martes, 21 de septiembre de 2010

Valentía

1.

-¿Cómo hago? -Preguntó preocupado, no tanto por el cómo hacerlo, sino por la reacción posterior al cómo haberlo hecho.

-Normal, cielo -Respondió Romina -. Es mi prima, ya la conoces, que se haya hecho las tetas, no hace que deje de ser ella.

-Sí, pero ¿se las miro? ¿se las ignoro? Es la novedad, y no me queda claro como hacer. Si se las miro, ¿me quedo callado? ¿digo algún cumplido? Si me quedo callado o se las ignoro, creerá que sus tetas nuevas no son lindas, o que no le quedan bien. Y si digo algún cumplido, pasaré por un desubicado, o me lo recriminarás luego.

-Tranquilo. Tu como prefieras. Pero claro, ella viene con tetas nuevas desde la última vez que la vimos y estará ilusionada.

-Vale, pero luego no me hagas una escena por como le he mirado las tetas a tu prima, ni por lo que pueda haberle dicho como un cumplido.

Ella rió.

2.

Calor. Tórrido día de verano. Una ventaja en días como aquel, que tuviese piscina. Y en ella estaban metidos cuando llegó la prima.

Romina salió al escuchar el telefonillo, se envolvió en la toalla y se calzó las chanclas saliendo al trote para no hacerla esperar mucho en la puerta bajo ese sol abrasador.

El salió de la piscina al ver llegar a las mujeres después de un rato, durante el cual Alejandra se había cambiado y puesto su bikini. Al parecer la operación de aumento de pechos, no le había dejado dinero suficiente como para comprarse un bikini nuevo, que estuviese a la altura del par de pechos que ahora debía contener, porque traía uno de los que tenía antes de operarse, uno que debía cubrir unos pechos casi lisos.

La vista era impactante. Los triángulos de tela amarilla no llegaban a cubrir toda la redondez de esos pechos de escándalo. Pechos que no encajaban del todo en la talla general de Alejandra, pero que no importaba en absoluto. Aun tenía dudas de cómo proceder ante ella y sus enormes tetas nuevas.

Alejandra se lo facilitó.

-Hola Primo -dijo alegremente- ¡mira lo que tengo! -exclamó a continuación agarrándose las tetas, arqueando la espalda y poniéndose en puntas de pié un momento.

Todos rieron.

3.

Tras la forma en la que Alejandra había roto el hielo de presentarlo a sus tetas, él creyó que luego sería todo mas fácil. Pero se equivocó. Sus ojos se iban a esas tetas. Estaban imantadas y su mirada era de metal. No podía evitarlo.

Le resultaba difícil. Estaban los tres en el agua fresca de la piscina, pero en la parte baja. Los pechos quedaban fuera del agua y tanto Romina como Alejandra, lo miraban alternativamente mientras conversaban de como había sido la operación, el pos operatorio y la vida con tetas.

Aun así en cuanto ellas se miraban entre sí, sus ojos volaban a posarse en los pechos de Alejandra. Y volaban hacia sus ojos, o los de Romina, si era ella la que lo miraba a él.

De pronto, una llamada al móvil de Romina, quien se acercó al borde de la piscina y atendió. Mientras continuaba hablando salió de la piscina y comenzó a secarse, con el móvil entre su hombro y su oreja. Tras finalizar la conversación anunció:

-Debo acercarme a la inmobiliaria, ya que necesitan unas llaves para mostrar un piso de los míos. Voy a tardar un rato, porque ya que estoy, lo voy a mostrar yo, así no comparto las comisiones si se vende.

Alejandra se ofreció a acompañarla.

-No Ale, yo vuelvo en nada. Y ya te he dicho que no quiero compartir la comisión.

-Ah, si no me toca comisión me quedo en el agua mas fresca -dijo entre risas.

