cabrón... -le decía entre sacudidas y susurros jadeantes, en esa posición incómoda, prisionera entre el asiento y el cuerpo de él que la violaba, con su consentimiento parcial.

Y el no demoró mucho más en llegar. Su orgasmo nació de un lugar muy profundo, de donde nunca antes lo había sentido salir. Bien dentro de sus entrañas. Y ese orgasmo fue acompañado por la necesidad de eyacular bien dentro de ella. Empujó su erección provocando una penetración muy profunda, a lo que ella tuyo que ahogar un grito contra su brazo, como la azafata antes. Y ahí, bien dentro de ella, liberó su orgasmo, caliente, denso, intenso, cargado y contenido dentro del preservativo.

Luego se relajó, retiró su pene semierecto y se dejo caer en el asiento de al lado, procediendo a vestirse. Ella aún con la posición en la que él la había penetrado, se pasaba un pañuelo de papel, limpiándose su humedad antes de ponerse la ropa.

El no habló, se dedicó a sentir el alivio. Todo su organismo, se acomodaba. Sus huevos descendían, relajados. Sus entrañas antes en llamas, ahora no sentían nada. Su ancestro lo liberaba de sus mandatos animales, volviendo a recuperar sus prejuicios sociales y culturales, mirando alrededor, por si alguien hubiese notado algo. Aun no había amanecido nadie parecía alertado por ningún sonido extraño.

Su novia pasó por encima de él, sin hablar y se dirigió al servicio. El relajado ya del todo, maldijo las 8 horas que aun quedaban de recorrido y no poder dormir en los medios de transporte...

-... Despierta, hemos llegado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario