viernes, 10 de mayo de 2013

Jerarquía Rota

El hilo musical del ascensor pasaba casualmente una de sus canciones predilectas. Generalmente debía ignorar la música de fondo. Esto la hizo sonreír levemente, cambiando el habitual gesto serio y seco que mantenía durante el día en su trabajo. Por ello cuando subió su empleado se le quedó mirando un momento, sorprendido por esa sonrisa que nunca le había visto. Sonrisa que se desvaneció al momento en el que ella notó que la observaba.


-B... buenos días señora -dijo él avergonzado.

-Buenos días - respondió volviendo a su postura seria habitual.

Su jefa no encajaba en lo que por definición se asocia a la definición de "señora". Si bien era una mujer de 48 años, su cuerpo parecía no estar al tanto de ese hecho. Su figura era juvenil. Alta, delgada, atlética, largas piernas. Labios finos, nariz recta, grandes ojos negros en armonía  y enmarcado con un suave cabello castaño claro. Vestía  un formal atuendo de ejecutiva extremadamente correcto para el ámbito empresarial.

Guardaron silencio durante el trayecto. El se ubicó unos centímetros detrás de la línea del hombro de ella, respetando las jerarquías, para dejar claro que sería ella quién pasaría antes por la puerta abandonando la caja, a veces demasiado estrecha aunque no esté llena de gente. Desde su posición, algo retrasada  y por ser varios centímetros más alto, tenía una bella vista del sobrio escote que la chaqueta formal y la camisa dejaba ver, hasta el punto de hundirse en las sombras bajo la ropa.

Ella con su ser femenino, sintió aún sin verlos, esos ojos que la observaban. Se removió en su lugar, mirando un momento de reojo a su empleado, dejando ver su malestar, haciendo que su empleado mirase la puerta lisa delante de él como buscando microorganismos a simple vista.

Salieron del ascensor y él la siguió unos pasos por detrás a lo largo del pasillo hasta su despacho. Ella entró a su oficina y él ubicó su puesto en el despacho, el del secretario de su jefa.

Las llamadas no tardaron en empezar a entrar y él a recibir los recados y a transferir llamadas importantes. Durante el día prácticamente no se veían con su jefa. La interacción se daba por comunicaciones telefónicas y correos electrónicos. Sólo cuando entregaban algún paquete en el despacho, lo recibía y entraba en la oficina de su jefa, dejándolo en su mesa.

Sin embargo ambos utilizaban la mensajería instantánea, pero no entre ellos. Cada uno, se comunicaba con sus propios contactos personales. En momentos cercanos al mediodía donde la actividad del despacho iba en disminución, era cuando más la utilizaban.

Llegando al mediodía ella se asomó antes de cerrar la puerta de su oficina, indicando que no se le moleste, salvo para notificarle novedades sobre los temas pendientes importantes.

Últimamente su jefa cerraba su puerta llegando esta hora. Quizá estuviese llevando adelante negociaciones importantes que requerían total concentración, aunque él no tenía noticias sobre negociaciones importantes. No le pasaba llamadas que justificaran cerrar la puerta, y no le pedía que le comunicase con nadie una vez encerrada.

Aprovechando que no recibiría ya llamadas entrantes ni solicitudes de su jefa, se dedicó a indicar aquello que le gustaba en su perfil de la red social.

Cuando pensaba que lo que le quedaba ya era que llegase la hora del almuerzo, entró un mensajero. Recibió  el sobre y lo despidió. Abrió el sobre y vio que era el contrato, de la petrolera, que estaban esperando. Al momento entró una llamada. Era el secretario del gerente de la petrolera indicando que había enviado el contrato firmado y sellado. Él confirmó la recepción correcta. Al parecer la empresa de mensajería era muy eficiente o el secretario del gerente era un hombre muy ocupado y había demorado en llamar avisando del envío.

En definitiva, ese contrato era trascendental, un gran logro para su jefa, por la que se alegró. Entró en su oficina con el contrato en la mano y una sonrisa para darle la gran noticia. Al parecer la vería sonreír dos veces en un día, algo menos que poco común.

La sorpresa se la llevó él.

Su jefa estaba recostada en su sillón ejecutivo ante su mesa. Frente a su ordenador. Concentrada. No llevaba puesta su chaqueta, que estaba colgaba del respaldo. Su camisa de diseño lucía desabotonada, pudiéndose apreciar su delicada lencería blanca que aún contenía sus pequeños pero sensuales pechos aunque sus copas recogidas exponían unos pezones erectos. Sus elegantes zapatos fueron notados por su secretario por primera vez en el día, porque tenía sus pies apoyados contra su mesa. Sus piernas elevadas y flexionadas provocaban que su falda se recogiese sobre su cintura, dejando ver que no llevaba bragas. Su ojos entrecerrados, su boca entreabierta, su mano derecha tocando su pezón izquierdo, su mano derecha había perdido dos dedos dentro de su coñito de labios visiblemente engrosados y mojados.

Todos estos detalles los captó en un segundo. En cuanto comenzó a captarlos por su abrupta entrada en la oficina de su jefa, esta reaccionó. Bajó las piernas de la mesa. Estiró su falda sobre sus piernas con la mano que había recuperado esos dos dedos rescatados de las profundidades de su sexo. Se incorporó de su recostada postura. Cubrió sus pechos cerrándose la camisa torpemente sin acomodarse las copas del sostén. La camisa tensa sobre sus pechos semidesnudos, reveló los relieves de sus pezones aun erectos.

-¿Pero qué haces entrando así? Joder... -dijo visiblemente afectada, profundamente avergonzada.

Cubrió su cara con su mano y el pelo colaboró en ocultar su rostro mientras con la otra sostenía su camisa cerrada sobre sus pechos.

-Señora yo... es que... -dijo antes de comprender la situación.

Al quedarse callado sin seguir con su disculpa, ella levantó la vista. El cabello le caía aún sobre la cara, su expresión era casi dolida, pero al ver la expresión de él, cambió a terror.

-No... por favor... no digas nada a nadie... si esto se sabe me arruinaría.

El había comprendido la situación y ella lo había visto en su rostro. Un momento de pavor la dominó cuando él se giró y se dirigió hacia la puerta de la oficina. El poder había cambiado de bando. La jerarquía entre ellos se había alterado.

-¡NO! -exclamó.

El se detuvo en seco frente a la puerta, aun dentro de la oficina. Y la miró de espaldas, por encima del hombro. Y mientras la miraba estiró un brazo y cerró nuevamente la puerta del despacho.

-Si, vale... vale -dijo ella componiéndose-, hablemos un momento sobre este...

Y el puso el pestillo a la puerta cerrada.

-...¿Qué haces? -terminó la oración de nuevo confusa, deteniendo el abotonamiento de su camisa, mirándolo extrañada y con la sus manos congeladas en el botón. Sus pechos continuaban descubiertos.

-No sigas -dijo él. Le resultó extraño escucharse tratarla de tu, por lo que adivinaba que a ella le estaría resultando aun más chocante.

-¿Cómo? ¿Que no siga? ¿Que no siga con qué?

-Deja de abotonarte.

-¿Pero de qué hablas?

El se acercó al frondoso escritorio y se detuvo frente al mismo.

-Ven aquí, Jana -le dijo.

Ella salió de su parálisis, se puso en pie dejando caer su falda sobre sus piernas y sosteniendo el botón de la camisa. Rodeó la mesa.

-¿Qué quieres? -preguntó mientras llegaba.

-¿Qué estabas haciendo?

-¿No es evidente? Joder... -respondió en tono avergonzado.

-¿Qué estabas haciendo?

-Sufro mucho estrés últimamente, mucha presión... la situación... el cumplimiento de los objetivos... las negociaciones...

-¿Qué estabas haciendo Jana?

-Me estaba masturbando, joder, ¿eso quieres oír? Me estaba masturbando, mientras miraba a un amigo masturbarse conmigo, y le dejaba verme hacerlo.

El estiró una mano hacia su camisa y ella reacción cubriéndose y retrocediendo, alarmada. El mantuvo su mano flotando delante de ella, mientras la miraba fijamente, inexpresivo. Ella miró su mano y su mirada, alternando. Viéndose atrapada en una situación extremadamente comprometida. Finalmente dio paso adelante, poniéndose al alcance de esa mano, no muy extendida.

Le tomó las muñecas suavemente y apartó con delicadeza los brazos hasta dejarlos junto a sus redondeadas caderas. Luego dirigió sus propias manos de nuevo sus pechos, y ella amagó en volver a cubrirse. El se detuvo y volvió a mirarla en silencio. Tras un momento ella bajó sus brazos de nuevo.

Desabotonó la camisa, los pocos botones que ella había llegado a abotonarse. Dejó la camisa desabotonada  con su caída natural, viéndose la unión de las copas de su sostén. Ella se mantenía rígida  sin ofrecer resistencia, pero tensa. Él tomó los lados de la camisa y los separó, y los llevó detrás de sus hombros. Los desnudó, unos hombros sensuales, suaves, rectos, finos, combinados con su fino cuello, en el que se percibía la tensión.

Allí estaban sus pezones, pequeños, rosados, claros. Rodeó su espalda y la liberó de su sostén, que retuvo en su mano y dejó correctamente sobre mesa. La hizo girar sobre sí misma quedando de espaldas.

-...para... -susurró ella.

Ignorándola, usó la camisa aun calzada en sus brazos para inmovilizárselos por detrás. Ella quedó levemente inclinada hacia adelante mientras él manipulaba la camisa. Lo miró por encima del hombro.

-...pero ¿qué me estás haciendo?... -susurró.

Volviendo a ignorarla, la hizo girar de nuevo, ya con los brazos inmovilizados a la espalda. Esto hacia que su espalda se arquease levemente, elevando aun más sus pechos desnudos. Se detuvo a mirarlos. Llevo una mano lenta hasta el izquierdo. Lo enmarcó desde abajo en su mano abierta. Hizo una leve fuerza hacia arriba abultando la parte superior hasta que su mano topó con el pezón erecto.

-... por favor... para... -susurró.

Dejando su mano en el pecho izquierdo, repitió las caricias con su otra mano en el otro pecho. Pasó a centrarse en esos pezones deliciosos. Los estimuló con caricias, con presión, con suaves torsiones, hasta verlos tan inflamados que parecía que fuesen a explotar.

-...no...

Se acercó a ella, hasta sentir el suave aroma de su perfume, de su delicado aliento. Sus manos dejando sus pechos, abrieron su falda y la dejaron caer a sus pies, desnudándola por completo. Se arrodilló ante ella y la asistió ofreciéndole apoyo para que levantando un pie cada vez, pudiese recoger la falda del suelo y dejarla junto al sostén.

La movió desde su posición de rodillas frente a ella, hasta ponerla de espaldas al escritorio, apoyando su culo contra la madera, separó sus piernas y tuvo ese coñito depilado, pequeño, rosado, que hacía un momento era penetrado por dos dedos femeninos y tenia sus labios de un grosor delicioso.

-... basta...

Se acercó a esos pliegues y percibió que aun olían a sexo. El flujo que los había humedecido había sido mucho. Inspiró profundamente, llenando sus pulmones de ese aroma embriagador. Poniéndose en pie delante de ella se quitó su corbata. Se miraron a los ojos. El desbordante de calma. Ella alterada. Le cubrió sus ojos con la corbata, y la anudó cuidadosamente sobre su nuca deslizando una mano a lo largo de su sensual cuello acariciándole el largo cabello. Ella pareció reaccionar a la caricia, moviendo su cabeza hacia arriba sutilmente y sutilmente abriendo su boca, dejando ver brevemente sus perlados dientes.

Susurró otra vez, no una palabra, no un pedido, sino un suave y breve jadeo.

Su mundo desapareció en la oscuridad que cubría sus ojos. Sus otros sentidos se intensificaron. Sobre todo el oído y el tacto. Escuchó el roce de la ropa contra el suelo cuando él volvió a arrodillarse frente a ella. Dio un respingo cuando sintió unas manos ahora sobre sus muslos. Sintió la calidez de esas manos que le recorrían las piernas, por fuera, por dentro. Sintió una mano que le tomó la pierna derecha por detrás de la rodilla y la llevó un poco mas hacia la derecha. Lo mismo con la izquierda. Así, de pie con las piernas abiertas, apoyada contra la maesa, dejó de sentir esas manos, que abandonaron su cuerpo. Al perder también el tacto, se centró en el oído. Se esforzaba por oírlo  muy concentrada en cualquier matiz que pudiese captar en la oscuridad, cuando el tacto regresó de pronto, con una incontrolable explosión de placer.

De rodillas entre sus piernas la había penetrado con su lengua. Su suave, cálida y flexible lengua, se introdujo sin resistencia en ese coñito húmedo, caliente, abierto. Sus manos rodearon las firmes nalgas acariciándolas mientras besaba con lengua esos labios verticales.

Ella sorprendida y penetrada, fue victima de las sensaciones. Adelantó su cadera para facilitar la penetración  abrió las manos prisioneras de su camisa, miró con ojos vendados el techo, y dejó escapar un profundo jadeo.

-... ¿qué me ahh... ces? pahh... ra... bastahh...

Se sintió nuevamente manipulada, como una muñeca, sin voluntad propia. Hacía no mucho, intimidaba a este hombre con su poder, su autoridad, y ahora era su objeto, la dominaba, y había perdido la capacidad de resistirse a ser sometida de esta forma. La dejó de frente a la mesa, ya la invitó a inclinarse sobre esta. Quedó con su mejilla sobre la cálida y suave madera de su escritorio. Sus pezones sensibles sintieron la dureza que los recibió. Antes de lo que imaginaba, estaba siendo nuevamente penetrada por esa lengua, ahora desde detrás. Ahora miró sin ver la pared de su oficina, con su boca abierta, respirando agitada.

Cuando la lengua lamió su ano, lo hizo latir, palpitar con húmedas caricias. Creyó enloquecer por el aumento de las sensaciones táctiles, incluso sobre sus zonas erógenas por estar privada de la vista.

Lamiendo ese suave ano veía esa cabeza elevada en el horizonte de esa espalda sensual, bañada de ese cabello derramado, a través del valle de esas nalgas abiertas. Se retiro abruptamente quedando a unos centímetros de ese culo palpitante. Se quedó quieto, silencioso.

Cuando ella notó que no volvía a tocarla, dejó de mirar sin ver la pared delante y giró su cabeza apuntando hacia él con su oído derecho, concentrada, con expresión anhelante. El la observaba. Disfrutando de esa confusión. Por haberla arrastrado de su posición de control y seguridad, a otra de desconcierto por sus propias reacciones e incertidumbre por las acciones de otro.

Sin dejar de observarla, rozó su ano con la punta de su lengua y notó como ella fruncía el ceño y abría la boca, bajando su rostro hacia la mesa.

Se puso en pié detrás de ella y la hizo incorporarse cuidadosamente. Sin soltarla la guió alrededor de la mesa y la hizo sentar en su propio sillón ejecutivo. Se apartó unos pasos y volvió a observarla. Las manos a la espalda la obligaba a sentarse con la cadera adelantada. Sus piernas ampliamente separadas. Recostada contra el respaldo del sillón, levemente inclinada hacia la izquierda. Su cabeza inclinada hacia adelante y más a la izquierda. Su lenguaje corporal decía lo entregada que estaba a su dominador, aunque no era una entrega con la que estuviese de acuerdo. Era una entrega a la que no podía negarse.

Mientras la observaba con placer, sintió un sonido fácilmente reconocible. Fue el sonido de aviso de la mensajería instantánea. El hombre con el que ella había estado intimando cuando la descubrió, seguía ahí. Y también seguían encendidas las cámaras. No tenían audio en la comunicación, para mantener la privacidad, sobre todo de ella. El hombre parecía estar en su hogar. Cuando los vio volver en la imagen, envió un mensaje.

-Ola q pasa?? -preguntó-. esa es jana!!!!?

-Sí -respondió él invadiendo la convesación-. Es Jana. La ves bien? -haciéndose a un lado.

-uy si... nunca la vi asi toda desnuda!!!!!

-¿Qué haces? ¿Que escribes? -preguntó ella, sin autoridad en la pregunta.

-Mira. -le escribió al hombre.

La invitó a ponerse de pie. Y la ubicó de frente al escritorio  inclinándola hacia adelante como lo hizo antes del otro lado de la mesa. La dejó así mientras se bajaba los pantalones detrás de ella, luego el boxer. La dejó así mientras tomaba su gruesa erección y la acomodaba entre los labios de ese coño pequeño, mientras empujaba y la penetraba.

-...ahh!...

Y luego la aferraba por las caderas y empujaba mas adentro.

-... ahh!...

Y se retiraba para volver a empujar.

-...ahh!...

Una de las manos que aferraban su cadera, desató el nudo de la corbata y le devolvió la vista.

-... quehh...?

Tenía delante de ella la pantalla de su ordenador. En ella, vio activa la videollamada que tenía cuando él la descubrió. En ella se vio a sí misma en primer plano, con las manos atadas a la espalda, el cabello sobre su rostro, sus ojos entrecerrados, su boca entreabierta, sus pechos presos contra la mesa, su culo elevado al fondo, y a el penetrándola rítmica y profundamente con su gruesa erección. Y vio a su amigo, masturbándose mientras observaba como la sometían de esa forma, una masturbación violenta, áspera, convulsa, y vio lo que había escrito antes de llegar al punto de no poder detenerse a escribir.

-si asi asi si dale por l culo a esa puta follatela duro a esa puta que grite correte en su cara d puta si si asi asi puta dasela toda como l gust puta puaa

Cuando terminó de leer apartó la vista de la pantalla, pero la mano que había desanudado la corbata, le señaló la pantalla nuevamente. Vio como su amigo tenia su orgasmo viéndola sometida.

Se sintió más humillada.

Él cerro la videollamada. La incorporó un poco más apresurado que lo que había estado antes. La sentó en su sillón nuevamente. Ahora pasó sus brazos por debajo de las piernas desnudas, y se aferró a los brazos del sillón ejecutivo. Ella estaba abierta de piernas, con su coñito apuntando hacia arriba, con la espalda doblada con su cabeza a media altura contra el respaldo. Vio por primera ves la erección que la había penetrado. Gruesa, grande, con una enorme cabeza rosada y suave y unos testículos muy cargados colgando detrás. Vio como descendía a su coño. Como se alineaba para penetrarla. Como abría sus labios, como desaparecía en su interior. En esa postura un tanto forzada, quedó presa entre el sillón y su dominador. Así el estímulo sobre su clítoris por la penetración, era enorme. Así no tardó mucho en sentir que ahora también era dominada por un enorme orgasmo que la hacía convulsionarse bajo esa penetración profunda. Tuvo que  ahogar sus gritos en jadeos sordos. Los mismos jadeos sordos, mas profundos que emitía él mientras se derramaba en su interior llenándola de su liquido denso y caliente.

Luego de un momento de relajación en el que ella sintió su peso sobre su cuerpo, la ayudó a ponerse de pie, mientras sentía aun ecos de su orgasmo entre las piernas. La hizo girar y desató su camisa liberando sus brazos y fue en busca de su falda mientras ella se acomodaba la camisa y se la abotonaba.

De rodillas de nuevo ante ella, sostuvo la falda mientras ella pasaba sus pies, y se la entregó para que terminase de ponérsela, mientras que ella lo miraba a los ojos, inexpresiva.

Un poco tarde, pero a tiempo para bajar a almorzar.

El ascensor abrió sus puertas en la planta baja del edificio donde el personal de la empresa fluía hacia la calle lentamente. Ella a su lado, demoró su salida por lo que la miró de soslayo.

-Usted primero -susurró, indicándole que proceda normalmente ante todo el personal.

Ella reaccionó, avanzando y adquiriendo su expresión habitual, recuperando su posición en la jerarquía que los ordenaba, parcialmente.

-Sí, señor -le dijo adelantándose.




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