-Me voy corriendo que están los clientes en el local, ya vuelvo -y se dirigió presurosa a la casa mientras se iba quitando la bikini dejando ver sus pechos normales, de piel blanca en contraste de la piel morena por el sol, y unos pezones grandes y rosados.

Una vez que se había ido, Alejandra y el se miraron, y él tuvo que esforzarse por no mirarle las tetas. En lugar de mirárselas, sacó conversación trivial.

-Bueno... ¿y los tíos? ¿Que tal han respondido al cambio?

-Los que no me conocen de antes, entusiasmados por las dimensiones. Los que me conocían de antes, y son gays, como Romina, curiosos de los detalles y con ganas de verlas para apreciar como han quedado. Los que me conocen de antes y no son gays, como tú, un tanto incómodos.

-¿Incómodo? ¿yo?... ¿Tanto se nota? -dijo claudicando en su postura ficticia.

-Un poco. Pero es normal. Eres el marido de mi prima, y que de pronto se hable abiertamente de mis tetas puede ser un poco violento. Si me hubiera operado del apéndice podríamos hablarlo tranquilamente. Sin esta tensión.

-Sí, es verdad. Es una mezcla de curiosidad y de lo que es políticamente correcto. Por un lado me intriga y llaman mi atención y por el otro no es un tema del que pueda debatir contigo.

-He notado el primer lado. No dejas de mirarlas. Y me gusta. Lo que me he gastado en ellas y las molestias de la operación y la recuperación cobran sentido cuando un chico me mira las tetas.

-Bueno, conmigo ya debes haber recuperado el dinero... no puedo apartar la mirada de tus pechos. Lo siento.

-No pasa nada primo, hay confianza.

-Ya que lo dices... eso que haces cada cierto tiempo, eso de agarrártelas, levantarlas y apretarlas, ¿lo haces por algo en particular? ¿es un tipo de masaje que te han dicho que debes hacerte? ¿te resultan pesadas y así alivias un poco ese peso? ¿o simplemente lo haces porque puedes hacerlo?

-¿A qué te refieres? ¿a esto? -dijo mientras sus pequeñas manos intentaban sin éxito abarcar el volumen de esas tetas por debajo, las elevaban un poco, como sopesandolas y luego hundía un poco sus dedos dejando apreciar esa turgencia.

-Eso sí.

-Bueno, porque sienta bien.

-Ah ya. Yo tenía la impresión de que te resultan pesadas.

-Hombre, más que antes pesan.

-Y que eran un poco duras, como muy firmes. Quizá demasiado.

-Has visto como eres valiente y puedes debatir el tema, no es para menos, despues de todo eres un bombero -dijo sonriendo.

-¿Qué quieres decir?

-Que cómo ibas a tener miedo de hablar de mis tetas, si tienes el valor de meterte en edificios en llamas. Alguien valiente como tú, no puede temer a mis tetas.

-Bueno, la verdad que no soy valiente por meterme en un edificio en llamas. Tengo la formación, la experiencia, el equipamiento y el apoyo de mis compañeros tan capaces como yo. La verdad que no tengo temo a un edificio en llamas. Y la valentía no es hacer algo que al resto asusta. La valentía es hacer algo que asusta a uno mismo.

-¿Temes a mis tetas?

-Sí, un poco.

Ella se sumergió, y nadando lentamente bajo el agua, dejando burbujas de cristal tras de sí, se acercó a él.

Salió del agua, y al hacerlo, su cabello quedó peinado hacia atrás, dejando despejados su rostro y su frente. Unos ojos celestes y profundos lo miraban a medida que se elevaba desde el agua.

-No temas -le dijo.

-Nunca tuve tetas operadas.

-¿No? Déjame enseñarte.

El estaba inmóvil desde que comprendió lo que ocurría. No solia quedarse así falto de reacción ni en las situaciones más imprevistas de su trabajo, explosiones, quemados, accidentes de tráfico... pero ahora, estaba cagado de miedo.

Se mantenía con su espalda recta contra el lateral de la piscina. Sus brazos apoyados a los lados, sobre el borde, con las manos colgando. Para tener la mitad de su torso bajo el agua al ser la parte baja, tenia sus piernas estiradas hacia adelante y juntas.

Alejandra se aproximó y tomó una de sus grandes manos inmóviles, y sin que esta opusiera resistencia la guió hasta su enorme pecho, posándola sobre este, que ahora si, era abarcado casi por completo por la mano que lo cubría.

La mano quedó tan inmóvil como antes.

-¿No quieres probarlo? -preguntó Alejandra.

-Quiero... pero no me atrevo.

-Vamos, atrévete.

Mirando su mano sobre ese pecho enorme, pareció concentrarse, como si estuviese esforzándose en enviar una orden a esa mano, para que se moviese. Demoró un momento en conseguirlo.

-¿Lo ves primo? No pasa nada. Hay confianza -dijo mientras tomaba la otra mano, guiándola como había hecho antes, a su pecho libre.

El pareció dejar la primer mano en piloto automático, y concentrarse en la otra, intentando nuevamente ponerla en marcha.

Alejandra apoyó sus manos esos fuertes y formados hombros. Y mirándolo desde arriba se dejó tocar.

-¿Cómo las sientes primo? ¿Muy duras? ¿Muy pesadas?

-Pesadas -dijo casi ausente -. Agradablemente pesadas.

Ella sonrió a la vez que miró al cielo concentrándose en la sensación provocada por esas potentes manos que la acariciaban tan suavemente.

-¿Y duras? ¿Parecen de plástico?

-No, para nada. Están firmes, turgentes. La piel que deja ver tu bikini no parece tan tensa. Imaginé que estaría a reventar de tensa la piel.

-No, se ha estirado, está firme, pero no tensa.

-¿Toda?

-Sí, toda. Mira -y dicho esto llevo una de sus pequeñas manos y con maestría movió la tela de la bikini revelando su pecho izquierdo por completo.

Ahí estaba lo que temía, un delicioso pecho, redondo, turgente, pesado, firme y coronándolo, un pequeño y rosado pezón, sorprendentemente erecto.

-Prima, que duro lo tienes.

-Yo sí... ¿y tu? ¿la tienes dura? -dijo.

Alejandra apoyó sus manos de nuevo en esos anchos hombros, ayudándose con el equilibrio y pasó una pierna por encima de las de él. Bajó su cuerpo y quedó sentada sobre su pelvis. Montada sobre su pelvis.

-¿Estas duro, primo? -preguntó otra vez.

Y comenzó despacio a mover su cadera, recorriendo su montura en busca de señales de su dureza bajo el bañador. No tardó mucho en dar con un gran abultamiento ahí.

-Ay primo, estas duro.

Y mientras él parecía sostenerle las tetas, no hacía mucho mas, ella, sosteniéndose en sus hombros tensos, se movía encima de su erección, separados por sus bañadores. Lo recorría desde la cabeza hasta los huevos y volvía a subir. La fricción de las telas dificultaba sus movimientos.

Y le molestaba que él no la avanzara.

-Venga joder, ¡sé un hombre! -le dijo mostrando su frustración.

Era un hombre, de esto no tenía dudas. Que Alejandra le exigiese que lo fuera, no lo hacía dudar al respecto. En cambio, sí dudaba de su valor. Tirarse de cabeza dentro de una habitación en llamas no le daba miedo, por lo que hacerlo no era señal de valor.

Eso no contaba. Contaban esas tetas.

No avanzar, haberse quedado inmóvil, no hacer nada, contaba. Y contaba el porqué de no hacer nada. Y no era porque no quisiera hacerlo por estar comprometido con Romina y ser fiel a ese compromiso. Queria tener esas tetas desde que las había visto. Quería tener a Alejandra desde que la había visto. Aun siendo como había sido, plana, sin tetas.

El la quería tener en su cama.

Imaginaba situaciones como esa, cuando se había quedado un fin de semana en varias oportunidades. Se imaginaba que se dirigía por la noche sin despertar a Romina a la habitación de Alejandra, a veces sorprendiéndola mientras se masturbaba en silencio acercándose a su cama sin permiso y sin objeciones, otras encontrándola dormida y procediendo a comerle el coño despertándola con un orgasmo. Imaginaba estar en la cama con su mujer haciendo el amor intensamente, y descubrir ambos a Alejandra desnuda observándolos desde la puerta. Y que era Romina la que la invitaba a pasar y a tener un trió durante toda la noche.

Resultaba que en todas esas ensoñaciones, Alejandra desnuda, tenia apenas dos mesetas con pezones. Esas tetas no habían sido necesarias para lograr tener un orgasmo masturbándose con ella en mente. Ni para correrse dentro de Romina, imaginando que lo hacia en Alejandra.

Era un cobarde.

Quería tenerla, pero no se atrevía.

-Está bien, como quieras -dijo ella, sin muestras de enfado.

Se dirigió a la escalera y salió del agua. Se quitó el bikini y la tanga, desnudándose entera. Así desnuda se acercó a una de las tumbonas, y se montó sobre esta, como había estado montada sobre él.

Sentada con las piernas abiertas, dándole la espalda, se inclinó hacia adelante apoyando sus codos sobre la tela elástica. Su espalda arqueada, su culo en pompa, sus nalgas separadas por la posición de sus piernas, dejaban a la vista su pequeño ano rosado, y sus labios tremendamente hinchados.

Sin decir nada, dejó caer su cabeza y lo miró de costado sonriendo. Desde la piscina, donde aún estaba, la veía un tanto de lado, apreciando todo aquello, y ademas como su enorme teta derecha se apoyaba sobre la tela de la tumbona y se aplanaba, como derramándose por sus lados.

-Primo... ¿en serio? -dijo curiosa.

Bajo el agua su erección no había hecho mas que aumentar. Palpitaba desbocada bajo la tela del bañador. Escuchaba sus latidos en los oídos y la respiración agitada.

Salió del agua de un brinco apoyado sobre el borde, y se irguió rápido, haciendo que el agua que arrastró en su salida, lo recorriese de la cabeza a los pies, arrojando reflejos de la luz del sol, mientras recorrían las curvas de esos músculos torneados.

-Mi valiente... -dijo ella mirando hacia adelante, y acomodando su posición para recibirlo.

El se acercó ya desnudo, ella lo espió para apreciar ese cuerpo que alguna vez había sido objeto de sus orgasmos en soledad. El se dejó mirar.

Aferró esas nalgas suaves, y las separó aun más. La piel alrededor de ese ano rosado y pequeño se tensó. Pero el año se mantuvo sellado. Bajo su boca y lo comió. Su lengua frenética lo estimuló mientras Alejandra estaba tan excitada que temía sufrir un orgasmo con el primer roce que sintiera en su clítoris.

-Ay primo...

Endureció su lengua y comenzó a penetrarle el ano despacio pero sin parecer aceptar una negativa. Alejandra jadeó profundamente al sentirse penetrada por su lengua. Y se vio envuelta en la misma sensación de embriaguez. Esa que a él lo había empujado a salir de la piscina.

Alejandra sintió esa lengua salir y lamerla hacia abajo.

-¡No! No primo, no me lo comas, me harás correr enseguida. Fóllame.

El obedeció. Se puso a horcajadas de la tumbona, con una pierna a cada lado. Las flexionó haciendo descender su cuerpo sobre ese coño enrojecido, abierto, empapado, que latía, y que Alejandra movía exquisitamente controlando esos músculos vaginales.

-Ah... primo... ¿qué tienes ahí? Oh... ¡Que gorda la tienes! Dios... Qué grande...

Habiéndola penetrado, se inclinó hacia adelante sosteniéndose sobre los reposa brazos de la tumbona, quedando sobre ella. Comenzó entonces a mover su cadera rítmicamente, con habilidad, haciéndola sentir el recorrido de su verga de dentro a afuera y nuevamente a dentro. Alejandra era estrecha y eso la hacia sentirlo todavía mas.

-Ay primo me encanta. Me gusta.

-A mi también. Tu coñito estrecho. Me gusta estirarlo, sentir como me aprieta la verga. Tan caliente, tan mojado.

-Sí... soy estrecha primo... ah... y tu tan grueso.

Bajó sus manos, dejando el apoyo de los reposa brazos, apoyando sus codos junto a los de ella, quedando montado literalmente. Ella giró su cabeza a un lado y hacia arriba con los ojos cerrados y la boca abierta.

-Ah... así primo... dámela así... móntame como a una yegua...

-Sí...te monto... ah... ah... te monto...

Ella le lamía la cara, la boca, el cuello desde abajo.

Sus manos se introdujeron bajo su delgado cuerpo, ella elevó la espalda permitiéndole agarrar sus hermosas tetas.

Eso la terminó de excitar.

-AH... SÍ... SÍ... AGÁRRAME LAS TETAS... AH AH AH SÍ!

Se movía debajo de él, enloquecida, su cintura de goma hacía que su culo danzara en todas direcciones, pasando ella a follarle la verga a él dentro de su coño estrecho que bailaba alrededor de ese enorme cilindro que la penetraba.

-Ay prima así... me estás follando desde abajo...

Ella pasó de un movimiento caótico, a un único movimiento de cintura, arriba y abajo que hacía que su coño se retirase y volviese al lugar de antes, cosa que intensifico la sensación de ambos.

-SÍ PRIMO SÍ AH AH TE FOLLO ESA POLLA GRUESA AH ME GUSTA AH PRIMO TOMA TOMA AH AH AH AH AAAAH AAH...

El se derramó dentro de ella acompañando esos gemidos con un bombeo cálido y denso que la inundaba.

Mientras Alejandra arrugaba la tela que forraba la tumbona entre sus dedos, que la aferraban y parecía que no la volverían a soltar, por lo largo que fue su orgasmo.

El sintió a lo largo de toda su verga hinchada, los movimientos de esos músculos vaginales entrenados que Alejandra controlaba con maestría.

Cuando quiso salir de ella, Alejandra le pidió que se la deje morir adentro. Por lo que él se relajo mientras Alejandra continuaba con su demostración de control muscular alrededor de toda su verga.

-Así no se me va a morir nunca...

Alejandra lo miró desde abajo, por encima del hombro sonriendo inocentemente, con parte del pelo sobre sus ojos, mientras arqueaba la espalda, proyectaba así su coño contra él, aumentando la penetración a la vez que movía sus músculos y lo estimulaba.

Pero al final, luego de ese intenso orgasmo, claro que se le quedó dormida, relajada.

Saliendo de ella, mientras ella se giraba quedando de frente a él, le dijo:

-No me las ha chupado. Me hacia ilusión que me las chupases.

-Tienes razón... esas tetas fueron las que nos trajeron a esta tumbona, pero luego pasaron a un segundo plano... Te las puedo comer ahora, pero no tenemos tiempo de otro polvo, Romina puede volver el cualquier momento -dijo mientras se ponía su bañador y le alcanzaba bikini y braga a Alejandra.

-No te preocupes, yo también me he olvidado un poco de mis tetas. Tío, menudo pollón calzas. Si siempre follas así, mi prima tiene suerte la cabrona. Me parece que se lo voy a contar y así te tendré solo para mí.

De la mano de esta simple broma, sintió un escalofrío que recorrió su espalda. Volvieron los temores que lo habían mantenido inmóvil, y supo que haberse follado a Alejandra no fue para nada valentía.

Estaba acojonado, después de todo, las mujeres son mas imprevisibles que el fuego de un incendio.

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